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¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero

¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero

Autor de Mallorca patria de Colom y de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo.

miércoles 07 de julio de 2021, 09:06h
¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero
¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero
Durante el devenir de la Humanidad distintos espacios del planeta permanecieron aislados unos de otros a causa de grandes barreras como los océanos, desiertos y otros graves obstáculos. Dieron lugar al desarrollo de culturas y civilizaciones de trayectorias paralelas, que se ignoraban entre sí, hasta que Colom, Vasco de Gama y la primera vuelta al mundo pusieron en contacto los distintos territorios, iniciándose influencias mutuas y la dependencia e interconexión de esas diferentes culturas. Sólo por ello son de suma importancia para la Historia universal los viajes que proyectaron Colom, Vasco de Gama y Magallanes, porque se abrieron nuevos horizontes en la actividad industrial de los hombres, se ensanchó el campo de las investigaciones y de los estudios y contribuyó más que cualquier otra causa a los grandes progresos que se han realizado en los últimos siglos en todas las ramas de los conocimientos humanos. Gracias al oro y la plata americanos, que allí tenía escaso provecho, sirvió para estimular el comercio universal. El intercambio de plantas y animales repercutió en la alimentación y en el hábito de consumo. Hubo nuevos y poderosos estímulos que aceleran el progreso de las ciencias y su beneficioso influjo.
¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero
¿Por qué la iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo surge de los pueblos ibéricos?, por Pedro Cuesta Escudero

Se deduce que la iniciativa de poner en contacto esos distintos espacios surgió de los pueblos ibéricos, a pesar de haber otras civilizaciones más avanzadas desde todos los puntos de vista, aunque de ninguna de ellas surgió la decisión de descubrir más allá de sus horizontes.

Visión que se tenía del planeta

Comentemos primeramente la visión que tenía del planeta lo que se ha venido a llamar la “civilización occidental”. En la Europa clásica, en la Edad Antigua y gracias al genio de los griegos, se tuvo una idea bastante aproximada de la Tierra en su conjunto, aunque desconocieran muchas de sus partes, pues las conquistas de Alejandro Magno solo llegaron hasta el rio Indo. Pero los pitagóricos en el siglo V antes de Cristo ya demostraron la esfericidad de la Tierra. Eratóstenes en el siglo III antes de Cristo midió el meridiano de la Tierra en 252.000 estadios egipcios (39 690.000 metros), que, teniendo en cuenta la necesaria imperfección de los medios de entonces, dio una aproximación verdaderamente sorprendente a la realidad. Aristarco de Samos ya dedujo que la Tierra posee un movimiento diurno de rotación alrededor de su eje inclinado respecto al plano de su revolución anual alrededor del Sol. Es decir, fue el primero, que sepamos, en proponer el modelo heliocéntrico del Sistema solar. Pero sus trabajos originales se perdieron en el incendio de la biblioteca de Alejandría. Sólo nos quedan referencias de Plutarco y de Arquímedes. Han de pasar casi dos mil años para que Copérnico y Galileo volvieran a proponer la teoría heliocéntrica, que la Tierra gira alrededor del Sol, aunque la Inquisición obligó a Galileo a retractarse.

Abandono de la idea de la esfericidad de la Tierra

Pero todos esos conocimientos pasaron al olvido por diversas causas, entre ellas el incendio de la biblioteca de Alejandría, donde estaba almacenado todo el saber de la época y se impuso la teoría geocéntrica de Aristóteles, que desarrolló Ptolomeo. El Cristianismo adoptó esa teoría geocéntrica por concordar con la Biblia y la impuso como dogma de fe de que la Tierra era el centro del universo, y el sol, las estrellas y demás astros giraban en su torno.

El primer cisma de la Cristiandad hizo que el imperio bizantino, heredero de la cultura helena, diera la espalda al antiguo imperio romano de occidente con capital en Roma, privándole así el acceso a las fuentes del saber de la antigüedad clásica. Además ese imperio romano de occidente fue invadido y destrozado con las invasiones de los bárbaros del norte, llegándose a un retroceso cultural notable. Es cuando la Europa cristiana del Medievo abandona la idea de la esfericidad de la Tierra y la imagina plana, discoidal, centrada en Jerusalén y circundada por el océano tenebroso. Así es como a los cabos más occidentales de Europa se les considera y denomina final de la Tierra (Finisterre, Land End) Muchas gentes iban a Finisterre para ver cómo se apagaba el sol al hundirse en el océano. Incluso algunos creían oír el crepitar del sol al hundirse en las aguas. Temerosos, con las tinieblas de la noche, se iban a sus casas, pero con la esperanza de que el sol en su recorrido por las entrañas de la Tierra, al pasar por los infiernos, se encendiera y volviera a surgir radiante por Oriente.

