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TONO HUMORÍSTICO, por José Biedma López

TONO HUMORÍSTICO, por José Biedma López
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lunes 27 de abril de 2020, 09:28h
TONO HUMORÍSTICO, por José Biedma López

“El mochuelo de Minerva extiende sus alas con el crepúsculo”. Hegel escribió lechuza (en alemán) y no un mochuelo, pero ¿qué sabía de pájaros Hegel? Era un mochuelo, y por eso la rapaz nocturna se llama científicamente Atenea noctua. El tópico quiere significar que la verdadera civilización, o sea la reflexión consciente sobre sí y para sí, florece en otoño, cuando la cultura que corona ya está en decadencia. Sucedió con nuestro Siglo de Oro. Nuestros grandes escritores y pensadores humanistas llevaron a su madurez el español cuando España, después de la Paz de Westfalia (1648), dejaba de ser potencia hegemónica mundial y se aislaba y “tibetanizaba” (Ortega) con un decreto de Felipe II.

TONO HUMORÍSTICO, por José Biedma López
TONO HUMORÍSTICO, por José Biedma López

Algo así pasó en la llamada Edad de Plata de nuestra cultura. En una España sombría, a la que los usamericanos le roban Cuba y Puerto Rico, verdaderas provincias suyas, no colonias, poblada por señoritos venidos a menos y una reducida masa de analfabetos, económicamente débil, descuellan excepcionales élites de artistas y pensadores. Unamuno, extraordinario ensayista, Ortega, filósofo traducido al resto de las lenguas cultas y que hace escuela, formidables poetas como Machado o Juan Ramón. Y Nadie duda que a esa generación del 98 le sigue otra excelente, la de los Dámaso Alonso, Alberti, Lorca, Cernuda, Aleixandre, la de los que rehabilitan a Góngora.

Sin embargo, junto a esos artistas consagrados del 27, olvidamos las señoras artistas, que las hubo de calidad y mérito, y también a los humoristas. Artistas que no se expresaron en el tono solemne de los famosos y cuyo compromiso político fue leve o ninguno, pero que ocuparon con todos los honores un puesto entre las vanguardias cosmopolitas del arte y la invención intelectual. En lugar de agruparse bajo el nombre venerable de Góngora, lo hicieron alrededor de la personalidad de Ramón Gómez de la Serna, el inventor de las greguerías. Su casa de hermandad fue La Botillería del Pombo en la calle Carretas madrileña.

Todo el mundo ha oído hablar de Jardiel Poncela, Mihura o José López Rubio, estos dos fueron llamados a la Academia de la Lengua, pero casi nadie conoce a Antonio Lara Gavilán, que firma con el timbre de Tono y nació en Jaén en 1896, y que, como dice su reciente biógrafa, Gema Fernández-Hoya se situó en la élite cultural de su tiempo sin más recursos que sus aptitudes congénitas (Creneida, 1, 2013, Universidad Complutense). En efecto, hijo de un administrativo de Hacienda del que queda huérfano con cuatro años, su madre debe trasladarse a Valencia para cobrar la pensión. Lidió con una niñez de carencias materiales y afectivas; a falta de una cultura académica, ostentó una fascinante personalidad: imaginación desbordante, capacidad de improvisación y una sensibilidad especial para notar y expresar el lado disparatado y absurdo de la vida.

Su primera colaboración fue con El Guante Blanco, semanario inofensivo (1912-1916). Reconoció haber estado muy influido por el también jiennense K-Hito desde los catorce años. Luego dibujó para La Traca, revista satírica que tuvo muchos problemas con la censura de la época. En el éxito de Buen humor se fragua la “otra generación del 27”. Su labor resultó imprescindible luego en Vértice, Gutiérrez (bajo la dirección de K-Hito), La Ametralladora y, por supuesto, en La Codorniz.

Tono tocó y entonó muchos palos del arte: dibujante, cartelista, ilustrador, humorista gráfico, novelista, periodista, guionista de cine, comediógrafo, escultor, inventor de artilugios (como una lima de uñas con motor), artista plástico en fin, como da en llamarle su biógrafa. Todo el mundo lo tenía por generoso y buena persona, educadísimo y gran conversador, ideal para divertir provocando sonrisas con sus ocurrencias al final de los banquetes. A parte de sus compañeros de generación a los que ya he citado, fue amigo de Buñuel, de Chaplin, y sostuvo una conversación con Einstein, no sabemos cómo porque no dominaba el inglés. Dijo que le bastó con repetir que “todo es relativo”.

