En tu mar azul turquesa guardo recuerdos de un paseo que, desde Las Ramblas, me conduce por plazas y jardines en un escaparate gótico, modernista y místico. La Sagrada Familia es testigo de una creencia común y, en ese sentimiento que aúna, tu Virgen de Montserrat tiende su mano hacia el Sur, donde otra Virgen morena recibe las mismas plegarias de tantas gentes dolidas.
Fuiste sueño de esperanzas, abrazo de las Españas, rincón de una cultura inquieta y de besos que fueron furtivos allá por la Ciudadela, a los pies del Parque Güell, de restos greco romanos o playas llenas de luz que encienden corazones y mecen almas.
Hoy se habla mucho de ti, y en nombre de una palabra brotan fuentes envenenadas. Precisamente porque te amo, no quiero que la ceguera te rompa. Sólo quien no sabe amar permite tanto dolor y hoy, como ayer y, quizás mañana, sólo puedo pedirte una cosa: No te vayas, no te vayas.