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CAMINO DE ÍTACA

“Drácula y patriarcado”, por María Antonia García, Abogada

 “Drácula y patriarcado”, por María Antonia García, Abogada
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jueves 25 de febrero de 2021, 12:10h
 “Drácula y patriarcado”, por María Antonia García, Abogada
Me he sumergido en la lectura de la novela de Bram Stoker “ Drácula”, e hipnotizada quedo, como cuando era adolescente, donde se recrea de nuestro de imaginario colectivo, la lucha de la libertad sexual frente a la represión de la religión, de ahí que el monstruo se debilitara ante símbolos religiosos, no es casual que el autor irlandés, casado con una mujer católica, viviese en una Inglaterra puritana.

Ese conde elegante y culto que te ofrece juventud a cambio de posesión, que irradia una tensión erótica y morbosa, fascina. En el año 1927 la versión teatral fue llevada a Broadway, donde un actor desconocido, nacido en Transilvania, un tal Bela Lugosi, interpretó el papel del malvado Conde. Lugosi transformó al maligno vampiro en un personaje atractivo, caballeroso.

Hoy es unánime: Drácula es un mito de la cultura universal contemporánea. La obra de Stoker no ha dejado de editarse, el cine de versionarla, las universidades de exponer tesis doctorales de la obra literaria o de la cinematográfica.

Ahora descubro que entre los motivos de Drácula, además del mito de la eternidad, la metáfora de nuestras pasiones sexuales de ambos sexos, uno consiste en arrebatar las mujeres a los hombres para someterlas y hacerlas suyas, pero tanto Drácula como los caballeros que lo persiguen tiene una similar concepción de las damas, tanto uno como otros las violentan y las desprecian en términos parecidos .Mientras los varones de la novela recubren sus deseos de control sobre ellas esforzándose para liberarlas de la condena eterna y el horror de la no-vida. El conde les ofrece lo más atrayente, la juventud imperecedera y una lascivia que se inicia con un mordisco que las lleva al éxtasis entre dolor y placer las desinhibe, transformándolas en seres sexualmente activos; en cambio, los dandis de la obra las quieren petrificadas en ese limbo victoriano de mujeres ángeles del hogar.

Cuando la leí de joven, la percepción fue distinta. Yo sólo pensaba que sería maravilloso deambular por la noche, leer infinitamente delante de una chimenea en un castillo tenebroso de los Cárpatos, dormir hasta el amanecer. Lo de mantenerme a costa de la sangre de hombres y mujeres, ya lo hacían los vivos, unos a los otros, y no escandaliza tanto, pensaba.

El deseo ambiguo y el control paternalista no lo percibí en la primera lectura, sólo un miedo morboso. Será que ahora soy otra.

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