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CULTURA DE LO EFÍMERO por José Biedma López

CULTURA DE LO EFÍMERO por José Biedma López
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jueves 29 de agosto de 2019, 12:27h
Las efímeras son los más primitivos de todos los insectos alados. Vuelan bien largos trechos. Conservan dos o tres colas filamentosas y dos pares de alas que no se pliegan sobre el abdomen, sino que se mantienen como velas de barco formando escuadra con el cuerpo. A pesar de todo, han sobrevivido más de dos mil especies por todo el mundo, más de doscientas en Europa. Sus larvas son acuáticas. “Efímero” es en griego lo que dura un solo día. Estos insectos se llaman así porque los adultos no se alimentan, sólo copulan cerca del agua, desovan y en seguida mueren
CULTURA DE LO EFÍMERO por José Biedma López

Constituyen un buen símbolo para referir a una de las características menos felices de nuestra cultura. En efecto, para la ideología que circula por los Medios masivos de comunicación (Mass Media), incluida la Red de Redes, vale sobre todo lo efímero: el fugaz placer del instante, lo momentáneo consumible, objetos perecederos de "usar y tirar", ídolos precarios, estrellas televisivas de un día. Por su parte, la industria de producción masiva fabrica intencionalmente bienes frágiles que duran poco y deben ser sustituidos pronto por otros (obsolescencia programada).

Hoy no es percibido como más poderoso el que tiene un coche más caro, sino el que puede cambiar con más frecuencia de coche, de casa, de país, de esposa, etc. La consagración de la instantaneidad es el triunfo aparente de la Cigarra frente a la Hormiga de la fábula... “Consumo hoy, perezca el mundo”. Despilfarro, en lugar de ahorro. La moda representa así la utopía de lo inmediato, de lo efímero, por eso Unamuno llamó a la moda "la máscara de la muerte", porque su ser consiste en pasar.

La trascendencia, lo permanente, lo que vale siempre, lo clásico, desaparecen del discurso hasta como meras posibilidades lógicas. Hay que estar al día, que es como “estar al loro” y epatar al prójimo luciendo el último móvil o una mascota de raza de esas que fallecen pronto. Todo se abarata, pero nada vale lo que cuesta. El nihilismo del consumo manda que vivamos al día: ¡endéudate, consúmete consumiendo! El publicista nos anima a que vivamos siempre al menos un paso por encima de nuestras posibilidades. Se trata de una especie de huida hacia adelante que nos impide ponernos de acuerdo, armonizar con nosotros mismos.

Por un lado, el lenguaje de la publicidad jamás emplea los tiempos pasados y contribuye así a la disolución de la conciencia histórica. Por otro lado, nos disuade de que sacrifiquemos cualquier satisfacción presente, por menuda que pueda ser, en beneficio de más altos logros futuros. De este modo, los deseos, que pronto se satisfacen, no maduran como ilusiones, y el placer que obtenemos al satisfacer nuestros fugaces apetitos carece entonces de intensidad y contento.

El culto exagerado al presente no es nuevo, es el presentismo del carpe diem! profesado por vividores y libertinos, tiene por perverso efecto, entre otros, la animalización de la conducta humana. En efecto, los animales sólo viven en presente, para ellos no cuentan ni tradiciones ni proyectos, sus mentes no se hacen cargo ni del pasado ni del futuro; aún aquellos que parecen afanarse proveyendo despensas para el futuro, como mi perro enterrando el hueso, sólo lo hacen porque ahora, en este instante, les aprieta el oscuro impulso del instinto. Los animales viven y recuerdan y, quizá, algunos hasta saben, pero no saben que existen, ni anticipan lúcidamente las posibles consecuencias de sus actos, ni conocen lo que saben, no reflexionan, ni pueden posponer, por imperativo de un bien reconocido como mayor o mejor, las urgencias del momento, de la situación, carecen de esa doblez fundamental que nos capacita a los humanos para el bien y el mal: la conciencia y sus intenciones.

Los medios de comunicación entretienen e informan, pero también adiestran. El adiestramiento de las conductas favorecido por los Mass Media tiende a desprestigiar la vida intelectual en un doble sentido: mediante la abolición del pasado, de la tradición cultural autóctona asociada a la Tierra y a nuestros antepasados; y mediante la homogeneización de la fantasía. Al producir industrialmente sueños en serie, listos para el consumo masivo, nos incapacita para diseñar un horizonte propio, para inventar un norte personal, de acuerdo al cual proyectar un genuino plan de vida. El resultado es la disolución de la conciencia histórica y la debilidad del carácter, el desenraizamiento y la falta de creatividad y de originalidad.

Como las efímeras, con prisas nos consumimos volando de objeto en objeto, saltando de cachivache en cachivache. Pero al contrario que ellas, nuestro sueño de vida cada vez es más estéril.

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