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PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros

PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros
sábado 15 de mayo de 2021, 12:15h
PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros
PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros

Me permito reproducir un capítulo de mi libro Atrapado bajo los escombros que, aunque la situación en que nos encontramos es muy distinta a estar atrapado vivo sin esperanza de ayuda, la ilusión por el futuro es lo que nos mantiene en forma. Y tampoco están muy desencaminadas las reflexiones que hace el protagonista de la novela, pues la situación del mundo que describe es la misma que tenemos.

PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros
PLANES DE FUTURO, por Pedro Cuesta Escudero autor de Atrapado bajo los escombros

¿Conflagración nuclear?

“Tengo cantidad de planes para cuando salga de aquí. Esa ilusión por el futuro es lo que, en definitiva, me mantiene en forma. En la vida has de tener alicientes, has de ir proyectándote hacia el futuro. Es lo que te ayuda a vivir, a seguir adelante.

Pero a lo largo es estos meses ha pesado sobre mí como una sombra, una terrible sombra. Sospecho, y cada vez con más fundamento, que la causa de mi desgracia ha sido una guerra atómica. Ha debido haber allá arriba una terrible catástrofe, sino no se explica lo inaudito de mi situación. ¿Qué planes de futuro puedo concebir con ese supuesto? ¿Qué alicientes podría encontrar en un ambiente degradado al máximo? ¿Qué ilusión me hace el salir a un mundo arrasado, devastado, a un mundo donde se habrá provocado un colapso total de la civilización?

No quiero dar cabida en mi pensamiento a ninguna idea sobre el holocausto de la Humanidad. Es imposible, inadmisible y, por tanto impensable. ¿Y para qué fabricar tantas y tantas bombas atómicas y termonucleares? ¿Se fabrican, con el enorme gasto que suponen, para que nunca se lleguen a emplear y estén siempre quietecitas en sus arsenales? ¿Y cómo se destruyen esos ingenios nucleares si las propiedades letales de los isótopos radiactivos duran un montón de tiempo? De verdad que no lo entiendo.

¿Y qué decir de las armas químicas o bacteriológicas, cuya producción es mucho más barata y, por ello, puede estar al alcance de cualquier loco? La potencia destructiva de estas armas también es terrible, con la particularidad que se pueden concentrar de tal manera que su almacenaje no ocupa casi lugar y su transporte es muy fácil. Unos cuantos virus, estratégicamente distribuidos, son suficientes para acabar con miles de personas. Y lo que es peor, una vez iniciado este ataque, es imposible paralizar su expansión.

Repito, conforme voy consumiendo el tiempo en esta sepultura mi convencimiento de que ha habido una conflagración nuclear es mayor. El hecho de que los de arriba no hayan dado ninguna señal de vida me lo confirma cada vez con más insistencia. Siempre había venido manteniendo la tesis de que un enfrentamiento atómico es totalmente desechable. Y precisamente es descartable por el alto grado de civilización que hemos alcanzado. Además es insensato, pues todo el mundo sabe, también los políticos y los militares, que los efectos de una guerra nuclear son terriblemente espantosos para todos. Ya se vio en Hiroshima y también en Nagasaki. Y, aunque de entonces acá las armas nucleares han ido proliferando de manera alarmante y con un poder destructivo cada vez más terrible, siempre pensaba que los países nunca dirimirían sus diferencias con armas nucleares. Durante la Guerra Fría hubo desafíos peligrosos, momentos muy inciertos, pero el ostensible despliegue de esos artefactos letales sirvió como freno disuasorio. Sin embargo, las armas nucleares están ahí, como la espada de Damocles, que en cualquier momento, por cualquier causa o por cualquier insensatez pueden destruir el mundo.

Es imposible pensar en una autodestrucción absurda

No cabe la menor duda que la inmensa mayoría de la gente está informada del terrible poder destructor de esos artefactos nucleares, pero vivimos tranquilos porque pensamos- o no pensamos, intuimos- que la capacidad intelectual, que ha producido una potente cultura científica capaz de proporcionarnos un enorme confort, de sanar la mayoría de las enfermedades que hasta hace poco eran incurables, de poder comunicarnos al instante desde cualquier punto del planeta, de poder domeñar, incluso, hasta la misma energía nuclear, nos protege y nos hace más firmes y seguros en el mundo. Habiendo progresado de esta forma tan espectacular es imposible pensar en una autodestrucción absurda.

La cultura científica está manejada por la fragilidad moral del ser humano.

