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“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
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sábado 17 de julio de 2021, 10:57h
“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

Del mismo modo que los españoles fueron víctimas de enfermedades tropicales y de los rigores de los duros viajes marítimos, los indígenas de América fueron infectados de virus y bacterias que transportaban los europeos y para los que sus organismos no estaban preparados. Por ejemplo, la viruela casi exterminó a las poblaciones originarias del Caribe, así como después de otras poblaciones americanas. La mortandad de los habitantes de las islas del Caribe llegó a tal extremo que se tuvo que recurrir a llevar esclavos negros del África. Por esta razón “La Española”, principalmente la república de Haití, parece un país africano más que americano.

“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
“Los estragos de la viruela”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

Fray Bartolomé de las Casas, que tuvo una encomienda en la isla “La Española”, cifraba en dos o tres millones los habitantes de la isla. No son datos estadísticamente exactos, pues sin un censo la cifra la dio a la estima y, es posible, que exagerara el monto. Creemos más adecuado que cuando Colón llegó a “La Española” habría de seiscientos mil a un millón de habitantes. Cuando se dominó la isla, después de varias epidemias de viruela, sarampión, gripe, se hizo un censo y dio un resultado de sesenta mil habitantes.

El virus de la viruela

Se desconoce el origen de la viruela, pero hay evidencias de su existencia en una época muy temprana, pues se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. C. La enfermedad se propagó a lo largo de la historia a través de brotes periódicos. Es un virus muy contagioso, por contacto directo o a través de fluidos corporales. A medida que crecía la población en Europa las plagas del virus aumentaban. A más población más contagio. En el siglo XVIII Europa fue arrasada por una plaga, calculándose que murieron más de cincuenta millones en ese siglo. Habitualmente moría en Europa un 30 % de los infectados, pero en América, donde la población no lo había sufrido nunca, los organismos de los indígenas no tenían capacidad de generar anticuerpos para combatir el virus y la mortalidad era muy alta. Se estima que el 90% de la población originaria de las islas del Caribe murió por la viruela. La viruela saltó al continente y cuando en 1520 Hernán Cortés llegó a Méjico ya habían muerto varios millones de aztecas como consecuencia de la epidemia. Lo mismo ocurrió en el Perú, que antes que los españoles estuvieran en contacto con los incas, el virus los había diezmado. Todo ello facilitó la ocupación de esos territorios.

Se culpabiliza a Colón y a la colonización española de esa mortandad que sufrieron los indígenas americanos. Lo que es una falacia, pues por desgracia, la población nativa de América, no mucho más tarde, habría entrado en contacto con europeos o asiáticos y la viruela hubiera hecho los mismos estragos sin poderlo evitar. Algunos especialistas dicen que a lo largo de los siglos la viruela mató a más personas que todas las otras enfermedades infecciosas juntas. Era una enfermedad tan letal que en algunas culturas antiguas estaba prohibido dar nombre a los niños hasta que contrajesen la enfermedad y subsistiesen a ella. Había muchos que se les veía con la cara picada de la viruela. Habían sobrevivido. Unos días después de ser infectado aparecían unas manchas rojas y planas en la cara, las manos y los antebrazos, y más adelante en el tronco. En el lapso de uno o dos días, muchas de estas lesiones se convierten en pequeñas ampollas que contienen un líquido transparente que luego se trocaba en pus. Muchos morían y en otros las costras comenzaban a formarse entre ocho y nueve días después, y con el tiempo se caían y dejaban cicatrices con marcas profundas. Salvaban la vida, aunque algunos quedaban ciegos o desfigurados.

