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EL SEGUNDO PODER, sección realizada por Tomás Guillén, Periodista

Juan Miguel Aguado: “La calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino”

Juan Miguel Aguado: “La calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino”
domingo 14 de febrero de 2021, 10:35h
Juan Miguel Aguado: “La calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino”
Juan Miguel Aguado: “La calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino”
Juan Miguel Aguado Terrón (Madrid, 1971). Catedrático de Periodismo en la Facultad de Comunicación, Universidad de Murcia. Doctor en Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid y Posgrado en Investigación Social por el Instituto de Filosofía y Sociología de la Academia de Ciencias de Polonia (Varsovia). Autor de Mediaciones Ubicuas (Gedisa, 2020), Emerging perspectives on mobile content evolution (IGI Global, 2015) y La Comunicación Móvil (Gedisa, 2013). Co-director del Mobile Media Research Lab. Ha sido Director General de la Radio Televisión de la Región de Murcia y Presidente de FORTA (Federación de TVs autonómicas de España).
Juan Miguel Aguado: “La calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino”

“Puede decirse que sin información (fiable) no son posibles ni la democracia ni el ciudadano”; “La prensa de papel, por ejemplo, puede encontrar ese nicho de periodismo gourmet, de ‘slow food’ para el intelecto”; “Me parece esencial crear un ámbito de regulación transnacional que permita intervenir o al menos limitar el poder de ciertas corporaciones”; “Creo que vamos a una sociedad de nodos locales con cierta autonomía, pero al mismo tiempo conectados al resto del mundo”; “Pienso que asistimos a una combinación inusual de viejos y nuevos valores del audiovisual”; “Cada vez hay más estudios que señalan que la responsabilidad del auge de la desinformación no es exclusiva de las redes sociales y que los medios tradicionales tienen una parte en esa dinámica”; “Nuevos actores de mediación y nuevas formas de mediación implican, necesariamente, nuevas formas de relación con el poder”; “Cuanto más sabe de ti quien propone las alternativas de elección, más eficaz es tu elección, pero menos poder tienes en realidad”; “El final del siglo XX marca el cambio de una sociedad articulada sobre la escasez de información a otra organizada a partir de la abundancia de información”; “Al final, las élites políticas están tan preocupadas por la comunicación que no tienen tiempo material para gestionar con eficacia los problemas”; “La publicidad ya no es el gran sostén económico de la actividad de los medios y hay que buscar nuevas formas de ingreso”; “Los Periodistas dibujan mapas del territorio social en el que nos movemos precisamente para que podamos movernos por él e interactuar eficazmente con los otros. Si el mapa no es preciso, nos despeñamos”.

P.-¿En realidad actualmente qué se entiende por información?

R.-El de información es un concepto con múltiples dimensiones, muchas de ellas relacionadas: desde la concepción matemática que ha permitido el diseño de las TIC (por eso se llaman tecnologías de la información) hasta la acepción cultural y social que se refiere a la novedad o al acontecimiento que nos suscita interés. Desde el punto de vista periodístico, la información es el conocimiento público de actualidad que nos permite dos cosas esenciales en democracia: tener una visión del mundo compartida y tomar decisiones eficaces de acuerdo con nuestros intereses y en coordinación con otros. De tal modo que puede decirse que sin información (fiable) no son posibles ni la democracia ni el ciudadano.

P.-¿Qué es más importante tecnología o contenidos?

R.-Como decía McLuhan, la tecnología también es contenido y el contenido, a su vez, responde a los requisitos de la tecnología. Es aquello de “el medio es el mensaje”. No es lo mismo contar un suceso en un hilo de tuits entrelazados que en una crónica en un periódico impreso. El canal y el mensaje siempre ha estado interrelacionados y es un error pensar que un canal nuevo, un medio nuevo, nos va a permitir contar las cosas como lo hacíamos hasta ese momento. Al contrario, lo cambia todo: nuestra forma de entender, de procesar, de pensar. Pero ojo, eso no significa que los viejos modos y los viejos canales queden obsoletos. Las tecnologías y los modos de contar se reciclan: mira si no el auge de los vinilos en la música. La prensa de papel, por ejemplo, puede encontrar ese nicho de periodismo gourmet, de ‘slow food’ para el intelecto. En cualquier caso, eso sí, la calidad no caduca: cambian las formas de contar historias y los recursos para contarlas, pero las buenas historias, como la vida, siempre se abren camino.

