nuevodiario.es

MESURA Y DESMESURA POÉTICA, por José Biedma López

El poeta Antonio Carvajal fue presentado por el profesor Rogelio Chamorro (1, sept. 2021).
Ampliar
El poeta Antonio Carvajal fue presentado por el profesor Rogelio Chamorro (1, sept. 2021).
MESURA Y DESMESURA POÉTICA, por José Biedma López

“Difícil será vivir con nosotros

mismos si jamás nos enajenamos”

Antonio Carvajal

MESURA Y DESMESURA POÉTICA, por José Biedma López

Septiembre empezó bien, con la oportunidad de escuchar gratis a un gran poeta y a un excelente conferenciante. Organizada por el Colectivo Peor para el sol, sucedió en el centro asociado de la UNED en Úbeda y llevaba el título de Márgenes de lo cantado, supongo que la etiqueta refiere a la métrica, la rima, el compás y ritmo del poema, la sintonía del verso, el melos y almíbar del cuerpo de la lírica, asignaturas estas de las que Antonio Carvajal, premio nacional de poesía, es maestro consumado y catedrático emérito.

Amigo del premio nobel Aleixandre, al que dedicó su Extravagante jerarquía (1983) y del que llegó a atesorar dos mil cartas que ha entregado a una fundación filantrópica, don Antonio Carvajal es granadino de Arbolote, “de la Vega de Graná”, como se dice. Su origen rural se reconoce en los motivos naturalistas de sus versos, en los que aparecen: el bulbo del gladiolo, el verde risueño de los tréboles, las frágiles y grasas hojas del nazareno, la lujuria enredadora de la hiedra, la áspera dulzura del membrillo, el clamor de los vencejos, el rumor veraniego de las tórtolas, el vuelo de las alondras, el crespo helecho, el silbo del pinar, el acerado olivo…, porque…

Todo vive en la luz y la luz vive en todo,

y todo es una sola naturaleza acorde

para el hombre y el pez, los pájaros y el lodo.

Eso escribe en “Naturaleza ofrecida”. De la luz y de san Juan de la Cruz hablamos otra vez que compartimos vino y mantel en el Mesón Gabino y me aclaró el metro de su “Piedra Viva (Amanecer en Úbeda)”, poema al que pertenece la cita en el arranque de este artículo. Cede el vate, sin embargo, a llamar “jaramago” al “jamargo” que usan nuestros agricultores, voz no normalizada aún por la Academia, institución en la que me consta se sienta al menos un descendiente de hortelano, aclamado novelista (Academia que “legaliza” sin escrúpulos el último anglicismo de moda, pero tarda en normalizar en su diccionario al ubetense y emblemático “ochío”, octava parte de un pan de aceite con matalauva, sal y pimentón).

Es Antonio Carvajal Milena poeta culto, innovador y políglota, pero restaurador eficaz de tesoros léxicos españoles enterrados, como ocultos y secretos, en los osarios de las bibliotecas. Porque la cultura no es nada si no se la usa y recrea para expresar el afán diario. Si no se lo vivifica y repiensa, el pasado es mera arqueología. Llaman barroquismo, a veces, a su orfebrería, rica en undosas figuras y variados metales, como acabada imaginería andaluza.

Clara inteligencia, sabroso ingenio y sensibilidad también para la música, de la que dice el poeta “no saber nada”, mas es consciente de que la tilde hiere a la sílaba y de que la poesía es creación y carmina, que es canción y melodía del significante, y que para que el octosílabo entre en la copla flamenca no basta con que sea quejío o queja, sino que ha de saber también de sus ritmos internos, ha de cuidarlos y medirlos. Antonio, que no es poeta quejica sino celebrante, ostentó con todo merecimiento la única cátedra universitaria de métrica poética de España, ¡y de eso sabe un rato! De los misterios órficos.