En la India se creía que la viruela se debía a la bendición de la diosa de la viruela Shitalá (la Fría), y cuando alguna persona se enfermaba acudían a adorarla (con lo que la epidemia se expandía con más velocidad). Aún hoy, a los bebés en la India se los llama genéricamente kumará ('fácil muerte', siendo ku, 'fácil', y mará, 'muerte')

En la primera mitad del siglo XX en el mundo murieron por la viruela unos trescientos millones de personas. En 1967, apenas una década antes de su último registro, se reconocieron 15 millones de casos. No existe cura ni tratamiento para la viruela. Solo hace cinco décadas la vacunación masiva en todo el mundo ha detenido la diseminación de la viruela. El último caso certificado de la viruela en el mundo fue en Somalia en 1977. La viruela fue erradicada en todo el mundo en 1980, como resultado de una campaña de vacunación a nivel global sin precedentes.

La vacuna de la viruela

Parece ser que en China se practicaba la inoculación como medio de prevención de la viruela desde al menos el siglo X d. C. Un monje taoísta de Emeishan (provincia de Sichuán) llevó el método a la capital del imperio a petición del primer ministro Wang Dan. Siglos más tarde, la británica lady Montagu (1689-1762) en un viaje a Turquía observó cómo los circasianos se pinchaban con agujas impregnadas en pus de viruela de las vacas para no contraer la enfermedad. Entonces inoculó ese pus a sus hijos y, a su regreso a Inglaterra, repitió y divulgó el procedimiento entre otras personas, siendo este uno de los mayores aportes a la introducción de la inoculación en Occidente. El éxito obtenido no fue suficiente para evitarle la oposición de la clase médica que siguió desconfiando del método, hasta que el científico Edward Jenner (1749-1823), casi noventa años más tarde, desarrolla finalmente la vacuna. En 1796 Edward Jenner inició lo que posteriormente daría lugar a la vacuna: un ensayo con muestras de pústula de la mano de una granjera infectada por el virus de la viruela bovina, y lo inoculó a un niño de ocho años. Tras un período de siete días el niño presentó malestar. Pocos días después, Jenner volvió a realizar varios pinchazos superficiales de la temida viruela, pero ya no llegó a desarrollar la enfermedad.

En 1958 la Unión Soviética propuso a la OMS una campaña mundial para erradicar la enfermedad y desde 1967 se intensificaron los esfuerzos para eliminar la viruela con campañas masivas de vacunación, hasta que se certificó oficialmente su final en 1980. La peste bovina y la viruela son las dos únicas enfermedades infecciosas que el ser humano ha logrado erradicar.

Una vez que la enfermedad se eliminó en todo el mundo, se suspendió la vacunación habitual de toda la población, porque ya no había necesidad de prevenirla. Excepto por las reservas en dos laboratorios, el virus variola está eliminado. Dichas muestras se mantienen en estado criogénico en el Instituto VECTOR de Novosibirsk (Rusia) y en el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (Estados Unidos). Grupos de biólogos han insistido en eliminar ese par de muestras para prevenir que, por un accidente no deseado, alguna de ellas pueda salir del estado de congelación en que se encuentran. La destrucción total no se lleva a cabo debido a que el virus como tal nunca se ha entendido por completo y se sabe muy poco sobre la forma en que muta. Porque, aunque se logró dar con la vacuna, su elaboración se hizo de manera empírica, sin conocer con detalle la estructura del virus o su forma de infección. Por esta razón se decidió conservar estas dos únicas muestras.

Ha habido éxitos enormes en salud pública, como la provisión de agua limpia, los antibióticos, y muchos otros. Pero el descubrimiento de la vacuna de la viruela, una de las enfermedades más temidas del mundo, es, sin duda, un tremendo triunfo.

