Paisajes interiores habitados
Señala el autor en la presentación de la obra que “cuando me planteé la exposición estuve dándole vueltas a la temática. Redescubrí oras hechas, otras con falta de ‘cocción’, y otras recién iniciadas. La búsqueda –dice Cortés- me llevó a decidirme por las figuras representadas en sus más diversos estados. Imágenes que conllevan a la ruptura, a la deriva, al desbordamiento, como también a la sintonía a la armonización o a la construcción de mundos más apaciguados. La observación de tanta obra, de tanto apunte y de tanta obra inacabada, que me hizo reflexionar sobre la cotidianeidad de los personajes, la conciencia narrativa de la figura humana en sus más complejos estados representativos, unas veces diáfanos, otras imprecisos, y también vacíos. Tales estados subyacen de la transgresión, de la negatividad experiencial, del diálogo interactivo e seres enfrentados, confrontados o amistosos”.
Declara Cortés en el último párrafo de su exposición que “cuando reemprendí el proceso de acabado de las obras hicieron que me sintiera observador y observado. Era como meterse dentro de una divina comedia o de una tragedia. Son mundos tan diversos y tan difíciles de habitar que nos colocan unas veces en el paraíso, otras en el purgatorio y las más en el infierno. Otro de los condicionantes de la exposición es el mestizaje de técnicas y recursos en una misma obra, en la conexión con las demás o en la individualidad. Todo esto la hace paradójica, encuentra lo explícito y conectarlo con lo implícito será el reto que nos marque a cada uno”, concluye.