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LA CONQUISTA DEL CACICAZGO DE HIGÜEY Y LA FUNDACIÓN DE SALVALEÓN DE HIGÜEY, por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

LA CONQUISTA DEL CACICAZGO DE HIGÜEY Y LA FUNDACIÓN DE SALVALEÓN DE HIGÜEY, por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
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sábado 29 de enero de 2022, 09:52h
LA CONQUISTA DEL CACICAZGO DE HIGÜEY Y LA FUNDACIÓN DE SALVALEÓN DE HIGÜEY, por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
División territorial de la isla de Santo Domingo
División territorial de la isla de Santo Domingo

En el presente estudio se examina el proceso histórico que se inicia con el poblamiento indígena del cacicazgo de Higüey, a través de la información arqueológica. Asimismo, se analizan los diferentes aspectos de la conquista y colonización del cacicazgo. Se parte de las características y extensión de su territorio y se abordan los demás temas que caracterizan el período que abarca las siete primeras décadas del siglo XVI, entre los que se destacan: las guerras de conquista de la población indígena y su repartimiento entre los españoles; la fundación de la villa de Higüey; la implantación de las instituciones públicas y de gobierno, y aspectos de la vida social y económica; la función de Higüey en la conquista de Puerto Rico, por Juan Ponce de León; la despoblación de la isla Española y de Higüey, y la emigración a otras colonias; el traslado de la villa de Higüey al actual emplazamiento; la construcción de la iglesia de piedra, y el culto a la virgen de Altagracia.

Nicolás de Ovando
Nicolás de Ovando
Bartolomeu Colón
Bartolomeu Colón
LA CONQUISTA DEL CACICAZGO DE HIGÜEY Y LA FUNDACIÓN DE SALVALEÓN DE HIGÜEY, por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

El cacicazgo de Higüey

Los grupos indígenas del cacicazgo de Higüey predominantemente conocían la agricultura y la alfarería y vivían en poblados más o menos estables, algunos densamente poblados, como el del Macao. En este cacicazgo había alcanzado un gran desarrollo la denominada cultura taína, y era uno de los más importantes de la isla. Sobre la ubicación y construcción de los poblados y una de las modalidades del sistema de siembra de la yuca, empleado por los indígenas del cacicazgo de Higüey, refiere fray Bartolomé de las Casas, lo siguiente: “Las gentes de la provincia de Higüey tenían sus poblados dentro, en los montes; y estos montes son llanos como una mesa llana, y sobre aquella mesa comienza otra mesa, de la misma manera llana y montuosa más alta cincuenta y más estados… Estas mesas son de diez y quince leguas de largo y ancho y todas soladas, como si lo fuesen a mano, de lajas de peña viva muy áspera, como puntas de diamante. Tienen infinitos ojos o hoyos de cinco y seis palmos en torno llenos de tierra colorada, la cual para su pan cazabí es fertilísima y admirable porque, poniendo una rama o dos de la planta de donde salen las raíces de que se hace, todo aquel agujero o hoyo se hincha de sola una raíz, cuando él cabe. Y, aun sembrando en aquellos agujeros o hoyos dos o tres pepitas de nuestros melones, se crían de la misma manera, tan grandes, que no hay botijas de media arroba de las de España mayores, los en aquellas montañas llanas”.

Sobre los otros dos sistemas de cultivo de la yuca y de los ajes y batatas, el de la roza, consistente en la tala y quema del bosque y el basado en montículos o montones, los cronistas Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo han dejado en sus obras una detallada descripción de los mismos, y destacado la importancia del segundo. Este último era mucho más desarrollado, productivo y con consecuencias sociales, demográficas y políticas, al permitir la sedentarización de las comunidades agrícolas y ceramistas que lo practicaban.

El denominado cacicazgo de Higüey, cualquiera que fuera su verdadero nombre en la lengua de los indígenas que lo habitaban, y sus límites reales, ocupaba gran parte del territorio situado en la zona oriental de la isla La Española. Algunos de sus elementos geográficos característicos fueron descritos por fray Bartolomé de las Casas: “Torna la dicha provincia de Higuey por la del sur hasta cuasi veinticinco leguas o treinta de Santo Domingo, y así tiene de costa de mar más de cuarenta y cinco o cincuenta leguas; por la tierra dentro creo que tiene en lo que resta de contorno más de treinta”. Pertenecían al cacicazgo de Higüey la isla de la Saona y la isleta de Santa Catalina. Frente a la isla Saona, se encontraba la región de Cotubanamá, nombre del cacique de este territorio.