La real expedición filantrópica de la vacuna de la viruela

El Rey Carlos IV se mostró sensible al descubrimiento de la vacuna, porque la viruela había golpeado con dureza a su familia. Había perdido a una hija, María Teresa, de apenas tres años, y también a su tío, el Rey Luis I, y a un hermano, el Infante Gabriel. Por ello, no dudó en apoyar el proyecto para llevar la vacuna a los territorios de su inmenso imperio. Pero la motivación principal fue que, en 1802, una epidemia de grandes proporciones se había desatado en el virreinato de Nueva Granada, que abarcaba las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, por lo que la situación era dramática y urgente. El 30 de Noviembre de 1803 zarpó con 37 personas desde el puerto de La Coruña la expedición que llevaría la vacuna de la viruela a América en la corbeta “María Pita”, dirigida por el médico militar honorario Francisco Javier Balmis y financiada por el Rey Carlos IV. Un cirujano, Josep Salvany, era el subdirector. En aquellos momentos había que hacer frente al reto de transportar la vacuna a una gran distancia de forma que estuviera en condiciones de ser utilizada. Hubo que recurrir a un método primitivo, pero ingenioso. Se reunió un grupo de veintidós niños y se inoculó el virus a dos. Cuando a los 9 o 10 días éstos desarrollaron de forma atenuada la enfermedad, se repitió la operación con otra pareja. A través de esta cadena, el fluido llegó fresco a territorio americano. Isabel Zendal Gómez dejó su puesto en el hospicio para hacerse cargo de los 22 niños que llevarían la vacuna de la viruela. La expedición llegó a Santa Cruz de Tenerife, donde pasaron un mes vacunando. Salieron de Canarias el 6 de Enero de 1804 y arribaron a Puerto Rico el 9 de Febrero de 1804. El 7 de Febrero de 1805 la expedición partió de Acapulco rumbo a Filipinas a bordo de la fragata “Magallanes” con un grupo de 26 niños, entre los que se encontraba el hijo de Isabel, y alcanzaron Manila el 15 de Abril de 1805. El 14 de Agosto de 1809 la expedición regresó a Acapulco. Vacunaron directamente a unas 250.000 personas. En 1950 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a Isabel Zendal Gómez como la primera enfermera de la historia en misión internacional.

El imperio colonial español

El descubrimiento de América por España relacionó a los conquistadores con unos pueblos que se hallaban en una trayectoria inicial de su evolución histórica. Este hecho explica la aparición y mantenimiento de las colonias de un tipo económico-social, que era continuación de lo que se hacía durante la Reconquista: el repartimiento de tierras, las encomiendas y la mita. A los que se le repartía tierras se les encomendaba ciertos contingentes de indios para que los cristianizaran y cuidaran y, a cambio, los podían emplear en la busca de oro, en ríos o minas, o en las plantaciones agrícolas. Era un régimen que tendía a hacerse hereditaria. Desde un principio la monarquía quería imponer un sincero espíritu cristiano en las relaciones entre españoles e indígenas, pero el alejamiento del poder central desembocó en formas sociales de resabio feudal y se produjeron ciertos abusos que denunció Bartolomé de las Casas. Se impusieron medidas enérgicas como las Leyes Nuevas en 1542 que abolía las encomiendas y los servicios personales de los indios. Provocó una fuerte oposición entre los encomenderos, pero a finales del reinado de Felipe II la oposición de éstos estaba vencida.

Como los pueblos indígenas carecían de inmunidad a la viruela, tribus enteras se extinguieron, por lo que en 1501, la colonia española empezó a importar población esclava africana para la realización del trabajo rudo. Mediante licencias especiales o contratos bilaterales de “asiento” se beneficiaron de este comercio flamencos, genoveses y alemanes. Aunque en el siglo XVI no fue notable el aumento de la población negra en el Caribe. En la centuria siguiente, en cambio, fue realmente considerable. La primera etapa colonial estuvo centrada en la explotación de los yacimientos de oro, y luego en la producción azucarera, la cual cayó en el siglo XVII. Así, los colonos comenzaron la producción de tabaco, jengibre, café y ganado.

