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"Nacionalismo gallego", por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”

'Nacionalismo gallego', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
sábado 26 de junio de 2021, 09:38h
'Nacionalismo gallego', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
Al haber hecho un estudio sobre el nacionalismo catalán continuaremos con el gallego y el vasco. Castelao afirmaba que el nacionalismo catalán había sido creación de los tejedores, el vasco de los herreros y el gallego de los poetas. La frase de Castelao, como todas las generalizaciones, puede engendrar recelos y controversias, pero no deja de ser bastante gráfica en lo que se refiere a Galicia, país de base fundamentalmente agraria, pero con una minoría intelectual preparada y consciente. Y el protagonismo del nacionalismo gallego solo corre a cargo de esa pequeña élite intelectual.
'Nacionalismo gallego', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
'Nacionalismo gallego', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”

Caciquismo, minifundismo y emigración

Probablemente a Galicia le falta una metrópoli aglutinante como Barcelona y Bilbao para que se cristalice un potente nacionalismo. La vida rural es uno de los aspectos característicos de Galicia en el primer tercio del siglo XX. La población está diseminada en pequeños núcleos aislados, que agrupados forman las parroquias, que tienen más entidad incluso que los municipios. El comportamiento conservador de la Iglesia y del clero ejerce una gran influencia en esa población rural y atrasada.

A mediados del siglo XVIII es cuando Galicia entra en una etapa de larga decadencia haciendo que se sitúe entre las regiones españolas más deprimidas. Y es porque la injusta distribución de la propiedad agrícola impide, por un lado, el desarrollo agrario y, por otro, el industrial. Cuando las desamortizaciones más del 80% de las tierras gallegas fueron subastadas, pero no beneficia a los campesinos –descontentos engrosan el carlismo- , sino a los burgueses, lo que permite la aparición del caciquismo. Los arriendos y los subarriendos dan lugar a la multiplicación de los minifundios. He ahí, pues, los principales problemas que aquejan al sector agrario, el caciquismo, la proliferación de los minifundios y, también, la creciente emigración, suponen una sangría económica muy fuerte para un país deprimido.

Sin embargo, al iniciarse el siglo XX el mantenimiento de la hegemonía oligárquica y caciquil empieza a ser contestada. La intelectualidad republicana y liberal busca la modernización de las estructuras sociales y culturales. Y el movimiento obrero, a través de su creciente organización y peso social, manifiesta cada vez más vigorosamente sus divergencias frente al sistema político de la Restauración. También en esa época se implanta definitivamente el modo de producción capitalista que, consecuentemente, hace que se vaya modificando la estructura social. Las ciudades crecen, se amplía el mundo del proletariado y, por tanto, hay mayores demandas educativas y culturales. El sector más dinámico, lúcido, culto y sensibilizado lo forman los profesionales liberales encuadrados en la pequeña burguesía urbana, quienes expresan una mayor preocupación por la regeneración y modernización de Galicia. En definitiva, nuevos problemas sin respuestas satisfactorias.

A diferencia de Cataluña y Euskadi, en Galicia ninguno de los sectores sociales puede alzarse hegemónicamente como clase dirigente y con capacidad para representar los intereses de la mayor parte de la población a través de un proyecto propio para la sociedad. Y observamos como a lo largo del primer tercio del siglo XX como la dependencia política, económica, social y cultural es una realidad cierta.

El desarrollo de la conciencia gallega

El galleguismo es la teoría y la praxis de un movimiento polifacético que tiene por objeto conseguir el poder para la comunidad gallega. El desarrollo del galleguismo es un proceso lento que arranca a mediados del siglo XIX y que desemboca en una conciencia nacionalista, aunque mucho menos acusada que en Cataluña y en Euskadi.

Lo que podríamos llamar pre-nacionalismo gallego va desde el pronunciamiento progresista de 1846 (por buscar un hecho concreto) hasta 1916, en que nacen las “Irmandades de Fala”, y con estas surge el nacionalismo propiamente dicho. Este periodo pre-nacionalista comprende cinco corrientes ideológico-políticas temáticamente diferenciadas: Provincialismo, Rexurdimento, Federalismo, Regionalismo y Agrarismo.

El Provincialismo (1840-50) es una respuesta política, que parte de una concepción de Galicia como una unidad político-administrativa y que busca un resurgimiento del más hondo sentido autóctono en todas las esferas de la cultura. Los protagonistas de este movimiento son una generación de intelectuales, la mayoría formada en la universidad de Santiago y militantes del partido progresista, que culpan al conservadurismo de las clases dirigentes del subdesarrollo y atraso de Galicia. Participan en el fallido pronunciamiento progresista de 1846, que finaliza con el fusilamiento de varios de ellos, y que se conoce como los “Mártires del Carral”.

Entre 1850 y 1860 surge una pléyade de escritores, que reivindican la lengua gallega como medio de expresión y contestación de la cultura gallega. En este renacimiento cultural –el rexurdimento- destacan Rosalía de Castro, Curros Enríquez y Eduardo Pondal, que dan un formidable impulso a las letras gallegas.

