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Angelita Campos o el apogeo del papel-prensa en Cartagena

Angelita Campos o el apogeo del papel-prensa en Cartagena
jueves 11 de julio de 2019, 21:17h
Angelita Campos o el apogeo del papel-prensa en Cartagena
Por Paco Poveda
Decir Angelita Campos hace treinta o cuarenta años era hablar del apogeo del papel-prensa en Cartagena. Hasta finales del siglo XX era, junto a su marido, José de la Llana, fallecido en 1997 aunque nacido en Guadalajara, la máxima referencia en la distribución de periódicos y revistas en toda la comarca, junto a su inseparable hermana Cari, desde su pequeña empresa familiar.

Otro guadijeño, el economista Valentín López Escribano, ex director comercial de La Verdad, en Murcia primero y luego en Alicante, me introdujo en el personaje, porque Angelita no era una mujer normal sino una empresaria más que luchadora con cierto halo de heroína en el sector, de la que pronto me llegaron ecos a mi vuelta a Murcia en 1997. También me ilustró en ese tiempo sobre ella el genial publicista murciano hace poco desaparecido, Pepe Garrido, cuando los tres nos embarcamos en el inolvidable proyecto de 'La Economía de la Región de Murcia'.
Porque Angelita no era símplemente una consorte en el trabajo ni una mujer de despacho en el heredado de su padre ya que, muy entregada de siempre a su oficio, se pateaba la calle de quiosco en quiosco, muchas veces acompañada de su hermana menor Cari, sin dejar de inspeccionar ni un solo punto de distribución al amanecer cuando sus operarios, con Pepito (José Blázquez) a la cabeza de la logística, posteriormente desde el almacén en el ensache justo detrás de la Asamblea Regional, tenían que fajarse para llegar a su hora y que los cartageneros más madrugadores pudiesen disponer de su periódico puntualmente.

Sin olvidar a la pléyade de vendedores por libre apostados tradicionalmente en determinados puntos estratégicos de Cartagena (Vargas, Manzanares, Angosto, Martínez, Sánchez, Barón o Bocos, entre otros) a lo largo de los años y que tanto cuidaba Angelita para que se pudiesen ganar la vida dignamente. Ahí comenzó a fraguarse el mito de esta mujer.

En la década de los 50, 60 y 70 la oferta del día en Cartagena eran 'La Verdad', 'Línea', 'El Noticiero de Cartagena' y 'Hoja del Lunes', aunque desde Madrid llegaban por tren del día anterior 'ABC', 'Arriba', 'Ya', 'Pueblo', 'Informaciones', 'Madrid', 'Marca', 'As', y 'El Alcázar''. Mientras los quiosqueros y repartidores se llevaban el 15% de comisión, los Campos no pasaban del 5% del total de venta aunque con el boom de la prensa no diaria y la extranjera en quioscos, su negocio comenzó a prosperar como nunca antes lo había hecho, hasta acumular un considerable patrimonio como resultado directo de su dedicación sin horas ni días festivos.
Había heredado Angelita, junto a su hermana Cari, el negocio fundado por su padre, Juan Campos de Miguel, una oficina de administración y distribución de prensa, sita de siempre en un bajo de la plaza San Francisco. Yo la conocí cuando La Verdad, después de tantos años de eficacia y cumplimiento escrupuloso del contrato, le acababa de retirar a su razón social, sin más reconocimiento y consideración, la distribución en su zona.

Una contrariedad que parece le costó la vida por el disgusto al señor De la Llana, del que tengo pocas referencias pero suficientes como para entender que se trataba de todo un caballero, por castellano de ley, llegado desde Madrid en los años 50 ó 60 para tratar de organizar el gremio local de la distribución de prensa y ahí fué como conoció a una joven y dispuesta Angelita, lo que debió cautivarle enseguida aunque no consiguiese su objetivo inicial. En esa época, el control de ventas y devoluciones se hacía a mano por Angelita y su hermana aunque al descubrir la calculadora lograron agilizar el proceso que ahora ventila la informática en un plis plas.
En esa triste coyuntura final de su historia de amor la traté personalmente por primera vez y su buena fama en el mundo periodístico regional hacía justicia a su arrolladora personalidad y rectitud en los negocios de prensa, algo que percibí a las primeras de cambio. Luego, tuve ocasión de hablar con ella varias veces en su casa de Cartagena, La Molineta o La Manga por mi relación profesional algo ya lejana con su única hija y periodista, Ángela, su único yerno y profesor, Andrés, y sus únicos nietos Nacho y Ángela, a la que por horas casi ví nacer en el Hospital Naval de Levante aquella tarde de sábado en la que acudimos Cheddy y yo desde Alicante.

Era su nieta Ángela la última mujer de esta saga familiar cartagenera que, con la desaparición de Angelita, hace definitivamente historia civil y empresarial de Cartagena, cuyo legado queda ahora en manos de Cari, la hermana, que es quien mejor conoce la peripecia de esta mujer ahora desaparecida en parte pero no tanto de la memoria colectiva de una porción relevante y aún superviviente de la sociedad cartagenera del siglo XX.
En el sector prensa los periodistas no somos lo más importante aunque pueda parecerlo porque sin figuras como las que encarnaban Angelita, su desaparecido marido y su hermana Cari con su esposo Manuel Terry, (también tuve la oportunidad de conocer en persona a éstos últimos), hubiese resultado casi imposible cerrar en Cartagena el círculo en aquella época del papel-prensa puro y duro, de bobinas y crisoles de plomo con su exclusiva medida en cíceros.

Nadie es menos imprescindible en cualquier actividad profesional que requiere funcionar en equipo, tampoco en la nuestra como deja muy patente la encomiable labor de Angelita, sus probos empleados históricos, quiosqueros y vendedores autónomos junto a los agentes de publicidad de los que también Cartagena reunió en su momento una buena muestra muy emblemática.
Angelita Campos nos dejó hace exactamente una semana, a los 92 años, después de toda una vida de trabajo y esfuerzo para procurar que la labor de cientos de periodistas de toda España y del extranjero a lo largo del tiempo llegase lo más fresca posible a sus destinarios naturales, como eran y son los lectores más fieles que nunca faltan, y cuya mera existencia le dan también todo el sentido y razón de ser a una labor vital como la de Angelita Campos Sanz desde que era una jovencita imparable y hasta ser una abuela ejemplar tras su jubilación hace veinticinco años.
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