Eso pudo suceder porque Tono, después de una larga estancia de ocho años en París, donde consiguió distintos galardones y cobró bien sus trabajos de ilustrador y humorista, fue contratado por la Metro en Hollywood, para el Departamento de guionistas por 250 $ a la semana. Tono calculó que eso equivalía a unas 450 corbatas semanales, pues usaba la corbata como “medida financiera”. Se dice que llegó a cobrar 10.000 $ por un solo chiste (una exageración). Quien les facilitó el viaje a Hollywood fue Edgar Neville, que ocupaba el cargo de tercer secretario del embajador de España en Washington y la actriz Conchita Montenegro.

Antes, en París (1923-1930), claro, tomó contacto con las vanguardias, y todas ellas parecen haber influido en sus variadas estrategias expresivas. Se le ha llamado el dibujante cubista y su arte debe bastante al surrealismo, el dadaísmo, el constructivismo, al futurismo... En Francia se le consideró el creador del “geometrismo español”. Ya mayor, aunque siempre conservó –como recomendaba Nietzsche- al niño en el hombre, a finales de los setenta, acudía todavía al taller de José Caballero, dispuesto a aprender nuevas técnicas e interesado por la pintura matérica y el informalismo.

Respecto a su vida personal era muy reservado. Cuenta López Rubio que de Tono sólo conocían los íntimos su genio, es decir su ingenio, decía que había nacido en la Sierra de Cazorla, cerca de las fuentes del Guadalquivir y una noche en Córdoba, mirando el paso de la corriente, murmuró: “¡Y pensar que a este río lo he visto yo nacer!”. El humor de Tono procedía de una actitud melancólica, lúdica y escéptica; a sabiendas de que no era posible remediar la realidad, se proponía por lo menos divertirse con ella del modo más inocente, provocando más la sonrisa que la carcajada ordinaria, esto lo comparte con toda esa otra generación del 27 que fundó La Codorniz, cuya primera portada fue precisamente un dibujo de Tono. Un humor que refería a lugares imprecisos, tiempos indefinidos y situaciones inauditas, y que se valía de juegos de lenguaje que hubieran hecho las delicias de Wittgenstein. Si en la guerra incivil les hubieran llevado a una cuneta no hubieran sabido de qué bando fusilarlos, porque su humor inteligente y libérrimo sólo podría objetarlo la barbarie.

Mihura y él formaron tándem y obtuvieron un éxito clamoroso y polémico con la comedia Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario, escrita en 1937 pero estrenada en 1943. El toque astracanesco de su teatro, como el de Jardiel Poncela, debe mucho a Ramón Gómez de la Serna, al ultraísmo y el surrealismo. Otras obras teatrales suyas también tuvieron repercusión: Francisca Alegre y Olé (1949) o Crimen pluscuamperfecto (1956). Al volver de América quiso hacer “películas americanas” porque son las que gustan a la gente, pero no tuvo mucho éxito su cine, por ejemplo, Un bigote para dos (al alimón con Mihura), sin embargo en 1971 aún colaboró con Summers en Adiós, cigüeña, adiós. Había fundado en 1946, la revista cinematográfica Cámara, precursora de Fotogramas.

Un diálogo suyo de Un bigote para dos: “— ¡Qué bien baila! / -- Sí; y eso que no tiene más que dos pies en las piernas”. Describo uno de sus chistes gráficos. El pintor le muestra al visitante un cuadro espantoso, como tantos otros que cuelgan en las modernas galerías de medio mundo… “—Esta es mi última obra. / -- ¡Menos mal!”. Lo malo de la vejez –decía- es que le coge a uno ya viejo. En el chiste de la adivina, esta dice: “—En la línea de su mano veo una enfermedad larga. / -- Le advierto a usted que todavía no me he quitado el guante”.

La muerte de su amigo Mihura (1977) le afectó profundamente, la carta que escribió a su amigo muerto fue su última publicación. Morirá poco después (1978). De él dijo López Rubio que Tono era como un extraterrestre caído del cielo, refiriendo a su angelical humor constante, y que “encaraba el presente como si ya tuviera cara de porvenir”.

En 2019, Gema Fernández-Hoya, Felipe Cabrerizo y Santiago Aguilar han publicado su biografía en Sevilla bajo el cuidado de la editorial Renacimiento: Tono, un humorista de vanguardia.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

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