La madrugada de ese día, el submarino de la Armada italiana “Torricelli” que se encontraba patrullando esas aguas en auxilio al bando nacional (que no poseía submarinos), todos habían quedado bajo mando republicano) disparó un torpedo WHITEHEAD sobre el inmóvil crucero (un blanco tan valioso como fácil), haciendo impacto sobre el mismo. El resultado, seis muertos entre la dotación del crucero, que reposan juntos en una misma fosa en el cementerio municipal de Nuestra Señora de los Remedios, en Cartagena, y dejar el buque fuera de combate para el resto de la contienda, que apenas llevaba cuatro meses en marcha.
Pasados tres lustros de aquella acción de guerra, con los restos del torpedo que quedaron empotrado en el casco del crucero y pudieron ser recuperados años más tarde en los talleres de la Estación Naval de La Algameca, se fundió un Cristo, que se colocaría en un cruce de caminos dentro de la propia dependencia de la Armada.
Tras el fin de la contienda, el “Miguel de Cervantes” logró ser reparado y el “Torricelli”sería adquirido por España y engrosaría la LOBA (Lista Oficial de Buques de la Armada), siendo renovado “General Sanjurjo”, sirviendo ambos –ahora sí- bajo la misma bandera.
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