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CONTRA APOCALÍPTICOS, por José Biedma López

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Ilustraciones: Jesús Zamora Bonilla, economista y decano de Filosofía de la UNED y su último libro.
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evoDiario Ilustraciones: Jesús Zamora Bonilla, economista y decano de Filosofía de la UNED y su último libro.
CONTRA APOCALÍPTICOS, por José Biedma López

Suspiro, como cuando pasa una peste, porque compruebo alegre cómo declina la postmodernez. Autores como Jesús Zamora Bonilla, decano de Filosofía de la UNED y economista, o como Markus Gabriel en Alemania, ponen las cosas, en este caso ideas, en su sitio. Son excelentes testimonios de que el postmodernismo o, al menos, sus más contumaces exageraciones, están dejando paso a un nuevo y saludable realismo, que yo llamaría re-ilustrado.

CONTRA APOCALÍPTICOS, por José Biedma López

En su obra Contra apocalípticos (2021), Zamora Bonilla somete a esos a un interrogatorio de tercer grado; esos son los que están seguros de que el mundo se acaba o de que vivimos en el peor de los mundos posibles y aquellos que creen contar con una regla infalible para ser honrados y en consecuencia descalifican a todos los que no comparten sus puntos de vista tachándoles de idiotas, ignorantes, neoliberales o fachas.

No carga el autor contra personas ni colegas, sino más bien contra buenas ideas que se han salido de madre, convertidas en dogmas absolutos y extremismos morales. Tampoco pretende una enmienda a la totalidad del ecologismo o el animalismo, sino más bien una corrección que vuelva estas modas de pensamiento, ya populares, en congruentes; coherentes por un lado, con la falibilidad y relatividad de una ética abierta y razonable y, por otro lado, con los hechos y verdades probadas por la ciencia, hechos que suelen ser más tenaces y seguros que cualquier teoría con que los interpretemos.

Más dura resulta su crítica del posthumanismo, que le parece rechazable en casi todas sus tesis, por razones que su ameno y diáfano libro explica con suficiente fundamento. Por debajo del pensar apocalíptico subyace la creencia de que la hecatombe que se nos avecina es consecuencia de nuestros “pecados”: “capitalismo”, “neoliberalismo”, “consumismo”, “especismo”, “globalización”, etc. El fideísmo de los apocalípticos adopta esta creencia excluyendo del diálogo a todo aquel que no la comparta y hasta considera enemigos a quienes sostengan puntos de vista diferentes.

El relativismo ético del autor no consiste en pensar que “todo da igual”, sino en la conciencia de la relatividad y pluralidad de los valores. De hecho, no cree que existan esas extrañas entidades metafísicas. Lo que existe son valoraciones, tan variadas y diversas como los sujetos que las sostienen, valoraciones que, a la hora de decidir lo correcto, dependen no sólo de razones y discursos, sino también de emociones e instintos. Un relativismo así aspira a funcionar como vacuna contra el fanatismo que tantas muertes y dolor causa y ha causado.

El método general de Zamora Bonilla es la reducción al absurdo, mostrando que si llevamos ciertas ideas hasta sus últimas consecuencias descalabran en contradicciones. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando se acusa y demoniza al capitalismo (más valdría limitarse a denunciar sus excesos, pues sin capitales no pueden construirse ni escuelas ni puentes), se le acusa, digo, de acabar con el medio ambiente sin tener en cuenta que su alternativa comunista o de “socialismo real” no se ha caracterizado precisamente ni por su respeto al ecosistema ni a la vida humana, y además es incompatible con la democracia.

Es innegable que las actividades humanas están ensuciando los océanos y modificando el clima, pero es bastante ridículo considerar que nuestros diez mil años de civilización sean suficientes para constituir una edad geológica: el presunto “antropoceno”. Los dinosaurios dominaron la tierra durante 180 millones de años y apenas encontramos sus huesos. Nuestra cultura es sólo un “evento” que ocuparía unos milímetros (eso si perduramos) en los estratos examinados por el arqueólogo de dentro de un centenar de miles de años, no digamos de un millón.