Claro que no hemos llegado a reflexionar seria y detenidamente que esa cultura, aparentemente todopoderosa, está manejada por el ser humano, que es moralmente frágil, sujeto a regresiones y anomalías afectivas, que puede caer en el trance de hacer un uso irracional de la ciencia. Y en un momento dado, y bajo los poderosos impulsos agresivos de un cerebro emocional no coordinado con el intelecto, se puede llegar a la locura de la destrucción masiva de la vida sobre el planeta. No es nada difícil que lleguen a dominar el Poder personajes que puedan dejarse llevar por impulsos agresivos e irracionales. Precisamente estos individuos suelen tener un atractivo especial para que las masas populares les sigan ciegamente. No estamos vacunados contra los Hitler o Stalin de turno. Sabemos que hay cierta prevención contra los fascismos, pero con su populismo pueden arrastrar de nuevo a las masas, ya que, a veces, por egoísmo, les empujan las clases pudientes. (Hitler ganó las elecciones gracias a una manera populista de presentarse contra los judíos que arruinaban, según su diatriba, la economía alemana o contra los parásitos de los gitanos o los deficientes mentales. También es populismo cuando alguien se presenta esgrimiendo la libertad contra el confinamiento debido a la pandemia o la libertad de elección de colegio o médico frente a una organización pública que potencie la educación y la sanidad para todos)

Según he podido estudiar estos días, en el ser humano se distinguen un cerebro interno, responsable de la vida instintiva y visceral, y del que depende el progreso moral y artístico, y un cerebro externo, al que corresponde el neocortex o corteza cerebral, encargado de las funciones cognoscitivas más diferenciadas, o sea, operaciones cognoscitivas superiores del que surge el progreso científico y técnico. Y que la capacidad mental se desarrolla más deprisa que la capacidad afectiva, porque el cerebro interno permanece más o menos estacionario. Es irrefutable que la Humanidad, al menos la histórica, no ha progresado mucho en el orden moral, si tenemos en cuenta las atrocidades de los campos de exterminio nazi, o de los gulaks, o de muchas comisarías, o los sádicos crímenes que diariamente nos relata la prensa, o la insensibilidad para el sufrimiento, en comparación con las matanzas asirias de la Edad Antigua. Viendo, por otro lado, las pinturas rupestres del Paleolítico Superior no podemos decir que artísticamente sean inferiores a las producciones pictóricas actuales.

Si la diferencia de mentalidad que separa a los hombres nómadas y depredadores del Paleolítico de nosotros es una diferencia de nivel cultural, significa que ese nivel se puede perder y que, por consiguiente, podemos degradarnos a formas elementales de pensamiento análogas a las de ese ser humano primitivo del Paleolítico. Teniendo en cuenta que hoy podemos perturbar la vida del planeta, si se ha hecho se habrá provocado un colapso de toda la civilización y, con él, la regresión inexorable de los supervivientes a niveles mentales tan rudimentarios como los que había hace más de 40.000 años.

La Humanidad no consigue conquistas definitivas

En este terrible supuesto podría desempeñar un papel importantísimo. No salvaría todo el avance científico y tecnológico que la Humanidad ha alcanzado, por supuesto, pero con el bagaje cultural que hay aquí almacenado, mis conocimientos, aunque no sean muy abundantes, y con los de otros supervivientes que no hayan sido totalmente degradados, se intentaría evitar una brutal regresión de la civilización.

Pienso que he encontrado una poderosa razón que me estimula a salir al mundo de arriba, aun en el caso que haya habido un cataclismo nuclear. Por todos los medios he de evitarme la enajenación mental, para poder rehacer con los supervivientes aptos la vida en la Tierra y salvar todo lo que podamos de la destrucción total de la civilización.

Tenemos el antecedente de culturas avanzadas como la maya, que desapareció sin que hasta ahora lo sepamos explicar, y los supervivientes no pudieron recuperar nada de ella, subsistiendo con una vida muy degradada. También los hombres del Neandertal desaparecieron en el Paleolítico y fueron sustituidos por los de Cromañón, que han necesitado más de 40.000 años para alcanzar el grado de civilización que hoy disfrutamos. El latín fue sustituido por unas lenguas que, después de mil años, aún no han adquirido la flexibilidad que aquella tenía. Durante toda la Edad Media el mundo occidental ha ido recuperando, poco a poco, el bagaje de la cultura clásica greco-latina.

Esos retrocesos demuestran que la Humanidad no consigue conquistas definitivas. ¿Acaba de dar el mundo un nuevo paso atrás?

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