Una de las razones que se esgrimía de que la Tierra no podía ser redonda es porque los que vivieran en el otro lado de la Tierra, los antípodas, se caerían al cielo. Se consideraba inconcebible la existencia de esos hombres que forzosamente habrían de andar al revés, con los pies en lo alto y la cabeza hacia abajo, según se describía en la Edad Media a los antípodas. Las crónicas atestiguan que la cuestión del antípoda se discutía con gran apasionamiento y que se calificaba de herejes a quienes se atrevieran a afirmar su existencia. Como los barcos que se extraviaban alejándose de la costa ya no volvían, corrió la creencia de que habían caído en terribles cataratas en el borde del mundo. Entre los europeos existía la creencia de que nadie podía llegar a los confines del mundo porque horripilantes quimeras y terribles monstruos aprisionaban los navíos y los hundían en las abismales profundidades. Se creía que en los confines del mundo había unas islas habitadas por arimaspos, amazonas con atuendos guerreros y hombres sin cabeza con la cara en el estómago.

Se restablece el interesante comercio con el lejano Oriente

Los únicos que se aventuraron a internarse en las tinieblas del océano fueron los habitantes de las costas de Dinamarca y de la península escandinava, los vikingos, que desempeñaron un papel importante en los viajes de exploración en la Alta Edad Media. Descubrieron las islas Shetland, las Orcadas, las Hébridas y las Feroe. Islandia se convirtió en una colonia vikinga y desde allí, por un mar libre de hielos y con la técnica simple de la navegación de cabotaje llegaron a Groenlandia e incluso a Vinlandia, en la península del Labrador, donde se han encontrado restos arqueológicos que dan fe de su paso por esas tierras. Pero al no estar integrados en la Europa cristiana del Medievo los descubrimientos de los vikingos pasaron desapercibidos. Eso no quiere decir que Colón y otros navegantes no llegaran a tener noticias de esos viajes. También estos expertos navegantes (aquí se le denominaba normandos) con sus ligeros y resistentes barcos jugaron un papel importante en la Europa medieval. Conquistaron muchos territorios en Francia, Inglaterra, Sicilia y Calabria. Hicieron incursiones por todas las zonas costeras de España obligando a los nativos a construir torres-vigía para observar sus movimientos y tratar de controlarlos. Durante muchos años fueron los dueños del Canal de la Mancha y del Mediterráneo occidental, frente a sociedades que no veían en el mar nada más que peligros.

Los cristianos europeos organizaron ocho Cruzadas para rescatar los Santos Lugares que habían caído en manos musulmanas. Desde el punto de vista militar esas cruzadas fueron un fracaso, porque, aunque conquistaron los Santos Lugares, en cuanto regresaban los cruzados a sus países, volvían a caer de nuevo en manos de los mahometanos. Pero se logró con los musulmanes restablecer el interesante comercio de seda, especias, perlas y otras mercancías procedentes del Lejano Oriente que cada vez eran más apreciadas por los europeos. Al pasar por muchas manos usureras desde que salían del Lejano Oriente hasta llegar a los puertos del Mediterráneo oriental esas mercancías resultaban muy onerosas. A esos puertos iban a comprarlas venecianos y genoveses, principalmente, y las distribuían por las distintas ciudades europeas. Y los productos del Lejano Oriente se convirtieron en artículos de lujo del que ya no podían prescindir la aristocracia y la burguesía enriquecida de Europa.

Se hablaba de la lejana China, del Cipango y de la India como países exóticos y muy ricos y envidiados. Y máxime cuando el veneciano Marco Polo, que fue el primero en visitar la China y ser magnánimamente acogido por el emperador, contó maravillas a su regreso.

Cómo se engendró la mentalidad que propició los grandes descubrimientos

Fueron dos grandes acontecimientos los que engendraron las mentalidades que propiciaron los grandes descubrimientos. La caída del imperio bizantino en manos de los turcos y la invención de la imprenta. Los turcos, como neófitos de la religión musulmana, fueron tremendamente intolerantes con los cristianos y el jugoso comercio que se había engendrado con las Cruzadas desapareció casi por completo. El desasosiego por encontrar nuevas rutas al lejano Oriente se desató.

Por otro lado, la llegada a Italia de muchos refugiados bizantinos, que llegaron con pergaminos y muchos libros de la antigüedad clásica y la invención de la imprenta que, al abaratarse los libros por haber más producción, la cultura salió de los conventos, engendraron el Humanismo y el Renacimiento de la cultura clásica grecorromana y se erradicaron muchos errores como que la Tierra era plana.

