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 El terrorismo radiofónico de Franco
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El terrorismo radiofónico de Franco

 El terrorismo radiofónico de Franco
jueves 07 de junio de 2018, 19:59h
Queipo de Llano utilizaba sus agresivas intervenciones radiofónicas desde Unión Radio Sevilla, para sembrar el terror e intimidar a sus enemigos durante la guerra civil española.

Lo hicieron Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Castro o el general Franco en España, eran diferentes entre sí, pero usaban las mismas tácticas: propaganda, control de las élites, creación de un enemigo común, culto a la personalidad, policía secreta o la cultura del miedo, son algunos de los principios básicos de toda dictadura.

En el caso de España, el dictador Francisco Franco recurrió durante los primeros meses del conflicto a un general curtido en Marruecos, Queipo de Llano, para que desde la emisora de Unión Radio Sevilla diera rienda suelta a dos de los preceptos mencionados anteriormente: la difusión de la cultura del miedo a través de la propaganda.

Las alocuciones del general Queipo de Llano, constituyen todo un ejercicio de terrorismo radiofónico que dista mucho de los principios de un régimen “justo, católico y humano” como Franco definía al nuevo estado totalitario.

Gonzalo Queipo de Llano era en 1936 inspector general de carabineros, y fue un militar que en un principio no levantó las sospechas del gobierno del Frente Popular.

De hecho el general Mola y Queipo de Llano dieron el golpe de Estado con la tricolor en la mano y al grito de viva la República. La facción rebelde aglutinaba numerosos grupos con distintas tendencias ideológicas y con diversos planes para lo que sería España tras el golpe y de hecho, muchos de ellos se levantaron contra el gobierno formado por comunistas, anarquistas y socialistas del Frente Popular, y no contra la República en sí.

Los organizadores del Golpe de Estado, originalmente liderado por el general Sanjurjo y el “director” Mola, asignaron a Queipo un puesto clave, Sevilla: la emisora de radio más grande bajo control de los rebeldes.

Uno de los locutores más emblemáticos de Radio Nacional de España, Fernando Fernández de Córdoba, recreó pocos años después la entrada del general Queipo de Llano en la capital andaluza en una emisión infantil titulada “Vidas ilustres”:

“En media hora ganó Sevilla para España. Media hora de valor heroico, de sabiduría prodigiosa, de sangre fría de pasmo, de sentirse español, de despreciar la vida y vencer a la muerte.”

“Luego, se sentó ante el micrófono de la radio, y sin darse un punto de descanso, comenzó a conquistar pueblos y más pueblos con su voz simpática que ganaba corazones a millares e impulsaba a todos a tomar las armas y a lanzarse a la calle por España con su espíritu y su valor de general español."

Aquellos primeros días de la contienda dejaron para la posteridad discursos históricos, como el famoso “¡No pasarán!” pronunciado por Dolores Ibárruri, apodada “La pasionaria”, desde Madrid. Pero fue Queipo de Llano el que tuvo más éxito con el uso de la radio como arma propagandística y de guerra.

En otras ocasiones, empleó las ondas como instrumento de culto a la personalidad, pero no en favor del caudillo, con el que no se llevaba demasiado bien, sino para ensalzar su propia figura con motivo de la celebración de su santo:

“En la vida de un hombre, no puede encontrase una ocasión, como esta en que yo me encuentro en este día, viendo a muchos miles de niños en la plaza de toros de Sevilla, para festejar el día de mi santo. Pude ver la alegría en la cara de esos niños, en los que perdurará seguramente esta fecha, y su alegría se manifestaba no solamente dando vítores a mí, a quién suponían el autor de aquella diversión que se les proporcionaba, sino también al generalísimo, a quien esta España grande y libre debe todas las ideas que tienden a la mejora social y al establecimiento de la justicia en todos los órdenes”.

Apenas se conservan algunos fragmentos con la voz del general y no nos permite apreciar en toda su dimensión lo que fueron aquellas charlas, que infundían a la vez entusiasmo y pavor, según quien fuera el oyente.

