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LORCA LA CIUDAD OLVIDADA

LORCA LA CIUDAD OLVIDADA
sábado 11 de mayo de 2019, 11:02h
LORCA LA CIUDAD OLVIDADA
A dia de hoy y ocho años después del terremoto de Lorca el colectivo de afectados reclama que se dé validez al trámite de audiencia autonómico para archivar los expedientes de las ayudas por prescripción y no descartan nuevos encierros en el ayuntamiento, similares al de octubre del año pasado. La concejala de IU, Gloria Martín, recordó que "este es el último fleco que queda pendiente para dar solución a los afectados que no pudieron acogerse a la Ley 8/2018, que flexibiliza las medidas de justificación de las ayudas que percibieron los afectados por los seísmos para reparar sus casas".
LORCA LA CIUDAD OLVIDADA
LORCA LA CIUDAD OLVIDADA

Este es un extracto del reportaje periodístico publicado en 2013

Hoy he vuelto a mis orígenes convirtiéndome en reportero de calle.

Tan solo hay que darse una vuelta por las calles de Lorca para comprobar las terribles secuelas dejadas por el terremoto que barrió la Ciudad del Sol el once de mayo de 2011. Hoy a pesar de que han pasado ya dos años el sufrimiento de sus gentes continúa. Para comprobarlo y entender la realidad en la que los lorquinos viven es necesario acercarse al barrio de casitas prefabricadas, a cualquiera de las incontables viviendas en las que se hacinan recogidos por la familia los afectados o simplemente preguntar en la calle al primero que te encuentres. Es entonces cuando comprendes la realidad del día a día en el que viven los olvidados, un día a día lleno de incertidumbres y temores donde las vicisitudes por las que atraviesan los afectados, por lo general los más humildes te hacen maldecir la injusticia que se está cometiendo con ellos. Son estas gentes las mismas que un día once de mayo de hace dos años aparecían en la foto de decenas de periódicos o en las imágenes de cabecera de cientos de informativos o en las crónicas de apertura de las emisoras de radio, muchas veces al lado de este o aquel político que con cara de afectado visitaba la ciudad, los mismos que llenaron las calles de promesas, que acariciaban niños o estrechaban manos vaciando sus bocas de palabras esperanzadoras.
“Madrecita que me quede como estoy” dijo abnegada Mari Carmen, alquilada, mujer de José, minusválido desde hace cinco años, madre de cuatro hijos y abuela de siete nietos quien acoge a todos en su pequeña y vieja casa tras haber derruido el ayuntamiento las casas en las que sus hijos vivían. Esto me lo contaba Inés, la menor de las hijas, la madre emocionada no puede hablar. “ Que miedo pasamos” después de que fuésemos citados por la Consejería de Obras Públicas. No es para menos pienso yo al ver los daños que padece la vivienda que habitan y que a buen seguro les hace temer que el día menos pensado la administración les obligue a abandonar la casa.
Por fortuna o tal vez por desgracia, ¡quién sabe!, no era nada de eso. Era para decirles que volvieran a presentar en el ayuntamiento toda la documentación ya entregada con anterioridad con la que podrían recibir las ayudas públicas de urgencia. “Durante dos días tuvimos que hacer cola hasta llegar a la ventanilla”- me dice José el mayor de los hermanos. Les aclaro, esta es una ventanilla que la Comunidad Autónoma ha habilitado para indignación y rabia de los afectados que a duras penas aunque resignados contienen su desespero.
A día de hoy las ayudas públicas para poder pagar los alquileres siguen sin llegar. Solo una cuarta parte de las casi mil doscientas familias que han perdido su vivienda han recibido una pequeña ayuda consistente en el adelanto de tres o cuatro mensualidades de alquiler. Ochocientas de esas familias no recibieron un solo euro. Resulta evidente que las promesas de todas las administraciones sin excepción, han quedado en saco roto.
Un funcionario, afectado también, me cuenta después de pedirme que no de su nombre que hay más de mil expedientes de ayuda al alquiler olvidados en los cajones mientras miles de euros han llegado a la ciudad para rehabilitar conventos , iglesias y el torreón del castillo que hay junto al reciente parador nacional. “Turismo de morbo” dice con despecho Ramón y añade: “ los turistas que vengan podrán ver no solo los monumentos de la ciudad, también al lorquino, una especie en vías de extinción”, “ los políticos se preocupan más de las piedras que de la gente”. Le noto furioso, también yo lo estoy aunque por mi trabajo, lo disimule.
Pero ¿donde está el dinero que se había destinado en ayudas? Según Inmaculada García, Comisionada del Gobierno para Lorca, está en el ICO (Instituto de Crédito Oficial), aunque dice “que no se ha podido entregar porque a las solicitudes les faltan requisitos o datos necesarios para completar los expedientes”. Mentira, según unos, un engaño según otros, para todos con los que he hablado, los del ICO son una partida de inútiles incompetentes.