Las colonias fueron divididas en dos grandes demarcaciones separadas por el istmo de Panamá, Nueva España y el Perú, bajo la autoridad de un Virrey cada una. El cargo de virrey que se estableció en La Española con Cristóbal Colón desaparece tras las conquista de Méjico y Perú. Junto a la autoridad del Virrey se implantó en América otro organismo que completó el mecanismo constitucional de la colonia: la Audiencia, con competencia judicial superior.La delimitación del territorio sujeto a la jurisdicción de la Audiencia formó el núcleo de las actuales naciones segregadas del imperio hispano.

El monopolio comercial y el contrabando

El monopolio del comercio que imponía España a sus dominios hacía que los productos manufacturados que necesitaban o los suntuarios fueran más caros, pues el monopolio del comercio hacía que lo no producido en la península y fuera importado, tuviera que hacer primero el viaje a la península (y pagar impuestos), y luego el viaje a América (y pagar impuestos). Otras razones de la debilidad manufacturera era el atraso en que se había quedado la sociedad española en donde había semicolapsado la clase burguesa basada en el comercio y la manufactura de productos, con una enorme carga impositiva y con una grave crisis desde 1575, mientras que despegaba imparable en otras partes de Europa. España estaba inmersa en las guerras europeas en defensa de sus territorios e intereses y la mayor parte de las riquezas que venían de América iban a parar a los comerciantes que suministraban los productos para mantener los inmensos ejércitos que Felipe II tenía guerreando por todo el viejo continente (especialmente en Europa). Ese dinero fue creando una sociedad rica, que comerciaba y producía en otros países europeos como Holanda e Inglaterra.

El precio de las mercancías en las colonias empujaba a sus habitantes a no hacer ascos a la violación que suponía el adquirirlos fuera del monopolio del comercio español que estaba representado por la Casa de Contratación. A la vez que los precios de los mismos se elevaban enormemente hasta llegar al punto que tenían que cambiar cosas de extremo valor. Esta situación era propicia para que barcos cargados de productos manufacturados se acercaran a las costas americanas. En aquel tiempo las más habitadas eran las de la isla de “La Española”, donde estaba la capital de las nuevas tierras descubiertas y la autoridad representada por la Audiencia de Santo Domingo, y vendieran los mismos a buen precio, a la vez que compraban los productos tropicales que se producían, como el azúcar, y los cueros que se precisaban en el viejo continente.

Cuando un barco cargado de productos manufacturados se acercaba a las costas de “La Española”, en especial a la costa de su parte occidental, corría la voz por todos los poblados y rápidamente acudían sus habitantes, cargados con sus mercancías, a realizar los trueques con los del barco. Felipe III tomó la determinación, para acabar con el contrabando, de que se abandonara aquella parte de la isla y todos los habitantes de “La Española” se trasladaran a Santo Domingo. A medida que España conquistaba nuevas regiones en el continente americano, su interés en “La Española” disminuía, y la población de la colonia crecía lentamente, a lo que contribuyó la orden de Felipe III de abandonar el oeste de la isla. Hacia el año 1606 un tercio de la isla estaba desierto y mucho ganado quedó vagando por los campos.

La piratería

La piratería en América a lo largo de doscientos años fue el cáncer del imperio español. Actúa como un instrumento al servicio de las potencias europeas en su afán por romper el monopolio comercial hispánico sobre sus colonias.

Este fenómeno surge a partir de mediados del siglo XVI. Cuando la aparición de la plata americana se reactivó la piratería francesa y la inglesa, que continúa a lo largo del tercer cuarto del siglo XVII, momento en que alcanza su “Edad de oro” con la participación también de los holandeses. Esta actividad desaparece a comienzos del siglo XVIII, al dejar de ser un instrumento útil al servicio de las potencias que lo ampararon.

