Iñaki Urdangarín pasó su última noche en prisión en la Zarzuela, algo normal si no se tratara de un delincuente. Voló de Ginebra a Madrid la tarde del domingo 17 de junio. En Madrid, un coche esperaba a Urdangarin y al guardaespaldas que le acompañó desde Suiza, aunque otro miembro de seguridad se acercó al vehículo, cogió la mochila del marido de la infanta Cristina y se la llevó a otro coche. Dinero público a manos llenas para pagar la seguridad, el desplazamiento, el alojamiento y la manutención de un delincuente al que hay que llevarle hasta la mochila.

Poco después de dejar las instalaciones del aeropuerto, los reporteros que seguían al automóvil que llevaba a Urdangarin se encontraron con cuatro vehículos que les bloqueaban el paso, no durante demasiado tiempo, pero justo el suficiente como para que perdieran de vista el coche en el que viajaba su objetivo y evitar fotos que el delincuente real no quería ver publicadas.

En principio se creyóm que uno de los posibles destinos de Urdangarin, podía ser la casa de la infanta Elena, cerca de El Retiro, pero allí no llegó ningún coche en las dos horas que siguieron a la llegada del vuelo procedente de Ginebra. La cuñada de Iñaki estaba en Madrid: había recibido esa misma tarde en el palacio de El Pardo a los ganadores del premio de pintura infantil y juvenil que entrega todos los años Patrimonio Nacional. También se había visto con su padre, el Rey don Juan Carlos, y sus hijos, Froilán y Victoria Federica. Pero no con Urdangarin.

Todo apuntaba entonces al domicilio de la infanta Pilar en Puerta de Hierro. Parece que la hermana de don Juan Carlos ofreció su casa de Mallorca a Cristina e Iñaki cuando tuvieron que asistir al juicio del caso Nóos en Palma y podría haber repetido su hospitalario gesto en Madrid. Sin embargo, uno de los miembros de la familia de la duquesa de Badajoz, asegura a Informalia que la infanta doña Pilar no ejerció esa noche de anfitriona del marido de su sobrina Cristina, aunque "le habría acogido encantada".

Todo apunta a que el dispositivo que esperaba a Urdangarín a su llegada a Madrid, era el propio de la Casa Real. Fuentes de Zarzuela nos confirman que Iñaki Urdangarín pasó sus últimas horas en libertad en el palacio, apoyado por doña Sofía, que nunca dejó de ejercer de madre protectora de su hija pero también de su yerno en los momentos más delicados. Recordemos aquella famosa portada de Hola en la que se daba fe del apoyo de la Reina a su hija y su yerno cuando viajó a visitarlos a Washington y se dejó fotografiar para que toda España cogiera el mensaje de que su hija y la familia de ésta serían siempre apoyados por doña Sofía. El estallido del 'caso Urdangarin' y las sospechas de que Iñaki había metido la mano en la caja del dinero público ya habían obligado a Zarzuela a 'exiliarle' en EE.UU. con un puesto creado ex profeso para él en la capital norteamericana. Era diciembre de 2011. Luego llegarían más visitas y más apoyos, primero en América y luego en Suiza. La Reina Sofía jamás había escondido su significativa y comprensible posición como madre, abuela y suegra.

En la noche del pasado domingo 17 de junio, la más triste de la vida de Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin, ningún sitio mejor y más seguro que la residencia real para protegerle de paparazzi y consolarle en su últimas horas en libertad. Y más teniendo en cuenta además que esa noche los reyes Felipe y Letizia se encontraban fuera de España, de viaje oficial a Estados Unidos esa noche.

A una hermana de Iñaki Urdangarín se le atribuye haber dicho: "Si mi padre viviera, quemaría la Zarzuela", en nombre de una familia que culpa de los males de Iñaki al aparato de la Casa Real, insinuando que desde palacio se consintieron y animaron esos negocios fraudulentos que han llevado a la cárcel al yerno de Juan Carlos I quien, no lo olvidemos, abdicó en favor de su hijo cuando el escándalo de Nóos tenían a la institución contra las cuerdas. "Acogerle en su última noche en libertad se lo debían", nos dice la fuente. A las 7 de la mañana, Urdangarín dejó un palacio para ingresar en la soledad de una prisión.