Está justificado que opinen así, dos años después del suceso que conmocionó a España, los afectados siguen a verlas venir mientras indignados ven cómo sí ha habido dinero ( seiscientos sesenta y siete millones de euros) para reconstrucciones , apuntalamientos y arreglos de edificios religiosos y civiles.
El hartazgo entre la población se hace patente en cuanto preguntas a cualquiera y ves como otras muchas voces se van sumando al entrevistado, son voces marcadas por el rencor, el dolor y el odio, se palpa mucho odio hacia administraciones y gobernantes. “Para las iglesia sí, para esos si hay” dice iracundo un hombre entrado en años que no me quiere dar su nombre, es evidente que tiene miedo “su hijo es barrendero en el ayuntamiento”, me aclara otro. Me hago cargo, como decía Alfonso guerra: “el que se mueve no sale en la foto”. Luego averiguo que el padre del barrendero lleva razón y que la mayor parte del dinero que ha llegado a Lorca ha ido a parar a la Iglesia católica o alguna institución religiosa a las que en esta ocasión sí, se les ha facilitado los trámites para que les llegue el dinero.
Llego hasta el barrio de La Viña, sin duda el más afectado, veo con interés que están edificando en los lugares donde antes hubo otros edificios que tras el terremoto hubo que derruirlos “ es insuficiente” oigo que me dice la persona que me hace de guía. Miro hacia las ventanas y balcones, me llaman la atención las pancartas exigiendo esa ayuda prometida que por una u otra razón no llega. “ Demasiadas grúas para nada, son tan solo para hacer el paripé”, añade mi acompañante, instruido en el tema no en vano lo vive cada día como locutor de una emisora local. Me intereso por conocer si es cierto. Lo es. Son los propios vecinos quienes aseguran que son ellos los que están afrontando el importe de las obras con el poco dinero recibido del Consorcio de Seguros “ en algún lugar tendremos que dormir, si tengo que entramparme me entrampo y si luego se lo tiene que llevar el banco que se lo lleve” , al voz de Martín es desgarrada aunque firme y contundente, no está dispuesto a seguir malviviendo en una habitación prestada.
¿Me pregunto dónde están las ayudas directas que prometieron?, luego se lo pregunto a los vecinos. Nadie lo sabe. Al acabar el reportaje pregunté esto mismo a miembros de la corporación, pero no se pronunciaron, solo tuve evasivas. Incomodan mis preguntas, uno ya es perro viejo y resulta evidente por el trato que recibo, no me importa, sé que molesto aunque no sé si es porque me tachan de rojo o porque lo que pregunto es un tema tabú, seguramente sea por las dos cosas.
Me sorprendo al ver la diligencia con que se han acometido las obras y rehabilitaciones de los edificios religiosos, también la casa cuartel de la Guardia Civil, ¡viva la benemérita!. Peor suerte han corrido los institutos de enseñanza, es evidente lo poco que al ministro Wert le importa la educación. La mayoría de las cosas siguen como hace dos años, esto no hace falta que nadie me lo cuente, un día después del terremoto yo estuve aquí.
Ahora si me lo permiten hago un receso mientras pongo en orden mis notas y las paso al ordenador, pido un café en la terraza de un bar cercano al viejo hospital Santa Rosa de Lima, hay prisa en la redacción por que llegue el trabajo, así que mientras doy un sorbo al estimulante no dejo de teclear. Mi acompañante es joven, es despierto, mientras se toma un zumo de naranja y una tostada de sobrasada me cuenta que el Centro de Salud de Lorca se colapsó aquel once de mayo por la tarde. Cuando acaba de zamparse la pringá le echa la culpa a la crisis.
¿La crisis?, no le rebato, prefiero seguir escribiendo y acabar. ¿Y los bancos? para estos si ha habido rescate, ¿por qué no para estas pobres gentes? Ninguno con los que he hablado entiende que transcurridos dos años les hayan vuelto a pedir los papeles para la obtención de las ayudas. Intento por teléfono que algún político de la fila de delante dé la cara y me ofrezca una explicación. Me remiten amablemente para que hable con uno de la fila de atrás, uno de esos que por hacer méritos se convierte en el quita vergüenzas de su jefe. Hablo con él por teléfono y le invito a quedar, intuyo que sí está dispuesto a hablar, me froto las manos, tengo de completar el reportaje. Indago en la lista para ver a que otros puedo llamar, busco alguien de verbo fácil y fluido que tenga interés en destacar. Hoy están casi todos escondidos y los pocos que quedan muy atareados atendiendo a los periodistas que en un día como hoy nos afanamos por cubrir los vacíos informativos del fin de semana. Lo tenemos difícil no crean, al menos mientras nuestros políticos se muestren esquivos con aquellos asuntos que les incomodan, y este es sin lugar a dudas, es uno de ellos.

Gabriel Sánchez

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