Bartomeu Colom

Bartomeu Colom, el hermano de Cristóbal, trabajaba como cartógrafo al servicio de Ana de Francia cuando a mediados de 1493 le llegó una carta de su hermano comunicándole el descubrimiento y llamándole a reunirse con él. Pero cuando Bartomeu quiso reunirse Cristóbal ya había partido para su segundo viaje. Financiado por la Corona, que puso a sus órdenes una pequeña flota, pudo viajar a la isla de La Española donde llegó el 24 de junio de 1494. Permaneció en la isla durante seis años y medio (1494-1500) con el cargo de Adelantado dado por su hermano. Este nombramiento, tildado de nepotismo, suscitó el enfado de Pere Tamarit, Bernat Boil, Alonso de Ojeda y otros personajes que, al sentirse preteridos, regresaron a España en los barcos en que había llegado Bartomeu, criticando ante la Corte el mal gobierno que lleva en la isla el Almirante.

Entre 1496 y 1498, Bartomeu Colom exploró la desembocadura del río Ozama, en la costa sur de la isla y fundó la ciudad de Nueva Isabela, en la orilla oriental del río. Devastada la ciudad por un ciclón la refunda en 1502 en la orilla opuesta el nuevo gobernador Nicolás de Ovando, quien la bautizó con el nombre de Santo Domingo de Guzmán, el actual Santo Domingo, capital de la República Dominicana.

En 1497, en ausencia de su hermano Cristóbal, estalló una revuelta encabezada por Francisco Roldán al frente de un grupo de descontentos por no haber percibido sus pagas. Tras intentar hacerse con la única carabela que se encontraba en el puerto, Roldán y los suyos se refugiaron en el interior de la isla, cometiendo todo género de tropelías. De vuelta a la isla La Española en agosto de 1498 Cristóbal Colom pactó un acuerdo con Roldán, enviando ambos sus informes a la Corona. El Almirante reclamó también el envío de un funcionario real o pesquisidor, aunque se lo pensó y prefirió, además, regresar a España para acallar los murmullos que se cernían sobre el gobierno de la isla.

Pero todavía estallaron nuevos enfrentamientos en los que Roldán volvía a ser protagonista. Bartolomé Colón hizo encerrar a dieciséis revoltosos en un pozo. En esas circunstancias llegó a la isla el 23 de agosto de 1500 Francisco de Bobadilla, hermano de Beatriz de Bobadilla que había sido amante del Almirante, con el cargo de juez pesquisidor. Al llegar Bobadilla a Nueva Isabela únicamente se encontraba allí su otro hermano Diego Colom. Y dos días más tarde hizo leer en la iglesia su cargo de pesquisidor y exige a Diego la liberación de los presos. Como este se negó a reconocer su autoridad, alegando que el título de Almirante de su hermano estaba por encima, Bobadilla ordena su prisión y la confiscación de los bienes del Almirante y de sus hermanos.​ Tras tomar posesión de la fortaleza, Bobadilla liberó a los presos e inicia una investigación secreta en la que participan todos los enemigos de los Colom. En sus pesquisas Bobadilla interroga a veintidós testigos acerca de la forma de gobernar que tenían, si habían intentado sublevarse, si impedían el bautismo de los indígenas y sobre el modo de impartir justicia.​ En septiembre, requerido por Bobadilla, Cristóbal se presentó en la Nueva Isabela y escribe a su hermano Bartomeu, quien se encontraba en Jaragua con Roldán reprimiendo una revuelta, para que acudiese pacíficamente a la Nueva Isabela y acatase las órdenes del pesquisidor. En cuanto llega a Nueva Isabela fue encarcelado junto con sus hermanos. Iniciadas las averiguaciones correspondientes a la situación y, entre otras medidas Bobadilla hizo algunas concesiones a los colonos y, con la finalidad de hacer cesar la situación imperante, despoja a Colom y a sus hermanos del gobierno de la isla, y de la dirección de los negocios resultantes del descubrimiento y, encadenados, los envía a España, al tiempo que él se hace con la gobernación de la isla. El 25 de noviembre llegan a la península los ilustres presos, hasta que los reyes tienen conocimiento de ello y ordenan su liberación y que se les hiciese entrega de dos mil ducados. El 17 de diciembre de 1500 se presentaron ante los Reyes Católicos en Granada y el Almirante se echó a llorar, que es consolado por la reina; pero Bartomeu no lloró ni se arrodilló. Altanero les dice que le habían hecho venir, que había perdido seis años de su vida pasando peligros y penalidades en el Nuevo Mundo, y que ahora que estaba todo hecho era vejado y deshonrado, por lo que si ya no se le necesitaba reclamaba que se le pagasen todos sus sueldos, que con ellos reharía su vida. Tras el indulto real, Bartolomé acompañó de nuevo a su hermano Cristóbal en el último de sus cuatro viajes, pero ya no recuperan la gobernación de la isla e, incluso, se le prohíbe a los Colom que desembarquen en La Española.