P.-¿Tras la aldea global, cada vez más global, qué sustituirá a las naciones?

R.-Pues me preocupan los signos que veo cada vez más frecuentes de enfrentamiento entre las grandes corporaciones y el estado. Ocurre en el ámbito de la libertad de expresión y la difusión del odio con las grandes plataformas sociales, como Facebook o Twitter, pero lo acabamos de ver también ahora con las corporaciones farmacéuticas y la Unión Europea, nada menos. Un conflicto entre el mercado y el estado es algo que no se ha visto desde la revolución soviética –y ni siquiera, porque en aquella Rusia feudal el mercado tenía un peso relativo-. Los nuevos autoritarismos se visten de la eficacia empresarial que tiene poco que ver con la compleja mecánica de las democracias: ahí tenemos el caso de China y Rusia con la COVID y las vacunas. Me parece esencial crear un ámbito de regulación transnacional que permita intervenir o al menos limitar el poder de ciertas corporaciones, y además, acompasar la capacidad de regulación a los tiempos de la innovación tecnológica.

P.-¿Estamos al final de lo global. Hemos tocado techo?

R.-Es normal que en un contexto de pandemia, con las cadenas de distribución dañadas y la amenaza permanente de confinamientos, se revise el planteamiento de estrecha interdependencia que constituía la globalización. Pero eso no significa que la vuelta a la autarquía y el aislacionismo sea la solución, como plantean algunos populismos. Nuestra propia dependencia de la tecnología –ahora mayor que nunca para preservar nuestras relaciones sociales- mantiene el horizonte de una interconexión global. Creo que vamos a una sociedad de nodos locales con cierta autonomía, pero al mismo tiempo conectados al resto del mundo.

P.-¿Cuáles son los nuevos valores y tendencias de los medios audiovisuales?

R.-Pues pienso que asistimos a una combinación inusual de viejos y nuevos valores del audiovisual. De un lado, creo que algunos de los valores que definen el audiovisual convencional siguen ahora más vigentes que nunca: la calidad, la proximidad, la fiabilidad (veracidad en el caso del periodismo). Del otro, los nuevos ritos de consumo de medios y las nuevas tecnologías que los hacen posibles imponen fluidez y adaptación de formatos, creatividad y cierta interdisciplinariedad: periodistas trabajando con creativos, diseñadores, programadores y científicos de datos. Y muchas humildad, porque en esto, a veces, los propios usuarios y los públicos tienen mucho que enseñarnos.

P.-El Catedrático Carlos Elías decía que los Periodistas habíamos perdido aquella vieja función de limpiador de cristales, para que se pudiera ver que había detrás de la corrupción

R.-La transparencia puede resultar engañosa. Los medios no son en realidad cristales que permiten ver la realidad. Nunca me han gustado esas metáforas: la de la ventana, la del notario que da fe de una realidad… Personalmente creo que es más precisa la metáfora del mapa y el cartógrafo. Los periodistas dibujan mapas del territorio social en el que nos movemos precisamente para que podamos movernos por él e interactuar eficazmente con los otros. Si el mapa no es preciso, nos despeñamos. Pero ojo, hacer un buen mapa supone un esfuerzo interpretativo, una simplificación de algo enormemente complejo, y eso es mucho más difícil que limpiar cristales.

P.-¿Crees que con la emergente proliferación de RRSS los poderes se han aprovechado de las mismas y las fuentes son claramente intencionadas, por tanto la ética profesional queda por los suelos….? (A veces un gobernante tiene doblemente más seguidores que un medio de masas prestigioso y veterano)

R.-Está claro que las redes han trastocado la estructura tradicional de producción de discursos públicos (los relatos que nos explican y resumen nuestra comprensión común del mundo que compartimos). Y está claro también que la política y, en general el poder, han tomado buena nota de ello. Pero los medios tampoco son ajenos a ese juego de intereses. Piénsese si no en el auge del periodismo de trincheras o en esos medios que titulan y publican bajo la única guía del click-bait (es decir, para que la gente haga click en el enlace, independientemente del contenido de éste). Cada vez hay más estudios que señalan que la responsabilidad del auge de la desinformación no es exclusiva de las redes sociales y que los medios tradicionales tienen una parte en esa dinámica.