Comenzaba la jornada anunciando medidas, denunciaba fracasos enemigos y hundía su moral mientras levantaba la de las fuerzas a sus órdenes y enardecía a sus seguidores en las dos zonas de España:

“¡Soldados rojos! ¡Dejad las armas! ¡El caudillo perdona y redime! ¡Seguid el ejemplo de vuestros camaradas pasados a nuestras líneas! ¡Sólo así lograréis la victoria, alegría en el hogar y paz en el alma!”

Estas charlas se oían por todo el país, y durante esos quince a veinte minutos diarios, Unión Radio Sevilla acaparaba toda la audiencia española.

El discurso de Queipo de Llano no era nada retórico. Sus armas de guerra psicológica, que tanta fama le dieron, eran el placer de la represalia, la publicidad en el terror, la desproporción entre los supuestos delitos y el castigo que llegaría y el desprecio al enemigo, con abundantes dosis de humor negro y un lenguaje vulgar.

Por su parte, la prensa adicta al régimen de Franco, veía la situación desde otra perspectiva, naturalmente.

“El general don Gonzalo Queipo de Llano, durante mucho tiempo fue el que mejor supo dar espirituales alientos a nuestros hermanos que estaban en las ciudades dominadas por los rojos. ¿Quién no se acuerda de aquella su voz que daba a todos las ‘buenas noches señores’ y a quien parecían esperar la luna, las estrellas y todos los españoles?”

Más allá de esta idílica recreación de Fernández de Córdoba, lo cierto es que el aliento a los perseguidos en la España republicana, se combinaba en las charlas de Queipo con la calumnia y la amenaza.

Desde el micrófono de Unión Radio Sevilla, Queipo de Llano incitaba a “matar a los rojos como a perros” y explotaba el temor que despertaban los legionarios y regulares marroquíes, en especial entre las mujeres. Más de una vez habló de manera abierta o velada de las violaciones perpetradas por el ejército de África:

“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas practican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pataleen”.

Ante estas amenazas, la población huía despavorida cuando escuchaba que el ejército de África avanzaba hacia sus pueblos ante el terror que inspiraban estos “liberadores”.

Varias veces fueron las ocasiones en las que el “general de la radio” se jactó de haber ganado batallas desde el micrófono gracias a su particular estilo.

La voz de Queipo de Llano era muy característica y podía dar la impresión al oyente de que el locutor tenia ciertas inclinaciones etílicas, que él desmentía. Seguramente, fue el personaje rebelde al que más denigró la propaganda republicana. Lo apodaban el borracho de Sevilla, y así le representaban en poemas como el que le dedicó Rafael Alberti en 1936:

Señores, aquí un salvador de España. Viva el vino. Viva el vómito. Esta noche tomo Málaga. El lunes, tomé Jerez, martes Montilla y Cazalla, miércoles Chinchón. Y el jueves borracho. Por la mañana todas las caballerizas de Madrid, todas las cuadras, mullendo los cagajones me darán su blanda cama.

El 31 de enero de 1938 Franco formó su primer gobierno en Burgos, la capital de los sublevados. Al día siguiente, Queipo de Llano suspendió sus charlas bajo la indicación de Ramón Serrano Suñer, cuñado del caudillo y por aquel entonces un personaje muy popular y próximo al generalísimo, quien pensaba que aquellas intervenciones tan agresivas y pintorescas no favorecían a los intereses del bando nacional.

Fueron casi 600 charlas en 8 meses, pero el apodado “virrey de Andalucía”, un personaje incómodo, no se adaptaría fácilmente al nuevo régimen.

Queipo de Llano interpretó la concesión de la Cruz Laureada Colectiva de San Fernando -la más alta condecoración militar del Reino de España- a la ciudad de Valladolid como una afrenta personal de Franco, a quien el “general de la radio” consideraba deudor de los esfuerzos que se hicieron desde la capital andaluza para tomar Madrid.

De héroe a villano, el general fue enviado a Italia de Mussolini bajo la supervisión de la policía al frente de una misión militar ficticia, «al servicio de otros ministerios» como una forma de librarse de su incómoda presencia.

En los años sucesivos del franquismo, el general Queipo de Llano fue prácticamente borrado de la memoria heroica del Régimen hasta el día de su muerte el día 9 de marzo de 1951 en su propiedad del término de Camas, denominada Cortijo Gambogaz.

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