Nicolás de Ovando

Para poner en ejecución un nuevo modelo de conquista y colonización, los reyes sustituyen a Bobadilla y nombran gobernador de la isla al comendador fray Nicolás de Ovando. Para la toma de posesión de su cargo, Ovando salió de Sanlúcar de Barrameda el 13 de febrero de 1502, y llegó a La Española el 15 de abril de ese mismo año. Fue la flota con destino al Nuevo Mundo de mayor envergadura hasta entonces. La armada estaba compuesta por treinta y dos navíos, pero por haber ocurrido un vendaval, cerca de las islas Canarias, se perdió una nao grande con ciento veinte pasajeros, que murieron al igual que los marineros. De todos modos, el número de treinta y dos navíos se mantuvo, al tomar en Gran Canaria otra embarcación, para la gente de esa isla que se enroló en la expedición. Se embarcaron en total unos 1500 colonizadores, y a diferencia de cuando Cristóbal Colom, este grupo de colonizadores fue elegido al azar para representar a la sociedad española en el Nuevo Mundo. Fue la primera gran armada colonizadora, financiada fundamentalmente con capital privado, aunque también la Corona participó, sobre todo en tareas organizativas.​ El plan de Ovando, trazado por los Reyes Católicos, era desarrollar tanto la economía básica de La Española como establecer las estructuras políticas, sociales, religiosas y administrativas de la colonia.

Entre estos nuevos colonizadores vemos a Francisco Pizarro, quien más tarde exploraría la región occidental de América del Sur y conquistaría el Imperio inca. Así mismo, en otra embarcación del mismo viaje estaba Bartolomé de las Casas, más tarde conocido como "el Protector de los Indios". Según Las Casas, “la gente que se embarcó llegaron a dos mil y quinientos hombres; muchos entre ellos y los más eran personas nobles, caballeros y principales”. A falta de los documentos relativos a dicha armada, hemos recurrido al Archivo de Protocolos de Sevilla para estudiar la composición de la gente que fue en aquella expedición. Sobre lo afirmado por Las Casas, se ha reparado que es probable que así sucediera de verdad, aunque no cabe descartar que el dominico añadiese algo de su fantasía por colorear su propia existencia vital con más noblezas y caballerías de las existentes. En efecto, hemos constatado que la mayoría de los hombres que aparecen por sus registros no son ni mucho menos gente de postín, sino pobres asalariados que contratan sus servicios por varios años, buscando en las Indias el medro que les niega su tierra de nacimiento. Por lo general la edad de estos trabajadores, cuando la conocemos, no suele sobrepasar los treinta años. Pasaron algunas mujeres, con o sin marido.

No pudiendo Cristóbal Colom en su cuarto y último viaje atracar en La Española, tuvo que permanecer varado en Jamaica. Envió a algunos hombres a pedir ayuda a la isla de La Española, donde se estaba preparando la armada con Francisco Bobadilla para regresar a España. Colom avisó que no zarparan pues se avecinaba una gran tormenta, pues los dolores de sus articulaciones lo presagiaban. No le hicieron caso y gran parte de los barcos que zarparon se hundieron, muriendo en el naufragio Bobadilla. Mientras llegaba la ayuda Colom y los suyos hubieron de esperar junto a los indígenas, con los que compartía comida. Pero la relación con los nativos empeoró y dejaron de llevar comida a los españoles. Así, Colom decidió una estratagema para asustar a los indígenas. No sólo era un experto marino, sino también tenía conocimientos de astronomía. El Almirante llamó a los caciques locales y les dijo que Dios estaba enfadado con ellos porque ya no les llevaban comida, y que por eso esa noche oscurecería la luna y el cielo. En efecto, el 29 de febrero de 1504 se produjo el eclipse de luna que Colom tenía perfectamente previsto. El engaño dio resultado y los nativos se espantaron y volvieron a ayudar a los españoles.

