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"La guerra obliga a vivir bajo tierra", por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros

'La guerra obliga a vivir bajo tierra', por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros
viernes 06 de mayo de 2022, 08:04h
'La guerra obliga a vivir bajo tierra', por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros
'La guerra obliga a vivir bajo tierra', por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros

Con la guerra de Ucrania se pone de manifiesto la terrible situación en que muchos se encuentran viviendo semanas y meses en sótanos y refugios a fin de salvar la vida de los salvajes bombardeos. A través de los medios de comunicación reparamos en sus sufrimientos y miedos cuando algunos consiguen abandonar su escondite gracias a operaciones auspiciadas por Naciones Unidas y la Cruz Roja. Ahora bien, ¿quién nos garantiza que cualquiera de nosotros no podría quedar atrapado bajo los escombros? Un terremoto, una explosión de gas, un atentado terrorista o cualquier otro siniestro nos puede sobrevenir inopinadamente. ¿Nos podríamos imaginar la desesperación vital de sentirse sepultado en vida? Y no es lo mismo compartir con otros la misma desgracia que tenerla que vivirla uno solo. Es mucho más terrible y desesperante.

Me siento obligado a reproducir las primeras páginas del libro que escribí hace un tiempo titulado ATRAPADO BAJO LOS ESCOMBROS, cuando el terremoto de Lorca.

El derrumbe total

¿Qué es esa sima profunda que se me abre a mis pies?... ¿Caigo?... ¡Estoy cayendo en un pozo oscuro y sin fondo! ¡Qué sensación más horrible! ¡No llego nunca el final! ¡El vértigo remueve todas mis fibras!

-¡Socorro!...

Nadie me oye. Y no me puedo agarrar a ninguna parte, porque las paredes parecen gelatinosas. Estoy rodeado de un ambiente nebuloso.

¿Qué son esas figuras irreales de color violeta?

¡Caigo vertiginosamente! ¡Qué experiencia más terrible! ¡Hacia abajo, aún más abajo, cada vez más abajo! ¡Qué vértigo más espantoso siento en este infinito en descenso! Noto como mi corazón se agita tumultuosamente, que me da la sensación que se va a salir por la boca a borbotones. ¡Qué frenético pavor!

¡Allá abajo, allá abajo entre círculos concéntricos, allí se ve el final de este gran vacío! ¡Reventaré irremisiblemente! ¡Estallaré en pedazos!

¡No puedo aguantar más esta angustia! ¡Que acabe pronto esta horrible pesadilla!

Sigo vivo.

¿Sigo vivo!...

Debo estar vivo, en caso contrario no lo notaría.

Pues no he reventado contra el suelo. ¿Cómo es posible después de esta vertiginosa caída?...

¡Qué extraño! ¡Si caía a una velocidad endiablada!

¿Me estoy viendo? ¿Cómo puedo verme yo mismo desde arriba? Porque ese soy yo. ¡Es insólito! No se me ve nada roto, estoy entero.

¿Qué me está pasando? No tengo dolor alguno. Al contrario, siento una placidez agradable.

¿Dónde estoy? Esta nebulosa que me está envolviendo no me deja ver. Noto así como frío. Sí, me está entrando frío.

¡Qué sensaciones más extrañas me están sucediendo!

¿Estoy solo?... No veo nadie más. Gritaré con todas mis fuerzas. ¡No puedo!... ¡Mi voz apenas sale de mi garganta!

¡Qué repentina inmovilidad en todo lo que me rodea! ¡Qué sensación de insipidez y de humedad! ¿Este es el inefable reposo que nos espera en la tumba?

¡Yo no he muerto!

¿Me habrán enterrado vivo? ¡Me espanta la idea de estar enterrado vivo! ¡No puede ser…, no estoy enterrado vivo! ¡No estoy enterrado! ¡Me han abandonado! ¡No quiero estar solo!

-¡Auxilio! ¡Socorro!

Mi voz retumba como cavernosa. Me hace temblar el sonido de mi propia voz. ¡Nadie me oye!