La iniciativa de poner en contacto las distintas partes del mundo fue iniciativa de los pueblos ibéricos. Podríamos decir que tuvo su arranque en el año 1212, cuando tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa en que los reinos cristianos de la península Ibérica derrotan estrepitosamente a los almohades, quedando debilitada la España musulmana que se atomiza en pequeños reinos de taifas. Sin embargo, los reinos cristianos que habían iniciado la Reconquista se habían ido fortaleciendo uniéndose unos con otros. Así, a principios del siglo XIII, estaban el reino de Castilla (Castilla, León, Asturias y Galicia), el reino de Portugal, el reino de Navarra y la Corona de Aragón (Aragón y Cataluña). Con sendos tratados esos reinos se repartieron la España musulmana que habían de conquistar. Tanto la Corona de Aragón como Portugal no tardan en conquistar la zona de España que les correspondió.

La Escuela Cartográfica de Mallorca

La Corona de Aragón, al adueñarse de las Baleares, que era un nido de piratas, encuentra los medios para expandirse por el Mediterráneo. Sus habitantes, principalmente de Mallorca, que se habían desarrollado en un ambiente multicultural, fueron grandes navegantes y cartógrafos. Los reyes de la Corona de Aragón propician en Mallorca esa actividad cartográfica, con el judío Cresques Abraham (1325-1387) al frente, que proporciona los conocimientos técnicos a la poderosa flota que se construye en las Atarazanas de Barcelona, con la que emprendieron una ambiciosa política expansiva por el Mediterráneo.

Esta Escuela Cartográfica de Mallorca es coetánea de la Escuela de Traductores de Toledo, que tantos beneficios culturales reportó a Castilla. Aunque hablando en puridad la escuela cartográfica mallorquina es la expresión acuñada por los historiadores para referirse al grupo de cartógrafos y fabricantes de instrumentos de navegación que floreció en Mallorca en los siglos XIII, XIV y XV. Estas Escuelas, cuando la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes eran ejemplar, dieron excelentes frutos hasta que apareció la intransigencia religiosa y al ser expulsados los judíos se inició su decadencia. Pere Rossell, autor muy prolífico del siglo XV, cierra la nómina de los grandes maestros cartógrafos mallorquines.

La mayoría de los cartógrafos mallorquines también trabajaban como fabricantes de instrumentos náuticos. Es decir, además de recoger datos de pilotos y viajeros para elaborar las cartas de navegar, eran también bruixoles (constructores de brújulas) Las brújulas solían ser una simple caja de latón o de madera llena de agua donde nadaba y se movía libremente la aguja magnética. De los talleres salían mapas seriados que iban acompañados de brújulas, compases, relojes de arena, astrolabios, portulanos. Tenían la finalidad de facilitar la orientación en la navegación marítima. Los mallorquines inventan hacia 1300 “la carta portulano normal”, o sea una carta realista y detallada con una red de líneas de rumbo que podían usarse para deducir las direcciones de navegación entre dos puntos. O sea, se fabricaban dos tipos de portulanos, el náutico-geográfico, de lujo, con datos del interior y destinados a la aristocracia y el puramente náutico con información costera y pensado para la navegación, que permitían al marino prever su ruta, siguiendo el rumbo de uno de los 32 vientos dibujados en la carta. Los rumbos de los vientos se dibujan a partir de los cuatro puntos cardinales (Tramontana al norte, Levante al este, Mexojorno al sur y Poniente al oeste) Los ocho vientos principales se dibujaban en azul y en rojo. Y se señalan dos direcciones: el este con una cruz por la creencia que en esa dirección estaba el paraíso terrenal y el norte con las siete estrellas de la Osa Menor. Los mapas de lujo hechos en Mallorca son fáciles de reconocer con respecto a otras escuelas como la genovesa o la veneciana, por sus ilustraciones de brillantes colores de rasgos geográficos (ríos, lagos, montañas) y retratos de gobernantes. Las rutas que describen esos mapas están escritas en latín. Los mapas puramente náuticos se vendían a precios cada vez más baratos a los marineros de la época. De esos mapas comunes y de andar por casa apenas si se conservan debido al uso que se les daba día a día y al ser baratos no había mucho interés por conservarlos. Todo lo contrario de los ejemplares lujosos, auténticas obras de arte, que se hacían para reyes, príncipes, condes y grandes prelados y se guardaban en palacios y bibliotecas.