P.-¿Recuerdas aquel tópico durante muchas décadas con que se nos definió – el Cuarto Poder-? ¿Se ha podido pasar de nivel y ahora se nos clasifique como el Segundo Poder de la Sociedad, tras el económico, por la fuerte influencia que se ejerce desde las RRSS y otras plataformas digitales?

R.-Con los poderes podría aplicarse aquella regla que nos enseñaban en matemáticas sobre los factores: “el orden de los poderes no altera el producto”. Lo importante no es el orden, sino la relación. Por ejemplo, la relación entre los medios tradicionales y el poder se ha transformado por la irrupción de nuevos actores –las redes sociales- que permiten alcanzar sin mediación públicos muy amplios y además sobre una base fuertemente emocional… Pero, si lo piensas, eso no difiere mucho del impacto que tuvo la radio en los años 30 del siglo XX. Nuevos actores de mediación y nuevas formas de mediación implican, necesariamente, nuevas formas de relación con el poder. La mediación siempre interesa al poder. Ahora bien, hay que ver cómo se integran esas nuevas formas de mediación en la dinámica social, cómo puede garantizarse la rendición de cuentas de los mediadores (algo que se hizo con la prensa, la radio y la TV en el siglo XX), y cómo eso se puede realizar eficazmente en un contexto transnacional (de ahí la necesidad de regulación que comentaba antes).

P.-¿La ciencia y la cultura han perdido interés entre las generaciones jóvenes precisamente por la imagen nefasta que se ha dado en las RRSS (de locos, nada estéticos y de malos de la película)?

R.-Para nada. Al contrario. Ahora los jóvenes son más partícipes y activos que nunca en la creación de formas y productos culturales… solo que no siempre están en los medios convencionales. Están en Instagram, en Youtube (hagan una simple búsqueda de booktoubers, o de poetas en YouTube, por ejemplo), en Twitch o en Clubhouse.

P.-¿O porque ya no hay interés, ya que el mundo o la desinformación (o la información que se quiere recibir) está a un click?

R.-La comodidad es un elemento propio de la sociedad de consumo. No es en ese sentido algo distinto de lo que guió la comercialización de la prensa, la radio o la televisión. Hay que recordar que en el Fedro de Platón ya el filósofo griego recelaba de la escritura porque nos privaría del esfuerzo de memoria que caracterizaba al saber. La comodidad siempre ha incomodado a la élites intelectuales, aunque resulte paradójico…

P.-¿Estar en la red es tener poder?

R.-Sin duda. Poder de elegir. Pero todo poder, como advirtió el filósofo Michel Foucault, es también sometimiento: a una estructura, a una lógica. Cuando eliges, tienes el poder de elegir, pero te sometes al poder de quien te permite elegir, precisamente, entre esas opciones y no otras. Cuanto más sabe de ti quien propone las alternativas de elección, más eficaz es tu elección, pero menos poder tienes en realidad.

P.-¿No crees que hay saturación de información, que la sociedad está sobreinformada?

R.-Claro. El final del siglo XX marca el cambio de una sociedad articulada sobre la escasez de información a otra organizada a partir de la abundancia de información. Ese es, probablemente, el cambio social más importante de la segunda mitad del siglo XX. Y todavía estamos aprendiendo a integrar ese cambio.

P.-¿Y si esta sobrecarga estuviera cambiando nuestra cabeza?

R.-Pues claro que la está cambiando. Es inevitable. La manera en que procesamos la información y nos comunicamos determina la estructura del tejido social. Pero eso no es necesariamente negativo. El libro cambió la estructura mental y social de las sociedades del siglo XVI… y ese cambio llevó al menos tres siglos (hasta la Ilustración). Nosotros hace apenas 70 años que empezamos un proceso de profunda transformación de nuestras estructuras sociales y cognitivas.

P.-¿Pero es buena la democracia electrónica?