Guerras de conquista del cacicazgo de Higüey

Cuando Nicolás de Ovando llega al Nuevo Mundo se encuentra con que la población nativa se hallaba en estado de insurrección, esencialmente en el cacicazgo de Higüey. Los abusos cometidos por unos españoles contra algunos indios que cargaban cazabe en una barca para llevarlo hasta una carabela, que se encontraba en la isla Saona, y la muerte del cacique de esta isla, despedazado por un perro, dio lugar a la reacción inmediata de los indios de la comarca. Aunque éstos no pudieron vengarse de los autores del crimen, posteriormente mataron a varios españoles. Para castigar esa acción, se decidió hacerles la guerra y esclavizar la mayor cantidad de indígenas. Ovando ordenó que de los pueblos de la isla, que entonces se reducían a Santiago, La Vega, Bonao y la recién creada ciudad de Santo Domingo, y con los españoles que habían llegado recientemente, y se encontraren sanos, se formase una hueste o ejército de trescientos o cuatrocientos hombres, bajo el mando de Juan de Esquivel, a quien nombró Capitán General. Esquivel había ya estado en la isla, cuando viajó con Colón en el segundo viaje, en 1493, y acababa de regresar con Ovando, en 1502. Dicha rebelión fue sofocada a través de una serie de campañas sangrientas. Además una serie de epidemias redujeron la población de La Española.

También los españoles hicieron que en la guerra participaran indígenas de otros lugares de la isla que ya estaban sometidos a la dominación de aquéllos. Como era de esperar, a pesar de cualquier superioridad numérica de los indígenas, éstos quedaban en desventaja frente al poder de las armas y de los instrumentos de guerra de los españoles. Aparte de las matanzas y represalias de que fueron víctimas, muchos de los indígenas que quedaron vivos terminaron siendo tomados como siervos para los nuevos encomenderos. Los demás se rindieron y fue acordada la paz, sobre la base de que hicieran una gran labranza de yuca, para producir cazabe para los españoles. Así, los indígenas se aseguraban no ser trasladados a la ciudad de Santo Domingo para quedar al servicio de algún español. Entre los representantes de los indígenas que intervinieron en la sumisión a los españoles, se encontraba Cotubano o Cotubanamá, que era uno de los más importantes caciques de la región. Terminada la guerra, Juan de Esquivel “hizo edificar una fortaleza de madera en cierto pueblo de indios, algo cerca de la mar metido en la tierra, donde le pareció convenir, y dexó allí nueve hombres con un capitán llamado Martín Villamán. Y despedida la gente de los españoles, cada uno se tornó a la villa de donde había venido con la parte que le venía de los esclavos”.

A los españoles que participaron en la primera guerra de Higüey, se les concedieron los dos tercios de los siervos y bienes del botín o despojo, como compensación por haber costeado la misma con sus propios recursos. A los reyes les correspondió el otro tercio. En vista de que esa distribución se consideró excesiva por la parte que les correspondía a los reyes, a solicitud de los vecinos y moradores de la isla Española, por Real Cédula del 5 de febrero de 1504 se modificaron esas proporciones, de manera que les tocara cuatro quintas partes a los españoles y un quinto a los reyes. Aunque en dicho documento no se menciona a las personas que, como procuradores de la isla, gestionaron que se dictara esa Real Cédula, la misma debió haber sido diligenciada por Juan de Esquivel y Francisco Velázquez, quienes desde fines de 1503 se encontraban en la Corte, “con una serie de peticiones de los avecindados que tuvieron la satisfacción más cumplida”. También Las Casas da cuenta de la misión de Juan de Esquivel en la Corte, cuando señala: “Después, hallando también por oneroso pagar a los Reyes el tercio del oro, tornaron los españoles desta isla a suplicar que no quisiesen llevarles tanto, y enviaron por procurador a los Reyes sobre ello a un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel. Y, en fin los Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera metales más del quinto”.