Se fomenta el intercambio y la actualización de informaciones proporcionadas por los marineros y mercaderes. Este fenómeno de la interrelación y traspaso de conocimientos no atañe exclusivamente a la cartografía, sino también a la construcción naval, al derecho marítimo y comercial y a las prácticas comerciales. Se traduce en la tradición jurídica catalana, cristalizada en el Llibre del Consolat del Mar y la producción cartográfica básicamente mallorquina.

Tanto Cristóbal Colom como su hermano Bartolomé estudiaron en estas escuelas cartográficas y aprendieron desde bien jóvenes el arte de la navegación. Muchas clases prácticas las hacían navegando, principalmente rodeando la vecina isla de Ibiza. Por eso Nito Verdera cree que Colom era de esa isla, porque entre la toponimia de América que Colón bautizó se encuentran muchos nombres de las Pitiusas. Los nombres utilizados por Colón en el Caribe aparecen en las costas del Levante español, en las andaluzas, en las de Marruecos, Argelia, Cerdeña y Baleares, en especial en Ibiza y Formentera, lo que viene a explicar su etapa de corsario. O sea, traslada al otro lado del Atlántico nombres que le eran familiares. Los tíos de Colom, que tuvieron que exilarse de Mallorca por cuestiones políticas y sociales, se convirtieron en poderosos corsarios, uno, Colom el Mozo que se puso al servicio del duque de Anjou y con base en Montpelier. Y el otro, Guillermo de Casanove, alias Coulon, llegó a ser dueño de las aguas de Gascuña. Había empezado sus correrías de corsario en Normandía atacando cuantas naves encontraba en su travesía para apoderarse de sus riquezas y, gracias a sus afortunadas expediciones, le habían permitido reunir, junto con vascos, gascones, ingleses y alemanes una gruesa armada y ostentar el título de almirante del rey de Francia.

La Escuela Náutica de Sagres

Portugal también termina pronto la reconquista de la parte que le correspondió. Y su afán conquistador lo enfocó saltando al norte de África para hacerse con más tierras. Pero, como para ir a Marruecos había que navegar un trozo de océano, se vieron los portugueses en la necesidad de mejorar los navíos y los sistemas de navegación. Por ello, el príncipe luso Enrique el Navegante creó la Escuela Náutica de Sagres. Los mallorquines fueron los que pusieron en marcha esta escuela, siendo su primer director Jácome de Mallorca. En esta escuela se ensayaron nuevos navíos, nuevos instrumentos de navegación, nuevas técnicas de navegación y se formaron nuevos pilotos y nuevos capitanes. En el archivo, que después fue trasladado a Lisboa, se empezó a guardar los libros y tratados más documentados de Astronomía, Cosmografía, Geografía y cuantos se relacionan con la navegación. Aprendieron de los mallorquines a confeccionar portulanos y cartas de navegación. Se incorporaron en todos los barcos brújulas y astrolabios. Ensayando las nuevas técnicas de navegación redescubrieron las islas Azores, las islas Madeira, las islas de Cabo Verde y las Canarias.

Los marineros del golfo de Cádiz empiezan trabajando para los portugueses o haciendo de corsarios contra naves portuguesas. Así es como el vecino reino de Castilla también participa de esos nuevos avances en la navegación y llega a pretender sentar sus reales en las Canarias.

Fueron los portugueses los que recorriendo la costa africana para llegar a Guinea donde encontrarían las minas de oro que les habían referido los marroquíes, comprobaron que la costa se orienta hacia el este, lo que les hizo creer que era el final de África y podían poner rumbo a la India. Comprueban que era un gran golfo (el de Guinea) y que África aún se extendía más hacia el sur. Pero la idea de llegar a la India obsesiona a los monarcas portugueses y, máxime, cuando se verifica que al llegar al ecuador los barcos no hervían, como era una extendida creencia. Pronto se fletó una flota al mando de Bartolomeu Díaz para examinar el final del continente africano. Y llegó al cabo por donde termina África en 1488, pero le costó horrores doblarlo por las tormentas que tuvo que sufrir. Por eso Bartolomeu Díaz denominó a este cabo el de las Tormentas. (El rey Juan II de Portugal decidió cambiarle el nombre por el de Buena Esperanza para que no asustara a los futuros navegantes que habían de cruzarlo) Pero Bartolomeu Díaz no tuvo la dicha de ser el primero en llegar a la India, porque la tripulación sublevada le obligó a regresar a Portugal. De haber llegado a la India, lo más seguro es que Colón no hubiera realizado su viaje. Y no sabemos lo que se hubiera tardado en descubrirse América.

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