Noto como respiro con verdadera angustia. ¡Falta oxígeno!... Me rodea un misterioso vapor, apenas perceptible, de color plomizo.

¿Qué es ese clamor quejumbroso?... Parece como el sollozo de un niño…. ¡Ahg!, mis oídos estallan. ¡Qué grito infrahumano! Como si brotara del infierno. ¡Es un espeluznante alarido de gargantas de condenados a horribles torturas!

¡Dios mío, apiádate de mí! ¡Sácame de esta región de horrores! ¡Te lo pido con toda mi alma, Dios mío!

¿Estoy en el infierno? ¿He caído en el infierno?

¡No, no…, yo no debo estar aquí! ¡No es justo! ¡No he hecho nada malo! ¡Madre mía! ¡Virgen santa, tu puedes interceder, sálvame! Me aparté de la Iglesia como muchos otros, pero he sido buena persona. No he hecho mal a nadie, al contrario, he procurado hacer todo el bien que he podido. Te debe constar. Sí, a veces me he dejado llevar por el egoísmo. Pero es algo normal y natural. Nunca he sido hipócrita. Para mí ese es el peor de los pecados, aparentar ser piadoso y explotar todo lo posible al prójimo. Nunca pretendí tener a Dios de mi parte para cometer fechorías. No he sido tan pecador. Mis pecados son normales, como los de todos. ¡Dios mío, no me abandones en este lugar infernal!

¡Qué región más lúgubre! ¡Qué larga agonía! ¿Cuándo moriré? ¿Cuándo acabará todo? Quiero desaparecer para siempre. Ya no aguanto más. ¡Que venga el final!

¡Pero si yo ya estoy muerto!

¿Cómo muerto?... ¿Acaso hay otra vida después de la muerte? ¿Es verdad lo que decían que hay otra vida después de la muerte?

La Iglesia nos dice que después de la muerte terrena hay otra vida, una vida eterna.

¿Eterna para siempre jamás?

¡Que no me abandone la fe en estos momentos tan críticos! Los curas siempre decían que para alcanzar la salvación eterna había que tener fe. También nos repetían machaconamente que en los momentos más críticos el diablo trataría de arrebatarnos la fe para que nos condenemos eternamente. ¡Creo firmemente, Dios mío! ¡Ayúdame a superar este trance! ¡No me abandones!

¡Cada vez hay más claridad sulfúrea! ¡Dios mío, qué figuras más aterradoras están surgiendo en tromba del centro de esa nebulosa! Un rojo más oscuro se extiende sobre esas figuras sangrientas.

¡Que no me vean! ¡No me puedo mover! ¡Qué sensación de impotencia más desagradable! ¡Son espectros con cabezas de fuego! ¡Ojos grandes, fosforescentes, licuescentes!

¡No tengo escapatoria! ¡Noto como pupilas demoniacas, de una viveza siniestra y feroz, se clavan en mí desde mil sitios distintos! ¡Me someterán a experimentos extraños y a las torturas más pavorosas que jamás mortal haya imaginado! ¡Qué angustia más espantosa percibo! ¡Mi corazón va a estallar!

  • ¡No os acerquéis! ¡Fuera!... ¡No me toquéis!

¡Ahg…, no había visto el que se me ha tirado por la espalda! ‘Qué sentimiento de repugnancia más estremecedor advierto1 ¡Qué negros e hirsutos pelos me han rozado la nuca y la cara! ¡Qué asco más espantoso! ¡Cómo me duele el brazo! Es un fuerte dolor agudo. ¿Con qué me habrán pinchado? La herida me abrasa. ¡Todos tienen capacidad para penetrar en mi interior!

  • ¡Fuera!... ¡Os trituraré a todos! ¡Largo…, largo de aquí seres inmundos!

Han desaparecido esos seres inmundos.

No se han ido por ellos mismos, sino que yo los he ahuyentado de aquí. El esfuerzo que he tenido que realizar ha sido tremendo. Me duele todo el cuerpo. ¡Qué pesadilla más espeluznante!