La frágil e inestable paz, alcanzada al término de la primera guerra de Higüey, sólo duró apenas unos dos años. Los españoles que habían quedado al mando de Martín de Villamán, al considerarse superiores a los indígenas, los maltrataban y ejercían actos de fuerza y violencia cuando los mandaban. A los indígenas que se habían comprometido a la siembra de yuca y a la producción del cazabe, a condición de que no se les trasladara a la ciudad de Santo Domingo a realizar trabajos forzados, se les obligaba a transportar el cazabe a Santo Domingo, y a llevar a cabo en esta ciudad trabajos de labranza. Además, lo que era más grave, les tomaban “las hijas o parientas y quizá las mujeres –escribe Las Casas- porque esto es lo primero y que más en poco se tiene por los nuestros en estas tierras”. Para poner fin a esos y a otros abusos, los indígenas incendiaron la fortaleza, y mataron a ocho de los nueve españoles, ya que uno pudo escapar y se trasladó a Santo Domingo, a informar lo sucedido.

Una vez enterado, el gobernador Nicolás de Ovando declaró la guerra “a sangre y fuego” a los indígenas de aquella comarca o cacicazgo, y ordenó que se alistara toda la gente de los pueblos de españoles, que debían ir bajo el mando del capitán general y de los demás capitanes que también fueron designados. Ovando, “instituyó por capitán general y por capitán de la gente de la villa de Santiago juntamente al ya nombrado caballero Juan de Esquivel”. De Santo Domingo, “fue por capitán un Juan Ponce de León- sigue relatando Las Casas- y por capitán de la Vega, conviene a saber, de la villa de la Concepción (que en aquel tiempo era el principal pueblo de españoles desta isla), nombró por capitán a Diego de Escobar”, quien había sido uno de los participantes de la sublevación de Francisco Roldán, en tiempos de Colom. También fue nombrado un capitán por la villa de Bonao. A diferencia de la primera guerra, en esta segunda expedición contra los indígenas de Higüey, solo participarían, a lo sumo, cerca de trescientos españoles “y no llegarían a cuatrocientos hombres, como en la otra…”

Juan de Esquivel viajó a España a fines de diciembre de 1503, y después de realizar las gestiones que se le encomendaron, como procurador de la isla, posiblemente salió para la Española, en marzo de 1504, adonde llegaría a fines de abril o a principios de mayo de ese año, antes de que se iniciara la segunda guerra de Higüey, en el verano de 1504, en la cual tuvo una participación destacada como capitán general de la misma. El viaje de Esquivel a España, ha dado motivo para que se pretenda negar la segunda expedición de conquista del cacicazgo de Higüey, o que se sostenga que de haber habido una segunda guerra no fue dirigida por Esquivel, por ese motivo. En efecto, según Bartolomé de Las Casas, “Esquivel estuvo en España como procurador de la isla, aproximadamente en el tiempo de la segunda campaña, lo cual arroja completa duda sobre la veracidad de las dos guerras”. Asimismo, el citado autor agrega que las “dos campañas no habrían sido necesarias” y que “aun cuando hubiera habido una segunda campaña en 1504, ésta no parece haber sido dirigida por Esquivel, quien estaba en España a fines de 1503, y probablemente hasta más tarde…”

Igual que en la primera guerra de Higuey, la hueste no sólo estuvo integrada por los españoles de los pueblos mencionados, sino también por indígenas, de una comarca adyacente o cacicazgo vecino al sublevado de Higüey, adonde habían venido a juntarse todos los españoles, desde sus poblaciones, por diferentes caminos. Se trata de los primeros casos de colaboración espontánea o forzosa de los indígenas en las guerras de conquista de otros grupos indígenas, que por razones diversas, se repitió sistemáticamente en todo el proceso de implantación de la dominación española en América.