A Galicia también llega el movimiento federalista, pero de corte cantonalista. Sienta unas bases estratégico-políticas que alimentarán el futuro galleguismo. Según los federalistas Galicia constituía una unidad cantonal dentro de la unidad cantonal española. El cantón gallego legislaría en todo lo concerniente al desarrollo de la riqueza y bienestar de los gallegos y más concretamente reafirmaba una reforma agraria.

Alfredo Brañas fue el teorizador del regionalismo gallego. En El Regionalismo que edita en 1899, se contiene ya un embrionario programa político donde los elementos más significativos son la demanda de una descentralización de los servicios públicos y la conservación de los fueros regionales. La región la define como la agrupación de familias y municipios y comunidades, ligados por ciertos lazos naturales. Sobre esta base articula el poder regional de la siguiente manera: el Poder legislativo reside en las Cortes regionales, integradas por un sistema representativo de gremios y clases y otros factores tradicionales. El Ejecutivo se encomienda a una Dieta nombrada por las Cortes, y el judicial sería elegido por tribunales colegiados. Brañas engendra un movimiento descentralizador con predominio ideológico tradicional y tiene honda influencia en el catalán Cambó.

Murgía depura sus elementos tradicionales al movimiento regionalista y lo reconduce hacia el campo nacionalista. “El gallego – escribe- (…) se siente gallego porque tiene conciencia de su personalidad típica, intereses creados y derechos adquiridos a la sombra protectora de seculares instituciones y porque aprecia y conoce la diferencia específica que de los demás le separa. Y esta conciencia que los pueblos tienen de su libertad natural, este sentimiento de identificación con unos y de semejanza con otros, es lo que constituye y forma el concepto de nacionalidad.

La importancia del movimiento regionalista gallego se cifra en su aportación de soluciones administrativas y en la generación de organizaciones pregalleguistas como la “Asociación Regionalista Gallega” (1891) “Liga de Acción Gallega” (1897) y “Solidaridad Gallega” (1907). En 1904 se constituye la Real Academia Gallega a cuya presidencia fue llevado Murgía.

“El Manifiesto para la Solidaridad Gallaga”- que reúne a republicanos como Vincenti, carlistas liderados por Vázquez de Mella, los regionalistas de Murgía surge a imitación de Solidaritat Catalana y constituye el origen del movimiento agrario. Este no llega a configurarse como partido político. Cuando posteriormente – en 1910- toma el nombre de Acción gallega se asigna como objetivo la lucha contra el caciquismo y los foros o arriendos, aspiración aún incumplida cuando en 1922 se crea la Confederación regional de agricultores gallegos.

Irmandade de Fala

El lanzamiento del galleguismo político no se produce hasta que en 1916 se funda en A Coruña la primera Irmandade de Fala con el objetivo de la defensa de la lengua gallega y promovida por Antón Villar e integrada por lo más florido de la intelectualidad coruñesa, gente, sin embargo, ideológicamente heterogénea. A su imitación se van creando paulatinamente más Irmandades en ciudades y villas de Galicia, donde se comprometen Castelao, Otero Pedrayo, Vicente Risco, Cuevillas, Vicente Baqueira.

Los objetivos que las Irmandades corresponden a campos complementarios del movimiento nacionalista. Por una parte, fomentar la toma de conciencia galleguista mediante la difusión de la lengua y la cultura científica, literaria y artística; y por otra, promover el desarrollo económico, atendiendo de manera especial a los intereses agrarios.

Partiendo del modelo federal proponen se constituyan dos poderes, de los que el central solo se ocuparía de los asuntos interregionales, y el poder regional sería el único soberano dentro de cada región. Cada una de éstas, dentro de la unidad política del Estado español, tendría su propia Constitución y sus propios cuerpos armados.

Curiosamente no se pide la oficialidad del gallego, sino que su uso sea libre. Viqueira dice que el primer paso para que el gallego entre en las escuelas es que el maestro no prohíba en el aula que el alumno se exprese espontáneamente en su lengua. Condición indispensable es que el maestro sepa gallego. Viqueira dice que el porvenir económico de Galicia y el porvenir cultural dependen de su estructura bilingüe, como está vigente en algunos países europeos.

En 1920 se pone de manifiesto la existencia de dos corrientes dentro de las Irmandades: la protagonizada por los intelectuales, cuya proyección del galleguismo tiene carácter netamente cultural, y a que proponen los políticos, que considera el galleguismo como una acción inmediatamente política. En la Asamblea de Monforte de Lemos, en 1922, se enfrentan las dos corrientes. La favorable a la acción cultural, representada por el grupo de Orense, cuyo ideólogo es Vicente Risco, y al que se suman Otero Pedrayo, Cuevillas y otros escritores, y se proponen la tarea de difundir la cultura gallega. Proporciona al nacionalismo una importante base teórica.

La corriente política, que lidera Peña Novo, configura un programa político y articula el futuro gobierno gallego. El poder legislativo corresponderá al Parlamento Gallego, elegido por el pueblo; el Ejecutivo a una Xunta integrada por el Presidente y seis secretarios; y el poder judicial estaría en unos jueces, pero exclusivamente gallegos. Proclama cuatro objetivos primordiales: autonomía plena de Galicia, autonomía municipal, federación con Portugal e ingreso de Galicia en la Liga de Naciones.

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