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Los Otomí, el pueblo indígena ligado a la República Española

Los Otomí, el pueblo indígena ligado a la República Española

lunes 01 de abril de 2019, 16:56h
México y Uruguay fueron los primeros dos países en reconocer a la Segunda República española, en abril de 1931. Para mayo de ese año, los Gobiernos de México y España decidieron elevar las legaciones existentes al rango de embajadas, comenzando una intensa relación diplomática que duró hasta comienzos de 1939, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Durante estos ocho años, la Embajada de la Segunda República funcionó en un majestuoso edificio de la colonia Juárez, junto al templo del Sagrado Corazón de Jesús, en la ciudad de México.

Por los pasillos de la misión de Madrid ante México desfilaron personajes "esenciales" en las relaciones bilaterales. Entre ellos, el líder sindical Vicente Lombardo Toledano o el exsecretario de Educación de México Narciso Bassols (1931-1934). Pero también el excanciller mexicano Genaro Estrada (1927-1932), autor de la importante doctrina de política exterior de no intervención en asuntos internos que lleva su nombre y que ha resurgido recientemente.

A partir del año que dejó la Cancillería, Estrada fue acreditado como embajador de México en España. Pero en el edificio estuvo también Lázaro Cárdenas, quien entre 1931 y 1933 se desempeñó como Secretario de Marina y de Gobernación, a la postre elegido presidente del país en 1934. Cárdenas fue el principal artífice de la llegada de cientos de españoles a México, a quienes les brindó asilo político, como también a León Trotsky y su familia.

Por allí pasó Diego Martínez Barrio, quien a partir de 1945 y hasta 1962 fue presidente del Gobierno republicano en el exilio, al igual que su sucesor, Luis Jiménez de Asúa.

El apoyo no solo fue en territorio latinoamericano. Soldados mexicanos engrosaron las filas del cuerpo de voluntarios 'Benito Juárez', y empuñaron las armas en apoyo al combate del bando sublevado, junto con otras escuadras de las Brigadas Internacionales.

Mientras el conflicto recrudecía, y el hambre pasaba factura a los civiles, unos 456 niños hijos de republicanos fueron llevados a Morelia, en Michoacán. Este grupo de refugiados menores, conocidos como 'niños de Morelia', se exilió en tierras extranjeras bajo el mismo esquema por el que la URSS acogió a los 'niños de la guerra', hijos de republicanos evacuados del conflicto.

Junto con Francia y otros países como Argentina y Uruguay, México acogió al exilio republicano con los brazos abiertos. Este país nunca estableció relaciones diplomáticas con la España franquista y en la inmediata posguerra fue la sede del Gobierno republicano en el exilio, que luego se mudó a París.

Una anécdota que está relacionada con la muerte de Manuel Azaña, presidente de la República Española entre 1936 y 1939, ocurrida en su exilio en Francia en 1940 es cuando la Francia del Mariscal Pétain le negó al jefe de Estado republicano un funeral con las honras de su investidura, particularmente que su féretro fuera cubierto con el pabellón rojo, amarillo y morado, símbolo de la España despojada de la monarquía.

México devolvió a Azaña la dignidad que merecía, y su féretro fue envuelto con el tricolor mexicano, con el águila y la serpiente. El líder republicano residía en una dependencia de la Embajada del país latinoamericano. Las gestiones mexicanas evitaron que el ataúd debiese ir envuelto por el pabellón rojigualdo con el águila negra detrás del escudo, símbolo de España en el franquismo.

Ya en la capital del país latinoamericano, en cada fecha significativa para la República Española, como el 14 de abril (fecha de su proclamación en 1931), los exiliados se reunían allí, con sus banderas tricolores: rojo, amarillo y morado.

El Gobierno de la República Española en el exilio mantuvo su representación en Ciudad de México, hasta entregarla en 1977 al representante diplomático de la España de la transición, como se puede leer en una nota del diario El País de la época. Solo entonces se restablecieron las relaciones diplomáticas entre un lado y el otro del Atlántico.

A pesar de haber sido testigo de esa agitación política binacional, el edificio quedó abandonado desde la década de 1990 o probablemente antes, tras el sismo de 1985, que vació buena parte de la colonia Juárez.

El edificio de la primera sede de la embajada republicana en la década de 1930 fue ocupado por comunidades indígenas que habitan en la Ciudad de México y que han vivido su propia lucha por no ser expulsados del centro de la capital.

Decenas de familias viven en la calle junto al edificio que atraviesa la manzana, desde que fueron desalojadas el 19 de septiembre de 2018. Este fue otro caso de desalojo irregular, como los que se han multiplicado en las zonas céntricas de la capital.

Según los relatos recogidos por Sputnik, los granaderos y los cargadores sacaron a todos por la fuerza y atacaron a patadas y martillazos las casas precarias que permanecían dentro del predio que tiene dos entradas, una sobre la calle Roma y otra sobre la calle Londres.

Mujer de la comunidad Otomí desalojada de la de antigua embajada de la República Española en Ciudad de México.

Un año antes, el 19 de septiembre de 2017, buena parte de las familias que habitan en la entrada de Roma se habían instalado sobre la banqueta a raíz de los derrumbes que ocasionó el sismo de esa fecha. No recibieron ayuda a pesar de la precariedad en que pasaron a vivir desde entonces.

Aunque cada uno de los grupos tiene su propia forma de organización, pelean juntos por una solución digna ante el Instituto de Vivienda del Distrito Federal

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