Uno de los participantes en esta segunda guerra de conquista del cacicazgo de Higüey fue Bartolomé de las Casas, quien no intervino en la primera, como lo hicieron muchos de los que vinieron con Ovando en 1502, y estaban sanos. Aunque no se sabe la causa exacta por la cual no participó en la primera guerra de Higüey, se ha planteado la posibilidad de que Las Casas fuera de los que no se encontraban en buen estado de salud. El hecho de que Las Casas recibiera un indio esclavo, procedente del botín de la guerra de conquista del cacicazgo de Xaragua, que tuvo lugar entre septiembre de 1503 y febrero de 1504, se ha tomado como prueba suficiente para sostener que también había participado en dicha guerra, “pues, de lo contrario, no tenía por qué habérselo dado”. Terminada la guerra de Xaragua, se supone que Las Casas regresó “a su mina de Cibao en marzo de 1504”, hasta que en el verano siguiente el gobernador Ovando inicia una guerra de castigo contra la región de Higüey por haberse rebelado por segunda vez los indios de tal región oriental… Los reclutados en esta segunda guerra de represión fueron unos trescientos hombres; entre ellos Bartolomé, su padre Pedro de las Casas y su tío Gabriel de Peñalosa, bajo el mando de Juan de Esquivel como capitán general. Su participación en la segunda expedición contra los indios de Higüey, hace a Las Casas un testigo excepcional de muchos de los hechos ocurridos y en especial, le permite referirse a ciertos acontecimientos en los que estuvo envuelto directamente, y recoger informaciones de otros participantes.

Mientras se tiene por fecha de iniciación de la segunda guerra de Higüey el verano de 1504, su duración ha sido estimada en ocho o diez meses, al cabo de los cuales fue apresado Cotubanamá, y ahorcado en la ciudad de Santo Domingo. Muchos de los indios cautivos de esta guerra fueron empleados en las minas y en la construcción de las obras públicas de la ciudad de Santo Domingo.

Fundación de los pueblos de Salvaleón de Higüey y Santa Cruz de Aicayagua. Juan Ponce de León fundador de Higüey

Terminada la segunda guerra de Higüey, en el año de 1505, Ovando mandó poblar dos pueblos o villas de españoles para tener esta provincia del todo segura: una cerca de la mar, que fue nombrada Salvaleón; y la otra dentro de la tierra, llamada Santa Cruz de Aicayagua. Y entre ambas repartió todos los pueblos de los indios, que sirviesen a los cristianos en las encomiendas. Con estas dos villas sumaron diecisiete los asentamientos urbanos establecidos en el territorio de la isla Española. Algunos existían, desde que fueron fundados por Cristóbal Colom, como es el caso de todos los que se situaron en el eje norte-sur, alrededor de las fortalezas que se construyeron. Los demás, obedecían al nuevo modelo de poblamiento, que se implantó en el gobierno de Ovando, al término de las guerras de conquista y dominación de la población aborigen.

Aunque la orden de fundar el pueblo o villa de Salvaleón, fue dada por Ovando, en su condición de gobernador de la isla, la ejecución de la misma fue llevada a cabo por Juan Ponce de León, a quien Ovando nombró como su teniente y capitán en esa población. En relación con ese nombramiento, refiere Las Casas, que “después de la postrera guerra que los españoles hicieron a los vecinos de la provincia de Higüey, que también fue la postrera de toda esta isla…, en la villa de Salvaleón, que mandó el comendador mayor poblar en aquella provincia, puso por su teniente y capitán a Juan Ponce de León, el que fue por capitán de la gente desta ciudad de Sancto Domingo en la dicha postrera guerra…”

Diego Colón Perestrello, nuevo gobernador de La Española

Diego Colón Perestrello, hijo de Cristóbal Colom y heredero de los privilegios paternos en virtud del mayorazgo, en 1508, ya fallecido su padre, contrae matrimonio con Dª María Rojas Toledo, sobrina del duque de Alba. Como resultado de la poderosa intervención del duque, Fernando el Católico, regente de la Corona de Castilla, accede a que Diego sea nombrado, además de Almirante, gobernador (y no virrey) de La Española en sustitución de Nicolás de Ovando, pero solo “el tiempo que mi merced e voluntad fuere”. Diego Colón opina que ese cargo le corresponde a perpetuidad e inicia un pleito con la Corona. En 1511 los jueces dieron una primera sentencia en Sevilla. Reconocían a los Colón el cargo de gobernador a perpetuidad y el derecho al 10% de los beneficios obtenidos en las Indias. Esos jueces se fundamentan en las Capitulaciones de Santa Fe, por las que los Reyes Católicos le habían concedido a Cristóbal Colom en 1492 el dominio de “las Yslas y Tierra Firme de la Mar Océano que descubriese”. La Corona recibiría, entre otras cosas, el derecho a nombrar jueces de apelación. Ninguna de las dos partes queda satisfecha, por lo que ambas apelan la sentencia.