Los bucaneros eran colonos procedentes de diferentes países de la vieja Europa, en su mayor parte de Francia e Inglaterra, y que a principios del siglo XVII decidieron asentarse en la parte noroeste de la isla de “La Española”. Su procedencia era muy variada, es decir, aventureros, desertores, ladrones, delincuentes, esclavos fugados, malhechores de toda clase y gente de malvivir, es decir lo peor de cada familia. O sea, es fácil de entender, que los peores de la dotación de cada barco fueran abandonados indistintamente por españoles, ingleses, holandeses y franceses durante las guerras del siglo XVI en las islas del Atlántico occidental. Lógicamente esta gente tenía que sobrevivir y para ello encontraron una actividad muy práctica consistente en cazar en las zonas montañosas de las islas, que habían sido despobladas y en las que abundaba el ganado cimarrón, especialmente vacas, toros, caballos y jabalíes. Armados con escopetas de cañón largo y cuchillos, prolongaban sus incursiones durante meses, viviendo sobre el terreno, durmiendo al raso y con la única compañía de sus perros de caza; vestían camisas y pantalones de tela basta, calzado de piel de cerdo, una gorra y cinturón de cuero. Descuartizaban sus presas, cortaban las carnes en tiras y las asaban en unas parrillas formadas con troncos verdes; el resultado era el boucan, es decir, forma de asar y ahumar la carne. De ahí viene el término “bucanero”, y no como algunos creen que es una palabra derivada de buque. Este producto lo vendían o intercambiaban por otros a los barcos que necesitaban aprovisionarse. Esta carne ahumada era más apta para la conservación. Al principio se limitaron a practicar su oficio de manera pacífica, sin ser molestados ni plantear conflictos. Su número fue aumentado debido a los nuevos desertores y aventureros que se unían a ellos atraídos por la libertad de su forma de vida.

Aunque no tuvieron mayores conflictos con sus vecinos, los bucaneros fueron expulsados por los españoles, viéndose obligados a huir a Isla Tortuga, donde cambiaron su actividad comercial directamente por la piratería. El contrabando bucanero era rentable. Pero la venta del bucan no satisfacía el espíritu aventurero que animaba a estos individuos y hasta cabe suponer que no les bastaría para atender a su subsistencia, por lo que los bucaneros se las ingeniaron para construir unas embarcaciones especiales que fueron llamadas flyboot o filibotes, que da el nombre de filibusteros. Con estas pequeñas embarcaciones abordaban los barcos próximos a las islas del mar Caribe, pues de navegar a adquirir presas no hay más que un paso. Por ello estas gentes se convirtieron en una especie de piratas con unas características muy especiales, llegando a formar una Hermandad de la Costa, que fue una sociedad filibustera en las costas de Santo Domingo y la Tortuga. Llegaron a convertir la piratería en algo más que una forma de vivir y con el paso de tiempo, algunos gobiernos encontraron utilidad a los filibusteros, acogiéndolos para que centraran sus ataques sobre los territorios enemigos, convirtiéndose en una categoría intermedia entre el pirata y el corsario.

Una vez que los ingleses se hicieron con el control de Jamaica, los filibusteros de origen británico les ayudaron a ocupar la isla. Durante algunos años tanto Isla Tortuga como Jamaica fueron los grandes refugios de los filibusteros, que actuaban en contra de España y a favor de franceses e ingleses. Con el paso del tiempo y la menguante influencia española, la actividad de este grupo se hizo cada vez menos necesaria, y los filibusteros pasaron a convertirse en colonos.

Los corsarios eran llamados así por poseer la “patente de corso”, una licencia otorgada por un personaje poderoso de Europa, rey o gobernador de turno, para poder atacar o asaltar barcos y ciudades enemigas, y luego quedarse con una parte del botín. El resto era entregado a quien le otorgase dicha patente. Debemos recordar que los piratas en general atacaban indiferentemente a cualquier barco que les pudiera reportar beneficios. Los corsarios, sin embargo, luchaban bajo la protección de una patente de corso, por el cual un soberano les daba autorización para atacar buques y posesiones de potencias enemigas, en su propio beneficio (entregando una parte del botín al rey) y también para entorpecer las actividades comerciales de esas otras naciones.