Prefiere la autenticidad a la originalidad, adora el “género chico” (no tan chicas le parecen La Verbena de la Paloma o La Gran Vía), donde se pueden descubrir versos “de cabo roto”, y abomina la errata, esa maldición de los libros y poemas descuidados. Cuenta a este respecto que no hay texto que se libre de esta maldición, si no es la Biblia Regia de Amberes, creación impecable de Arias Montano.

Es verdad que para ser auténtica poesía las palabras tienen que volar, pero creen algunos ilusos que para ello sirve el vómito o el libertinaje, que no hay que hacer caso ni respetar el cuerpo de las palabras, su elasticidad, su historia, sus enlaces y romances, sinéresis y sinalefas, diptongos e hiatos... La misma ilusión denunciaba Kant en aquellos que creen que una paloma volaría mejor si no existiese el aire, sin darse cuenta de que aquello que la enfrenta y la resiste es también aquello que la sostiene.

A este respecto comentó el Sabio de Arbolote un verso de don Emilio Lledó, figura intelectual a la que merecidamente ensalzó: “¡Qué tristes están los lagartos!”, describiendo cómo puede haber sinalefa para un sevillano donde no la hay para un granadino de vocalismo doblado: “¡Qué triste’htán los lagartos!”, canta el sevillano con ocho sílabas; “¡Qué tristeh ehtán los lagartos!”, canta un granadino o un jiennense con nueve sílabas.

Antonio insistió mucho en que la poesía hay que artesanarla con el lenguaje que hablamos, no con el académico. Insistió en el valor de la expresión artística popular y espontánea (la de Rocío Jurado, por eminente ejemplo, cantando de memoria a Falla con divino ímpetu) sobre el academicismo frío y sin alma. No creo que, al menos en su obra temprana, tan gongorina, hiciese mucho caso de su propio mandamiento, me refiero al de primar el habla popular, y tampoco pienso que por ello haya perdido la poesía en general, o la suya en particular, sino todo lo contrario. Lo mejor respecto a la dialéctica norma/uso suele ser, como casi siempre, un sensato término medio, un equilibrio dinámico, como el devenir chisporroteante de Heráclito.

Adobó el poeta su conferencia con chistes y alusiones peligrosas, por ejemplo poniendo en duda las versiones de autores consagrados por parte de ciertos míticos cantautores, o lamentando cómo medran del legado de Lorca -de su idolatría, diríamos- parásitos y gentes que ni siquiera han leído su obra. Me temo que el parasitismo cultural o sanguinario es mal endémico de las “sociedades del bienestar”, que lo son también de la analgesia y del espectáculo, con hipertrofiado Estado proteccionista y adoctrinador. Trazó también Antonio con cachaza de socarrón tolerante (esa virtud tan rara) el perfil del poeta gafe y el del poeta desafiante y remató faena trágico y solemne con un soneto de don Luis de Góngora, cuyos restos reposan en la mezquita de Córdoba hermanados con los del Inca Garcilaso, traductor de los Diálogos de Amor de León Hebreo, ¡bendito mestizaje!

Me sorprendió la respetuosa referencia de Antonio al tópico o lugar común como lugar de encuentro. Me recordó aquel dictum de su tocayo Machado (hay otro, hermano, pero censurado) según el cual sólo debemos abandonar los tópicos después de haberlos pensado. Tengo fácil la relectura de su primera Extravagante jerarquía, que incluye su poesía de 1968 a 1981, amablemente dedicada (la segunda incluye su obra completa hasta 2017), pero además me regaló en los apuntes que le robé sin ánimo de lucro una interesante hoja de ruta que pasa por su Diapasón de Epicuro y por las Hojas verdes de Juan Ramón, los cuentos y chascarrillos de Valera y hasta por Bretón de los Herreros, poeta este patriota y tan romántico que perdió ojo en un duelo, dejándole el Sumo Poder “dos ojos para llorar / y uno solo para ver”.

De la conversación con el Sabio de Arbolote, poeta principal de las Españas, siempre se sonríe y aprende. Y su sobresaliente declamo y recitar siempre emocionan.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios