Pero no, hoy no toca hablar de nada eso, sino de la histórica visita del Santo Padre al destruido Iraq, un país que no levanta cabeza desde hace muchísimos años, demasiados para la que fuera la cuna de todas las civilizaciones siga postrada ante los ataques del terrorismo yihadista.
Las cosas se mueven rápidamente en Iraq. La llegada de Joseph Biden al Gobierno de Estados Unidos parecía que iban a cambiar las cosas en Oriente Próximo, pero no ha sido así. Lo primero que hizo fue ordenar el ataque contra una posición de una milicia chiita iraquí en Siria. El Papa Francisco, el primer pontífice que visita Iraq, llega en un momento difícil para los cristianos en Oriente Próximo.
El Observatorio Romano, el pasado 12 de Marzo, dedicaba un número entero a este viaje con numerosos artículos que ilustran la importancia de esta visita a un país que ha visto como se ha reducido a una quinta parte el millón y medio de cristianos que vivían en Iraq en 2003. La guerra y la miseria han rebajado ese número a alrededor de 250.000. Muchos de ellos muertos y el resto exiliados para no regresar.
El problema para los cristianos comenzó después de la caída de Saddam Hussein, el dictador de Iraq, en 2003. La violencia anticristiana aumentó durante la ocupación estadounidense y se convirtió en una amenaza existencial cuando el ISIS irrumpió haciéndose con una zona del país que se vería ampliada con la guerra civil de Siria.
El odio y la violencia nos dice el Santo Padre, son incompatibles con las enseñanzas religiosas. Odiar al hermano es profanar el nombre de Dios, el camino es el de la paz. Este requiere que rememos juntos, no habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad.
El pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, “La respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas... La respuesta es la fraternidad” lo dijo el Papa el pasado 10 de Marzo. La guerra siempre es ese monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad. Por eso son necesarias las Fuerzas Armadas, precisamente para evitar la guerra e intervenir allí donde nos llaman a ayudar y estabilizar.
La lacra del terrorismo es mucho peor que cualquier otro conflicto, el terrorismo se ensaña contra los más débiles, lo dijo el Papa: “No habrá paz…, sin una justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles”, el trabajo de las Fuerzas Armadas en promover esa justicia y esa equidad, reconstruir la destrucción del ISIS y sentar las bases de un Iraq necesitado de ayuda, no de intervenciones solo interesadas en obtener provecho.
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