El Tratado de Rijswijck

Este tratado fue firmado el 20 de Septiembre de 1697 en la ciudad holandesa que lleva el nombre del tratado, donde se acuerda la paz entre Francia, España, Inglaterra y Países Bajos. En este tratado España acepta definitivamente la división de la isla “La Española” en dos colonias: Santo Domingo Español, la zona oriental y Saint-Domingue Francés, zona occidental, a cambio que España recupere Cataluña invadida por los franceses.

Tras encontrar “Fuerte Navidad” destruido y quemado Colón optó entonces por fundar una nueva población unas millas más al este, llamada La Isabela en honor a la reina. La construcción comenzó a finales de Diciembre de 1493 y la villa fue inaugurada el 6 de Enero de 1494. La ciudad fue una mezcla de puerto, astillero, aduana y almacén, a través de la cual se canalizaba todo el tráfico entre la isla y España. A partir de 1496 sus habitantes empezaron a emigrar a otras partes de la isla. Para 1500 había sido abandonada por completo. En la actualidad sus ruinas constituyen un parque arqueológico. En 1498 se había fundado el asentamiento de Santo Domingo de Guzmán, en el litoral Caribe al sur de la isla. Después de ser destruido por un huracán en 1502, fue reconstruido al otro lado del río Ozama. Santo Domingo es el asentamiento europeo permanente más antiguo de América.

Los pueblos indígenas carecían de inmunidad a la viruela y tribus enteras se extinguieron, por lo que en 1501, la colonia española empezó a importar población esclava africana para la realización del trabajo físico. La primera etapa colonial estuvo centrada en la explotación de los yacimientos de oro, y luego en la producción azucarera, la cual cayó en el siglo XVII. Así, los colonos comenzaron la producción de tabaco, jengibre, café y ganado.

A medida que España conquistaba nuevas regiones en el continente Americano, su interés en La Española disminuía, y la población de la colonia crecía lentamente. En 1606, el Rey Felipe III de España ordenó que todos los habitantes de “La Española” se trasladaran a Santo Domingo, para evitar la interacción con los piratas. Sin embargo, esto contribuyó a que los piratas franceses, ingleses y neerlandeses sentaran bases en el norte y oeste de la isla abandonada.

En 1665, la colonización francesa de esa parte de la isla fue reconocida oficialmente por el Rey Luis XIV. La colonia francesa le dio el nombre de Saint-Domingue, la cual se convirtió en la actual Haití, que rápidamente eclipsó al este, tanto en riqueza, como en población. Apodada la “Perla de las Antillas”, se hizo la colonia más rica y próspera de las Indias Occidentales y una de las más ricas en el mundo, con plantaciones de azúcar y el puerto más importante de América para los bienes y productos que entraban y salían desde y hacia Europa. Pero se basaba en un férreo y cruel sistema esclavista con una población de 300.000 esclavos frente a 12.000 personas libres, entre blancos y mulatos.

Aprovechando la Revolución francesa los terratenientes exigen el fin del pacto colonial con Francia. En una segunda etapa los mulatos libres apoyados por los esclavos negros exigen igualdad de derechos como los blancos, pero los plantadores los reprimen contundentemente. Pero tras un largo proceso emancipador y con la ayuda de los Estados Unidos, en 1804 es abolida la esclavitud, son expulsados los franceses blancos y se proclama la independencia, siendo Haití la primera nación independiente de Hispanoamérica y la república negra más antigua del mundo.

Después de la independencia de Haití, todo se revirtió, y Haití se convirtió en uno de los países más pobres de América por la brusca caída de las plantaciones de azúcar, reemplazándose por una agricultura y una economía de subsistencia y con un estado de insurrección casi permanentemente.

En 1821 la república de Santo Domingo se independiza de España.

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