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"Juan de Aragón. De las armas al descubrimiento de la Antigüedad", por Pedro Cuesta Escudero, autor de Mallorca patria de Colom

'Juan de Aragón. De las armas al descubrimiento de la Antigüedad', por Pedro Cuesta Escudero, autor de Mallorca patria de Colom
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miércoles 25 de mayo de 2022, 08:13h
'Juan de Aragón. De las armas al descubrimiento de la Antigüedad', por Pedro Cuesta Escudero, autor de Mallorca patria de Colom
'Juan de Aragón. De las armas al descubrimiento de la Antigüedad', por Pedro Cuesta Escudero, autor de Mallorca patria de Colom

El pasado viernes, 20 de mayo, estuvimos en la catedral de Tarragona para exhumar los restos del que fue arzobispo de dicha archidiócesis Alonso de Aragón, hijo natural de Alonso de Aragón, el hijo primogénito del rey Juan II de la Corona de Aragón, pero por ser bastardo la primogenitura le correspondía a D. Carlos, el Príncipe de Viana. Aunque el heredero fue Fernando II el Católico. A pesar de las dificultades se pudo introducir el endoscopio en la tumba, pero la encontramos llena de tierra por haber sido profanada. Nos habían asegurado que era la única sepultura que las tropas napoleónicas habían respetado. No fue así. Pero no desistimos porque estamos convencidos del origen mallorquín de Cristóbal Colom, hijo natural de D. Carlos el Príncipe de Viana y de Margalida Colom, por lo que proporcionaremos restos genéticos al Dr. Lorente de Juan de Aragón, otro hijo de Alonso de Aragón, enterrado en el monasterio de Montserrat, ya que el cromosoma Y es el mismo en los ascendientes y descendientes por vía masculina. Volvemos al costoso trámite de los permisos. Aunque la sospecha nos sobrevuela, ya que las tropas napoleónicas también pasaron por Montserrat.

Juan de Aragón, conde de Villahermosa

Juan de Aragón fue hijo primogénito natural de Alonso de Aragón. O sea, nieto también del rey Juan II de la Corona de Aragón, por lo que era primo hermano de Cristóbal Colom. Nació en Benabarre, capital de Ribagorza, en 1457. Sucedió a su padre en el condado de Ribagorza y también fue figura destacada en las armas y política de Aragón. Es de suponer que pronto estuviera en la Corte, donde se pudo aficionar a la música –pues sus biógrafos refieren que llegó a ser «gran músico»–, y donde recibiría la formación específica para las armas y el gobierno. En 1473 se amplió el feudo de Ribagorza a su favor, tras combatir con sólo catorce años junto a su padre, ganando dos banderas en la batalla de Rubinat, que se conservaban en la parroquia de Pedrola años después, dato que confirma su inclinación y dedicación a la milicia desde muy joven, y el peso del ascendiente paterno.

Matrimonio del conde con María López de Gurrea

Don Juan, a raíz del matrimonio de su padre con Leonor de Soto en 1477, entró por decisión del Rey en posesión del condado de Ribagorza, lo que confirma la confianza que en él tenía su abuelo. Y al morir Juan II, dejó dispuesto que la sucesión del condado de Ribagorza fuese perpetua para los descendientes de don Juan, y encargó a su hijo don Fernando (el Católico) que favoreciese el matrimonio del Conde con María López de Gurrea, conocida por el sobrenombre de la «rica hembra», en atención a su riqueza, la mayor entre las mujeres de Aragón. Don Fernando cumplió con ese querer, y en 1479, festividad de san Juan, don Juan desposó a doña María. Este matrimonio supuso un hito para su linaje, tanto por la fortuna y estados de la «rica hembra», como por su cultura. Su esposa aportó el señorío de Torrellas, Los Fayos, Santa Cruz, Berbegal y sus aldeas, El Tormillo, La Mazadera, La Torre, Grañén, Quarte, Monflorit, Otura, las villas de Luna y Erla, Alcalá de Ebro y Pedrola, verdadera capital de todos estos lugares, y tras este matrimonio los descendientes de don Juan pasarían a anteponer, ordinariamente, el apellido Gurrea al de Aragón. Pero, además, de ella se dice que tenía amplios conocimientos culturales y que llegó a dominar el latín, el griego y el hebreo. Todo ello dejaría una fuerte impronta en su familia, a pesar de fallecer pronto, en 1492, tras trece años de matrimonio. De los hijos varones que tuvieron sólo sobrevivió Alonso Felipe, el padre de don Martín, que nació en Zaragoza en 1487, y sus padrinos fueron los Reyes Católicos, manifestación de la cercanía de la Corona a esta Casa.

Virrey de Cataluña y de Nápoles

Don Juan no volvió a casarse. Su principal dedicación fue el servicio a su tío el rey Fernando, que le otorgó su confianza, siendo con sólo veinticuatro años uno de los pocos Grandes que se halló en la jura del príncipe Juan, en 1481. Ese mismo año acudió a las cortes de Aragón, en Calatayud, ocupando el primer puesto de la nobleza como conde de Ribagorza. Obedeciendo a una petición del Rey, acudió a la guerra de Granada en 1483. Participó en los sitios de Loja, Baza, Almería, Montefrío y Moclín. En Illora consiguió arrojar al enemigo, tras haber sido rodeado y muerto su caballo. En junio de 1486 el Rey le nombró caballero. En 1495 recibió el nombramiento de virrey de Cataluña, y ejerció el gobierno durante diez años, hasta 1505, destacando por su defensa del Rosellón. En 1506 fue junto al Rey a Nápoles –antes pasaron por Roma, y fueron recibidos por Julio II–, entrando en la ciudad partenopea en noviembre de ese mismo año. El 4 de junio de 1507, en sustitución del Gran Capitán, fue nombrado virrey y capitán general de Nápoles. Gobernó durante tres años, con bastante acierto, a pesar de que las condiciones económicas eran precarias. Mejoró las defensas de los puertos, consiguió galeras y pagó a las gentes de armas. Consiguió hacerse con una buena información de los asuntos del Reino, y trató difíciles temas con la Iglesia. Dirigió las fuerzas militares de España, Francia y el Papado contra la república de Venecia, conquistando numerosas plazas, pero a pesar de los éxitos, el Rey le destituyó en 1509, aduciendo la presunta ineficacia de su ayuda a los franceses –aunque la verdadera razón, que don Juan no sabría hasta su regreso a España, fue evitar el Rey el avance francés, para lo cual no ayudó a los franceses, echando la culpa al Virrey–, dura prueba para su lealtad.

Sepulcro de Juan de Aragón

Los años italianos fueron decisivos para su inclinación hacia el arte y la Antigüedad. De Italia, que volvió a recorrer cuando regresó a España –pasando de nuevo por Roma–, trajo algunas piezas notables, sobresaliendo una bella estatua de mármol y doce grandes medallones del mismo material. En Italia encargó también su sepulcro, en 1508, a un tal «maestre Gabriel», bellísimo modelo de estatuaria funeraria, uno de los primeros ejemplos renacentistas de la monarquía hispánica, que hoy se puede admirar en la iglesia de Montserrat donde fue instalado desde un principio.

. En su testamento dejaba «para acabar nuestra sepultura de Monserrat II cientos ducados de oro, como maestre Gabriel lo concertó con nosotros si en nuestra vida no la acabáramos de hazer», por lo que se puede suponer que en esa fecha no estaba concluido. El sepulcro de don Juan es contemporáneo del realizado en Génova para el arzobispo Diego Hurtado de Mendoza. La traza del de don Juan es moderna, estructurado en dos cuerpos, el inferior rectangular y el superior semicircular. El primero, y principal, está enmarcado por columnas clásicas de elaborado fuste, y acoge en el centro al sepulcro, sostenido por dos guerreros genuflexos que portan su escudo, grande. Sobre el sepulcro, y bajo el arcosolio, está don Juan. En el cuerpo superior se aloja un bello bajorrelieve de la Adoración de los Reyes. Toda la decoración es plenamente renacentista, muy lograda. El friso bajo el arcosolio representa reiteradamente el taladro, emblema de don Juan, enmarcado por una corona de laurel. En la basa de las columnas exentas están representadas sendas criaturas aladas, un águila que se prepara para volar, probablemente el Ave Fénix, y, una especie de esfinge con las alas desplegadas. Don Juan, arrodillado y orante, está de perfil, con gran espada al cinto, que cae en diagonal y destaca poderosamente, y lleva armadura completa, aunque el faldín –trabajado con detalle, pero algo rígido–, llega hasta la rodilla, y resta presencia a la armadura. Es una figura bien elaborada, pero al contrario que el resto del sepulcro, evoca más las miniaturas tardomedievales que las modernas efigies de los héroes all’antica. Este sepulcro de Juan de Aragón, conde de Ribagorza está en el atrio de la Iglesia del monasterio de Montserrat. A ambos lados del sepulcro, uno en castellano y otro en catalán, está la siguiente leyenda:

SEPULCRO DE DON JUAN DE ARAGÓN

PRÍNCIPE DE LA CASA REAL DE CATALUÑA

SOBRINO DE FERNANDO EL CATÓILICO

CONDE DE RIBAGORZA

PRIMER DUQUE DE LUNA

SEÑOR DE AMPOSTA

VIRREY DE CATALUÑA

Y NÁPOLES

EL 5 DE JULIODE 1528

Es que este monasterio estaba vinculado a los Reyes Católicos y a Carlos V Le mostraron una especial predilección. Es interesante constatar su deseo de fijar en vida el aspecto de su morada última, sobre todo si se tiene en cuenta su edad y buena salud, debiéndose de suponer que el ambiente cultural italiano, con sus posibilidades artísticas tan superiores, así como su afecto a la belleza y a las creaciones renacientes italianas, influirían en tal decisión.

Afición de don Juan por las antigüedades

También entonces tomaría cuerpo su afición por las monedas antiguas, de las que llegó a reunir al menos 269 de plata. Ya en España el Rey le explicó las razones de su decisión y agradeció doblemente su lealtad, además de pedirle que aceptara nuevamente el gobierno de Cataluña. Se dice que fue entonces cuando eligió el dibujo y lema de su divisa, Francisco de Aragón dijo que «como venía escocido de las dicendas de aquellos grandes señores de Italia y de algunos de España, ni faltaban remoquetes y dichos de su venida y disfavor o culpa, si había tenido; y como entonces se usaba mucho por empresas responder a cosas de este jaez, tomó por divisa en sus armas, en todos sus reposteros, camas, doseles y plata y en los edificios, como hoy están puestos, un taladro, y dice la letra: tal ladró que no mordió; ella es un poco gordica y no muy especulativa, pero es a lo viejo y basta para su disculpa” encargando medallas con esa iconografía, que veremos más adelante, junto a gran número de joyas y armas, algunas de extraordinario valor, como el «collar nuestro de la Victoria», los «VIII joyeles nuestros con sus piedras y perlas» que dejó a su hijo don Alonso Felipe –que le costaron diez mil ducados–, y otras muchas piezas. Todas ellas manifestativas de su dignidad y refinamiento.

En ese mismo 1512 el Rey le concedió el ducado de Luna y a su hijo don Alonso Felipe el condado de Ribagorza. Ese año las cortes aragonesas decidieron servir al Rey con un contingente militar durante casi tres años, dejando a su arbitrio los capitanes de las fuerzas, uno de los cuales fue don Juan. En febrero de 1513 aceptó el virreinato de Cataluña, pero lo dejó un año después. Asistió a Valladolid a la boda de su hijo, yendo después en romería a Santiago de Compostela, tras lo cual se retiró a una residencia que se había hecho construir muy cerca de la de Pedrola, en Bonavía, aunque participó en nuevas misiones. En 1514 comenzó el pleito para intentar recuperar el ducado de Villahermosa. En 1515 asistió con su hijo a las cortes aragonesas de Calatayud, ocupando una vez más el primer lugar de la nobleza. Como manifestación de su proximidad a la Corona, figuró entre los pocos señores ante los que otorgó testamento el rey Fernando el 26 de abril de ese mismo año.

Sus retiros en Pedrola fueron cada vez mayores, sobre todo en la referida Bonavía, situada junto a una venta sita en un cruce que unía los caminos de Barcelona, Zaragoza, Borja, Tarazona y Navarra, donde podía conocer de los viajeros noticias de lugares lejanos. Don Juan murió el 5 de julio de 1528 durante la celebración de las cortes aragonesas en Monzón, y su cuerpo fue expuesto en la catedral de Santa María, rezando ante él el Emperador y todos los prohombres de Aragón, luego fue trasladado al monasterio de Nuestra Señora de Linares, en Benabarre, y finalmente al monasterio de Montserrat, al sepulcro que se había hecho labrar en Italia.

Don Juan fue un hombre de armas, como quiso que se le representase en su sepulcro, unido al Rey y al Emperador –que le llamaba «caro tío» o «Reverendísimo tío nuestro», pero la cultura también le importó, su afición por las antigüedades fue «mayor de lo que la costumbre en aquellos tiempos usaba». Él fue el iniciador de esa pasión por la cultura y la Antigüedad en su Casa, gracias, sin duda, a su esposa María López de Gurrea y a sus años en Italia.

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