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Culturilla Naval: Unos barcos singulares: los de casco de “hormigón armado”, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

Culturilla Naval: Unos barcos singulares: los de casco de “hormigón armado”, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®
jueves 27 de enero de 2022, 10:17h
Culturilla Naval: Unos barcos singulares: los de casco de “hormigón armado”, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

Desde el principio de los tiempos, los buques han sido tradicionalmente construidos sobre todo en madera, hasta que la revolución industrial del XIX supuso la aparición del hierro para hacer los cascos. Posteriormente, harían su aparición otros materiales como el acero o el aluminio y más recientemente la fibra de vidrio, pero hubo una época en que surcaron los mares unos buques cuyos cascos fueron construidos por un material impensable….de “hormigón armado”, es decir de cemento y cabillas de hierro, como si de un edificio se tratara.

Culturilla Naval: Unos barcos singulares: los de casco de “hormigón armado”, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

Partiendo de la base del “principio de Arquímedes”, que viene a decir que “todo cuerpo sumergido dentro de un fluido, experimenta una fuerza ascendente llamada empuje, equivalente al peso del fluido desalojado por el cuerpo”, y en definitiva, “el objeto flota cuando su peso es menor o igual al peso del fluido desplazado…”,de modo que siguiendo este principio, el primer prototipo sería una pequeña embarcación diseñada por el francés Lambot, cuyo casco estaba construido en mortero de cal, arena y cemento reforzado con varillas de hierro y alambre. Este individuo, era un fabricante de maceteros que se le ocurrió hacer uno con forma de pequeño bote y una vez terminado, decidió meterlo en un estanque para comprobar que efectivamente “Arquímedes tenía razón” y que su macetero flotaría.,,, uy como así fue, decidió entonces hacerlo un poco más grande, bautizarlo como “ferciment” y patentarlo en 1852 presentándolo como algo tremendamente novedoso en la Exposición Universal de París de 1855 y aunque no obtuvo el éxito esperado, pero la semilla de la idea ya estaba plantada, a la que sólo le faltaría germinar con el paso del tiempo.

Varios lustros después, en los últimos años del XIX, serían los italianos quienes basándose en esa técnica se atrevieron a construir otra embarcación, que bautizada como “Liguria” no pasó de ser un prototipo pero que al menos sirvió para ir adquiriendo experiencia que culminaron, ahora sí, en 1917 los noruegos que ese año botarían un pequeño mercante para navegaciones de cabotaje que usarían llevando material diverso a los dispersos núcleo poblaciones de los fiordos.

Ese barco, de nombre “Namsenfjord”, tenía algo más de 25 mts. de eslora y 6 de manga, estando equipado por un motor diésel que le daba 7 nudos de velocidad.

Este modesto prototipo serviría de mucho a los noruegos, cuya experiencia les permitió construir algunos más como consecuencia de la escasez de acero derivada de la Gran Guerra, despertando el interés incluso de los Estados Unidos que llegarían a encargar varias unidades similares para su uso también como mercantes de cabotaje. Poco después, el 18 de Marzo de 1918, un empresario norteamericano botaba el primer barco de vapor, el “Faith” que desplazaba la nada despreciable suma de 6.125 toneladas. Tras ser dado de baja años más tarde, terminaría sirviendo de rompeolas en una escollera.

En los años 40, al poco de estallar la IIGM, se repetiría la historia de la Primera por lo que se refiere a la escasez de acero, con lo que se retomó en varios países la construcción de buques de hormigón, viendo como poco a poco se iría aumentando el tonelaje que llegaría a su punto álgido con el “Selma”, un petrolero usado para transporte de crudo en el Golfo de México.

La construcción de buques de hormigón, tendría como principal virtud la de la rapidez, pues en apenas unos 3 meses desde el inicio de la construcción, muchos ya se podían botar al agua, y su coste era relativamente barato, aunque también tendría desventajas como la falta de flexibilidad. Aún así, Nueva Zelanda, Canadá, Gran Bretaña o Australia, entre otros, experimentarían fabricando en su astillero buques con casco de hormigón.

A día de hoy, aunque no se prodigan, pero aún pueden verse algunos a flote sobre todo en canales de los Países Bajos, donde suelen ser usados como casas flotantes.

En 1961, también la Armada Española dispuso la construcción de un buque de hormigón, pero en este caso no era más que uno que se construyó en la parte posterior del edificio principal del Cuartel de Instrucción de marinería de San Fernando para prácticas de la marinería, sobre todo para ejercicios de amarre y seguridad interior. Tampoco era un buque en toda su eslora, pues sólo se construiría el castillo y hasta un poco más a popa del puente, faltando pues toda la toldilla, pero se consideró suficiente para alcanzar la finalidad perseguida. Su numeral de costado, que la tenía como cualquier otra unidad, era la de “E-1” (por lo de Escuela), y popularmente era conocido como el “barco Eco” o el “barco de cemento”. Cuando esa dependencia dejó de ser Cuartel de Instrucción, el barco sería demolido.

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