Ya he tratado en otros artículos este tema, aunque siempre es bueno retomarlo, sobre todo en el contexto del momento presente.
Quiero basarme en un autor gaditano del siglo XVIII José Cadalso y Vázquez de Andrade que fue con Jovellanos una de las figuras más destacadas en la literatura de su tiempo además de militar, alcanzando el grado de coronel antes de fallecer en San Roque el 26 de febrero de 1782.
Escribió varias obras literarias, unas epistolares, poemas, y sátiras. La que traigo a colación para dar pie a este artículo se titula “Los eruditos a la violeta o curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones, para los siete días de la semana, publicado en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco” escrita en 1772 y nada más comenzar realiza una advertencia, que transcribo ya que no tiene desperdicios.
“En todos los siglos y países del mundo han pretendido introducirse en la república literaria unos hombres, que fundan su pretensión en cierto aparato artificioso de literatura. Este exterior de sabios puede alucinar a los que no saben lo arduo que es poseer una ciencia, lo difícil que es entender varias a un tiempo, lo imposible que es abrazarlas a todas, y lo ridículo que es tratarlas con magisterio, satisfacción propia, y deseo de ser tenido por sabio universal. Ni nuestra era, ni nuestra patria está libre de pseudoeruditos, (si se me permite esta voz). A ellos va dirigido este papel irónico, con el fin de que los ignorantes no los confundan con los verdaderos sabios, en desprecio y atraso de las ciencias, atribuyendo a la esencia de una facultad las ridículas ideas, que dan de ella los que pretenden poseerla, cuando apenas han saludado sus principios”
Con esto sobraría para dar pie a un estudio pormenorizado de nuestro actual elenco de políticos que pretenden gobernarnos, y que el común de los mortales hemos votados en las urnas para que nos representen durante cuatro años. Nadie sabe con exactitud quien es la persona que se vota, ni tampoco nos detenemos en saber qué capacidad posee, para representar un cargo determinado.
En el marco de este sistema social podemos observar que existen innumerables personas que asumen saber más de lo que realmente saben y lo peor de todo esto, es, que no saben, pero hablan de todo imponiendo sus posibles conocimientos, es una enfermiza tendencia a sobrevalorar sus conocimientos, capacidades y aptitudes.
Esto es fácil detectarlo en cualquier empresa, desde su director, pasando por técnicos, administrativos y trabajadores. ¿Quién de ustedes no se ha encontrado a un compañero/a que parece saber mucho y a la hora de la verdad es un inepto? ¿Quién ha colocado o valorado a esa persona? Ustedes mismo pueden darse cuenta. No ya sólo, en el ámbito laboral, sino en otros ámbitos como el sindical, cuyos electos suelen tener un “pico de oro”, “y algunos ni eso” pero luego no se sustentan en nada, políticos de turno que hablan más de lo que saben, o que por el contrario son unos loros que repiten aquello que les dicen que digan, aún a sabiendas que son sandeces.
Es cierto que hemos entrado en este siglo XXI dando traspiés, y que la mayoría hemos sufrido tal zarandeo que hemos perdido el norte, pero eso no exime para que podamos profundizar sin prisas, pero sin pausa, sobre la causa que origina esta realidad.
No podemos seguir pidiendo “pan y circo” creyendo que esto es lo mejor para la sociedad y nuestro crecimiento, no podemos dejar nuestro futuro y el de nuestros hijos en manos de ignorantes, que creen saber y pretenden retrotraernos a tiempos pasados autocráticos, significando una involución en derechos y libertades sobre lo ya avanzado en conquistas individuales y colectivos ya sean de mujeres, violencia de género o del colectivos LGTBI que esta semana celebra el orgullo para pesar de las derechas.
“Los mediocres normalmente rechazan todo lo que va más allá de su entendimiento” (François de la Rochefoucaulo)
Si (
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