La atribución de derechos a los animales (¿sin obligaciones?) y el escrúpulo de comer su carne ha llevado a algunos filósofos bienintencionados a dictar como moralmente obligatorio que comamos sus restos atropellados accidentalmente, es decir, sus carroñas, pues la nutrición que obtendríamos así nos permitiría reducir otras fuentes “criminales” de alimentación.

Evidentemente, ni hombres ni animales tenemos derechos y obligaciones como tenemos orejas y extremidades. Son convenciones. Sin embargo, una cosa es reaccionar emotivamente contra la crueldad y el dolor innecesario infligido a bestias inocentes, amorales, y otra cosa es meterlas en la cama o atribuirles, como hacen cada vez más los documentales de La Dos, sofisticados sentimientos, habla, nombres propios, conciencia y biografía.

La muerte de un varón o de una mujer nunca será comparable con la muerte de un calamar; con la muerte de un ser humano acaba, siempre trágicamente, una historia absolutamente irrepetible. Zamora Bonilla distingue con razón entre zoé, simple vida zoológica y bíos, esto es, vida con relato, biografía con historia. Es bastante absurdo considerar igual de obligatorio salvar la vida de un animal que la de un ser humano.

Cree Zamora Bonilla que la tauromaquia se extinguirá sola porque depende ya de subvenciones. Tengo mis dudas, no sólo porque merezca la consideración de un rito atávico culturalmente relevante y con una estética fascinante, sino porque también es ecológicamente rentable. Por su parte, la caza se ha vuelto tan sostenible como imprescindible para el control y el bienestar de las poblaciones de herbívoros y resultaría completamente insensata su prohibición, más allá de su sensata y pactada regulación.

La protección de un estadio del medio ambiente que pretendiera su aislada conservación, tal y como está o estuvo, no sólo costaría un potosí, sino que sería imposible puesto que las especies y los ecosistemas evolucionan. Es más, la extinción de unas especies suele ser condición de la emergencia de otras, como la de los dinosaurios posibilitó la irradiación de los mamíferos. El concepto de “especie invasora” es también borroso, en cierto y amplio sentido, todas lo son, emigran y amplían su expansión si otras lo consienten. Esto no demuestra que el conservacionismo ecológico sea malo, sino que tiene sus límites y una extremada complejidad técnica. Un invasor como el cangrejo americano es hoy fuente de ingresos y medio de vida para muchas familias del bajo Guadalquivir, por citar un caso reciente.

Zamora Bonilla examina además en su ensayo el transhumanismo que apuesta por mejorar al ser humano mediante la tecnología o su hibridación con la máquina, tanto en su perfil más optimista como en el perfil pesimista de un Harari. Igualmente, y con más detalle, entra en el berenjenal del posthumanismo antiilustrado, cuya jerigonza esotérica deriva en unos casos hacia un izquierdismo ideológico infantiloide, en otros hacia los “estudios de género”, “nómadas” y “fluidas” y “transversales” humanidades antihumanistas, o, en otros casos, hacia un misticismo nihilista, logomágico.

Resumir aquí sus argumentos o dar cuenta detallada de su previsión, profecía o prospectiva, de una Edad post-progreso sería como destripar la trama de una peli o contar el desenlace de una novela. Concluiré agradeciendo al autor su claridad (cortesía de filósofo) y su sinceridad al renunciar a la ambigüedad calculada para esconder “el plumero”, o sea sus preferencias políticas, que con toda franqueza confiesa social-demócratas.

Al no oír en los suplementos culturales eco suficiente de sus excelentes síntesis y análisis, de movimientos filosóficos tan actuales e influyentes, me he preguntado si la sensatez habrá pasado de moda, o si nosotros seremos ya “meta-prodéuticos” que es como Zamora Bonilla (también novelista) llama a los “últimos hombres”: esos que quizá dentro de decenas de miles de años verán todas sus necesidades satisfechas por máquinas y no tendrán otro remedio, para no aburrirse, que pasar su tiempo con el arte, viendo jugar o jugando.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm
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