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 Richelieu y la nobleza

Richelieu y la nobleza

lunes 11 de diciembre de 2017, 16:06h
Los contrarios a Richelieu dejaron la imagen de un ministro que se había adueñado totalmente de la débil voluntad de Luis XIII.

La realidad fue más compleja. Durante mucho tiempo Luis miró con mucho recelo a Richelieu. Y aun después de elegirlo primer ministro, seguía sintiéndose incómodo ante un hombre 17 años mayor, con una inteligencia y una determinación de las que él mismo carecía. Richelieu supo valerse de las debilidades del rey para fortalecer su poder, por ejemplo indisponiéndolo con la reina madre y sobre todo con su esposa, Ana de Austria, y proporcionándole amistades, femeninas y masculinas, que dieran cauce a la emotividad del rey. Gracias a su condición de cardenal, no dudaba en ocasiones en sermonearlo, instándolo a comportarse a la altura de su cargo.

Pero Luis XIII nunca dejó de ser el verdadero soberano. Richelieu era sabedor de que su posición pendía del delgado hilo del favor real, y en varias ocasiones creyó perderlo, como en la Jornada de los Engaños o en la conspiración de Cinq-Mars, alentada tácitamente por el soberano. Su gran baza para mantenerse en el poder era su propia capacidad política, y la creencia que supo transmitir a Luis de que con su política la monarquía francesa recuperaría todo su esplendor. Los éxitos militares y diplomáticos que se sucedieron desde 1628 convencieron a Luis de que la política de Richelieu era la buena y que su contribución resultaba imprescindible. Como le escribía ya en 1626: "Tengo puesta en vos toda mi confianza, y ciertamente nunca he encontrado otro hombre que me sirviera tan a mi gusto...".

Desde el siglo XVI la monarquía francesa se hallaba cercada territorialmente por España, que poseía Flandes, Luxemburgo, el Franco Condado y Milán, además de Estados aliados como Saboya. Richelieu (a la derecha, en una medalla) se propuso invertir la situación, reforzando las fronteras mediante una cadena de fortalezas e interviniendo en la política italiana y alemana para extender la influencia francesa. La guerra abierta entre Francia y España estalló en 1635, y se saldó con decisivos avances franceses en Flandes y Cataluña. Enrique de Rohan encarnó la resistencia de los protestantes a la política religiosa de Luis XIII y Richelieu. En 1628 La Rochela, plaza fuerte de los hugonotes, se rindió al ejército real tras un durísimo sitio de 14 meses de duración. Rohan, desposeído de sus feudos, marchó al exilio, aunque unos años después volvió al servicio de la monarquía.

Cristina de Francia, hermana de Luis XIII, se convirtió en duquesa de Saboya en 1630 junto a su esposo Víctor Amadeo, inaugurando un largo período de influencia francesa en el ducado, frente a la presión hispana. Un año antes Richelieu había conquistado la fortaleza de Pinerolo, que quedó en manos de Francia en virtud del tratado de Cherasco.

Enrique II de Montmorency era en 1632 gobernador de la provincia de Languedoc. Cuando Gastón de Orleáns lanzó una invasión desde Lorena contra Richelieu, Montmorency se sumó al movimiento, pero fue derrotado, apresado y luego ejecutado en Toulouse. Richelieu aprovechó la situación para reforzar el poder del rey en la provincia.

Gastón de Orleáns, el díscolo hermano pequeño de Luis XIII, se refugió en 1629 en Lorena, huyendo de Richelieu, y tres años después se casó con la hija del duque lorenés Carlos IV sin pedir permiso al rey. Fue la excusa para que Richelieu lanzara una operación de castigo que llevó a la toma de Nancy en 1633 y la ocupación del país hasta 1641. Bernardo de Sajonia-Wei-mar, un general alemán que desde 1635 era financiado por Richelieu, conquistó la fortaleza de Breisach con la esperanza de convertirla en capital de un Estado propio. Pero a su muerte en 1639 Richelieu logró que la plaza fuera transferida a Francia, cumpliendo el viejo anhelo de la monarquía de alcanzar la frontera del Rin. El príncipe de Condé comandó la ofensiva francesa contra España por la frontera del País Vasco, tras la declaración de guerra entre ambos países en 1635. Las operaciones se centraron en Fuenterrabía, importante plaza fronteriza. El asalto final francés fracasó, y Richelieu quiso culpar de todo a un subordinado de Condé, el duque d’Épernon. El conde-duque de Olivares, en su larga pugna con Richelieu, sufrió en 1640 un golpe del que ya no se recuperaría: la revuelta de Cataluña, auspiciada en buena medida por agentes franceses. A principios de 1641 las autoridades de la provincia proclamaron su incorporación a la monarquía francesa, origen de una guerra que duraría dos décadas.

El marqués de Cinq-Mars, un joven de apenas 22 años, fue el último favorito de Luis XIII, y también el último conspirador contra Richelieu. Su trama, en la que estaba implicado también Gastón de Orleáns, fue descubierta justo después de que Richelieu y Luis XIII realizaran su última gran conquista: Perpiñán, capital del Rosellón entonces español.

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