R.-La democracia no es electrónica ni de papel. Es una forma de organización social surgida en torno a la cultura del libro y la ilustración. Lo mismo que se adaptó a la radio o la televisión, tendrá que adaptarse a las redes digitales. Cambiará con ellas, seguramente. Y, en ese camino, perderemos algunas cosas y ganaremos otras. Personalmente veo algunos problemas en relación al asamblearismo y la inmediatez. También el imperio de la comunicación sobre la gestión me parece una consecuencia de esta conectividad permanente por la que todo debe ser visto y accesible en todo momento y en todo lugar. Al final, las élites políticas están tan preocupadas por la comunicación que no tienen tiempo material para gestionar con eficacia los problemas (y mucho menos cuando estos son a largo plazo).

P.-Umberto Eco dibujó en los ochenta del pasado siglo un mundo de apocalípticos e integrados. ¿Acertó este monstruo de la comunicación?

R.-Todo cambio comporta desconfianzas y miedos, de un lado, y esperanzas o mera curiosidad, del otro. Ahora también podemos hablar de apocalípticos e integrados de lo digital. Yo creo que hay que escucharlos a todos y aprender de ellos: hay que mantener la actitud analítica y crítica, pero, al mismo tiempo, saber ver las consecuencias creativas de la transformación.

P.-¿Y la facultad llega al nivel periodístico deseado. Quizás falta más práctica y realidad?

R.-En la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Murcia trabajamos casi 50 profesores e investigadores. La mitad de ellos son profesionales en ejercicio que aportan su experiencia en el día a día de distintos aspectos de la comunicación. Y la otra mitad somos investigadores que aportamos una gran capacidad de análisis sobre los cambios que caracterizan al sector de la comunicación. Fruto de ello no solo son nuestras publicaciones, sino también la innovación docente. Tenemos un Master sobre comunicación móvil y contenido digital que es referencia en España por la innovación de contenidos, este año hemos puesto en marcha un nuevo grado de Gestión de Información y Contenido Digital y, si todo va bien, el próximo año pondremos en marcha un nuevo grado bilingüe en español e inglés en Communication and Media Studies. Recientemente la facultad ha sido evaluada positivamente por ANECA en todos sus títulos, de modo que, sí, yo diría que estamos avanzando en la buena dirección.

P.-¿Hay interés en convertirse el estudiante en un futuro profesional?

R.-Pues me remito a lo que he comentado respecto de la pregunta anterior. Toda esa innovación lleva de tras un trasvase constante de la investigación a la docencia y una eficaz integración de la experiencia profesional del sector, que son los rasgos distintivos de la Universidad tal y como yo la entiendo.

P.-¿Qué futuro les espera a los mass-media. Hay miedo a lo desconocido?

R.-En un contexto de transformación acelerada como la que nos rodea sería temerario arrogarse el conocimiento respecto del futuro de los medios. Es posible vislumbrar tendencias, líneas de cambio… Pero poco más. De hecho a los directivos de los medios les pasa algo parecido. Somos un poco como conductores en medio de la niebla: nos pegamos a lo que conocemos (la línea continua de la carretera), mientras tratamos de anticipar por dónde transcurre el trayecto y cómo adaptarnos a él sin correr demasiados riesgos. Algunas cosas sí están claras: (1) la publicidad ya no es el gran sostén económico de la actividad de los medios y hay que buscar nuevas formas de ingreso. (2) Los públicos ya no son sujetos pasivos, sino que buscar hacer cosas con nuestro contenido e integrarlo en sus redes sociales. (3) el contenido no llega ya de forma discreta, en porciones organizadas (el periódico, el programa), sino de forma continua, ubicua y a demanda. Ya sólo esas tres coordenadas nos obligan a repensar todo el ecosistema de la comunicación. Pero, como les digo a mis alumnos, vivimos un tiempo privilegiado; complejo, pero privilegiado. Un poco como la Italia del siglo XV, donde, a pesar de la crisis, el cambio tecnológico y estético permitió florecer el arte, la creatividad y el conocimiento para dar lugar al Renacimiento.

P.-¿Y si se perdiera el interés en los formatos profesionales para ofrecer información y ya en esa democratización de la comunicación cualquiera sin cualificación sirve para escribirla?

R.-No creo que eso ocurra. Antes recordaba que, pase lo que pase, la calidad es una variable insustituible. Y la calidad sólo puede venir de la mano de la profesionalidad… o de la genialidad. Pero, por fortuna, la primera es mucho más frecuente que la segunda.
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