¿Sólo ha sido una pesadilla? ¿He despertado de una terrible pesadilla? ¿No ha sido verdad lo de esos seres demoniacos? La nebulosa que me envolvía ha desaparecido. Todo ha desaparecido. Por fuerza ha tenido que ser una pesadilla.

¿Y por qué no hay nada ahora?

Puede que todo esto sea la horrible experiencia del final de la vida. Ahora todo está acabado. Se acabó la vida.

No puede ser que todo esté acabado. Estoy pensando. Si pienso, como dijo Descartes, es que existo.

Puede ser que por inercia mi mente continúe pensando y yo, sin embargo, ya estoy muerto. Deben ser los últimos efluvios de la mente.

Pero noto el movimiento tumultuoso de mi corazón y el rumor de sus latidos.

Puede que todo forme parte de los últimos fluidos. Dentro de poco ya no notaré nada, todo se habrá acabado.

Tengo sensación de movimiento y de tacto. Tango la sensación de estar tendido. No…, estoy medio incorporado, sentado. Me levanté para expulsar a esas aterradoras figuras.

¿No fue pesadilla? ¿Fue una lucha real?

Este enorme malestar que siento en todo mi cuerpo ha sido por el vigoroso esfuerzo que he realizado para expulsar a esos seres inmundos. Perfectamente noto el dolor agudo de mi brazo. No ha sido una pesadilla. El brazo me duele a causa de la punzada que me dieron con el tridente.

No veo nada y, sin embargo, me doy cuenta de que tengo los ojos abiertos. Los abro y los cierro. Pero no veo nada. ¿También me habrán cegado? Posiblemente me habrán abrasado los ojos cuando estaba inconsciente.

No noto ningún dolor en los ojos.

Con una luz muy viva te pueden cegar sin que notes dolor físico alguno.

No, no puede ser. Aquello fue una pesadilla.

Pero el dolor del brazo es real. Tengo el dolor agudo de la carne desgarrada.

¡Qué incertidumbre más aterradora! ¿Cómo distinguir las sombras del desmayo de la sombra de las tumbas? Me rodea la negrura de la noche eterna. Estas tinieblas me oprimen y me sofocan. En la oscuridad no hay nada. Aunque percibo que la atmósfera es intolerablemente pesada.

¡¿Otra pesadilla?!

De momento tengo el sentimiento de existencia. Estoy pensando y estoy existiendo. Además percibo la sensación de existencia física, no me cabe la menor duda. La sangre se me acelera en torrentes. La noto por la garganta como si me abrasara. Extenderé los brazos alrededor y por encima de mi cabeza. No toco nada. ¡Un momento! Este es el suelo donde estoy tirado. Efectivamente, es el suelo y lo que toco ahora son mis piernas, mi cuerpo, mi cabeza…

¿Qué me está pasando? ¿Dónde estoy? No comprendo nada de lo que me está sucediendo. Emplearé la razón con calma. Buscaré la razón que le explique la situación en que me encuentro. He de luchar por entrar en razón. En primer lugar tengo que averiguar por qué estoy aquí, qué es lo que me pasa. A mi mente acuden infinidad de imágenes.

Ya me doy cuenta, esas imágenes son de Barcelona. Si…, exactamente, eso es Barcelona. La Meridiana, la plaza de Virrey Amat, el Buen Pastor, la Trinidad Vieja, la calle de los Postes, las torres de la Sagrada Familia, las Ramblas, la plaza de Cataluña, el parque de la Ciudadela… Las imágenes se suceden a velocidad de vértigo.

¿Y qué hago yo aquí? ¡Qué negrura! Solo noche, silencio, quietud. No se aoye nada. Me aterra este silencio. No veo, no distingo nada. ¡Dios mío, qué terrible experiencia!

¿No veo nada porque estoy ciego o es porque no hay ninguna luz en esta estancia? No hay ni una brizna de luz y por eso no veo nada. No estoy ciego, porque de estarlo tendría dañados los ojos y lo notaría.

En mi interior, en mi mente, en mis recuerdos, si que hay luz e imágenes. ¡Qué hermosa es Barcelona!

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