Diego Colón designó a Gonzalo de Ovalle como su teniente en el pueblo de Higüey. Con este motivo fue dictada una Real Cédula dirigida a los jueces de apelación de las Indias, el 9 de noviembre de 1511, en la que se expone que “Pedro Moreno en nombre de Juan Ponce nuestro capitán que a sydo de la ysla de San Juan me hizo relación que al tiempo que el dicho Juan Ponce pobló en la dicha ysla un pueblo que se dice higuey fizo e hedificó en el una casa de piedra e tapiería e cal a su costa la qual se hizo para fortalecer el pueblo…” El nuevo pueblo, contó con los servicios espirituales y religiosos de un sacerdote o cura. En las cuentas del tesorero Cristóbal de Santa Clara, figura el asiento o partida del pago del sueldo que recibió el cura Juan Mateos, primer cura de Higüey, el 1 de diciembre de 1506. El tesorero hizo constar “que dio y pagó por otro libramiento firmado hecho a primero día del mes de diciembre de quinientos y seis años a Juan Mateos, clérigo cura que fue de la iglesia de la villa de Salvaleón de Higüey, veinte y dos pesos y seis tomines y tres granos de oro fundido y marcado que montó en el sueldo que hubiere de haber desde 8 días del mes de septiembre de este año de quinientos y seis que empezó a servir por cura de la dicha iglesia de Salvaleón hasta en fin del mes de diciembre de dicho año que son tres meses y veinte y dos días a razón de cien pesos por año”.

Como gobernador inició Diego Colón la expansión conquistando, por medio de Ponce de León, Puerto Rico, de Diego Velázquez Cuba (la Colba de los indígenas y la Juana, nombre con que la bautizó el Almirante) y de Esquivel Jamaica.

El rey obliga a Diego Colón a regresar a la Península y el cardenal Cisneros establece en La Española “un gobierno colegiado de jerónimos”. Pero Colón se reintegra en la isla tras la sentencia de La Coruña, aunque continúa sus conflictos con la Audiencia, hasta que en 1524 Carlos I le depone de su cargo de gobernador y le obliga a regresar a España. Diego Colón interpone una nueva demanda contra la Corona, pero en 1526 muere en Puebla de Montalbán. Su viuda, María Álvarez de Toledo, continúa el pleito en nombre de su hijo Luis Colón y Toledo, menor de edad. Se llegó a la sentencia de Valladolid el 25 de junio de 1527, que declara nulas las dos anteriores y manda recomenzar otro proceso. Finalmente, ambas partes se someten a un laudo arbitral, dictado el 28 de junio de 1536 por el presidente del Consejo de Indias, el obispo García de Loaysa. Este laudo confirma el cargo de Almirante de las Indias a perpetuidad para los Colón, con privilegios análogos a los de Almirante de Castilla. Suprime los cargos de virrey y gobernador general de las Indias. Constituye un señoría colombino compuesto principalmente por toda la isla de Jamaica, con el título de marquesado de Jamaica y un territorio de 25 leguas cuadradas de Veragua, con el título de ducado de Veragua. Confirma a los Colón la posesión de sus tierras en La Española y a perpetuidad los cargos de alguacil mayor de Santo Domingo y de la Audiencia de la isla. Otorga rentas de 10.000 ducados anuales a los Colón, así como 500.000 maravedíes por año a cada una de las hermanas de Luis Colón.

La viuda de Diego Colón, María de Toledo (1450-1549), fue la primera gobernadora que hubo en América. Era hija de Fernando Álvarez de Toledo y Enríquez, y de María Rojas de Pereira, y sobrina del Duque de Alba y del Rey Católico de España, Fernando de Aragón. La mayor parte de su vida adulta transcurrió en la ciudad de Santo Domingo, de la Isla Española (de 1509 a 1530 y de 1542 a 1549). En sus manos tuvo dos importantes decisiones: llevar de España a Santo Domingo los restos mortales de Cristóbal Colom y de su esposo, y aceptar los acuerdos con los que finalizaron los famosos acuerdos colombinos

María estuvo ausente de Santo Domingo desde 1530 hasta 1544. A su regreso encontró su hacienda arruinada debido al descuido y los robos de propios y extraños. Murió en el Alcázar de Colón, el 11 de mayo de 1549. Fue defensora de las libertades de los indios.

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