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"¿Destruir o construir?" por Juan Saborido Gago

'¿Destruir o construir?' por Juan Saborido Gago
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Nisi dominus cum dectis suis sumnum. (A menos que el señor lo haya hecho)

'¿Destruir o construir?' por Juan Saborido Gago
'¿Destruir o construir?' por Juan Saborido Gago

Cada época se justifica ante la historia por el encuentro de una verdad que alcanza claridad en ella. ¿Cuál será nuestra verdad? ¿Cuál nuestra manifestación?

(María Zambrano)

'¿Destruir o construir?' por Juan Saborido Gago

Nuestra generación ha crecido entre las ruinas de antiguas certezas. Nacimos mientras caían. Apenas participamos en su derrumbe. Somos hijos del fragmento, pero el fragmento no nos inquieta, porque la alternativa de las grandes moles compactas no nos atrae ni nos convence. Han producido demasiadas victimas como para confiar en ellas. (Hacia un tiempo de síntesis. Javier Melodi )

Cuando uno está, no ya harto sino hastiado, puede ver las cosas de forma un tanto negativa. Pero esta sensación solo la percibimos cuando observamos a nuestro alrededor señales que delatan que las cosas no van como deberían ir o que con el paso de los años la incompetencia acampa a sus anchas en todos los sectores desde la política, las administraciones públicas, las empresas y las asociaciones sindicales.

Tal vez me podréis decir que me he pasado un poco, pues he deciros que no exagero, para que veías que no es una exageración intentare dar argumentos, para ello comenzaré por aclarar esta apreciación. Empezaré aclarando que es “ser incompetente” ya que esto no es un don sino una desgracia.

La definición de incompetente: “se dice de la persona que no tiene capacidad suficiente para realizar ciertas cosas, especialmente un trabajo, o para ocupar un determinado puesto.” En este sentido el escritor Francisco Ayala expresa que “la incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente”

Esto es muy fácil de entender, fijaos que claro está, cuanto más alto es el cargo que ocupa mucho más peligroso y dañino es, sobre todo si tiene acceso a redactar resoluciones, órdenes ministeriales, o de dictar normas de comportamiento, o dirigir una empresa.

Esto ocurre del mismo modo en aquellas empresas públicas donde sus cargos son nombrados a dedo según el color político que impere, o lo peor cuando se utiliza argucias para acceder o conceder cargos, (como ocurre en VEIASA) se corre el riesgo de mandar a la ruina la gestión pública. Si por contra el nivel del incompetente tiene poco poder, la capacidad de –tocar las narices-, tanto a los trabajadores como a los ciudadanos, es escasa. Pero si por mal del demonio cree poseer facultades, probablemente todo lo que pase por sus manos será un desastre o se convertirá en una ruina. No hace mucho en Andalucía se dijo que se iba a eliminar los “chiringuitos”, pues parece que los chiringuitos han sido sustituidos por unas sedes de muy dudoso estilo, según los signos que se aprecian entre bambalinas.

La incompetencia es algo con lo que no se nace, es decir nadie nace sin ninguna capacidad ya que todas las personas tenemos las posibilidades de adquirir habilidades y desarrollarlas, siempre que se les dé la oportunidad, y sobre todo que se les deje desarrollarlas de una forma libre; ahora bien hay personas que se forman como incompetentes, es decir, que aún teniendo las oportunidades suficientes para aportar sus dones y capacidades a la sociedad, fomentan y adquieren la incompetencia con un claro sentido de irresponsabilidad, pero esto no les produce ninguna reacción y se quedan tan tranquilos pensando que están haciendo lo correcto, esto puede ser considerado como un síntoma patológico.

También puede darse el caso que una persona haya adquirido un cierto dominio en un campo determinado y que las condiciones laborales le pongan al frente de algo que no puede desarrollar, porque no hay otra cosa o la realidad supere sus propias capacidades. Esa persona al principio no rendirá lo suficiente pero si es competente y constante, con el tiempo adquirirá las habilidades necesarias para adaptarse y triunfar en un medio, que en principio se le presenta hostil.

En política, por ejemplo, es muy normal que dentro de ella se asignen cargos a personas, que nada tiene que ver con el sector para que se les nombra pero poseen la voluntad, habilidad y la astucia de rodearse de personas que si saben, y gestionan ese cargo de forma decente, esto sería lo normal, pero en realidad es difícil encontrar personas sabias, es decir, podemos observar una gran gama de incompetentes en la política actualmente, ya que la realidad supera a la fantasía y sino que cada uno preste un poco de atención y llenara una lista respetable.

Y que decir de los sindicatos, creo que si sus fundadores levantaran la cabeza se volverían a morir. En mis tiempos había formación de los militantes y de sus representantes, no ya por sus conocimientos, o estudios adquiridos, o por sus dotes de oratoria o el poder de convencimiento, sino para que fuesen competentes, y no se vendiesen al poder de aquellos que les sostenía económicamente, o se vendiesen por obtener un mayor número de afiliados que engrosasen las listas a costa del porvenir de los trabajadores.

Dicho esto, creo tener argumentos para estar harto y también indignado, también puede parecer que estas razones no sean del todo nítidas o que el mundo es demasiado complejo. ¿Quién manda?, ¿quién decide?, ¿en manos de quienes estamos?

Para poder construir ante todo hay que buscar, hay que interrogarse, hay que ahondar, no dar por valida cualquier argumentación, ni incluso la que expongo, la peor lacra de esta sociedad no son solos los incompetentes sino también los indiferentes, que dejan en manos de este espeso fango que empaña y ensucia nuestra existencia, y la existencia futura de nuestros descendientes.

Por último quiero dejar este poema del pensamiento taoísta en el Tao Te King número 79 dice:

Cuando se cura una gran herida, siempre queda una llaga. ¿Acaso puede esto ser deseable? Por ello, el Sabio, aún teniendo la peor parte de un acuerdo, cumple con su parte convenida y no se querella contra los demás. La persona virtuosa cumple con su deber; la persona sin virtud sólo sabe imponer cargas a los demás. La Vida del Cielo carece de afectos personales, pero siempre se halla en armonía con las personas bondadosas.

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