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"La Raccolta Colombina", por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

'La Raccolta Colombina', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
miércoles 27 de enero de 2021, 11:50h
'La Raccolta Colombina', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
'La Raccolta Colombina', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

Colón cayó en el olvido por interés de la monarquía hispánica que veía difícil poder cumplir las obligaciones contraídas con el Descubridor. No hubo exceso de celo, ni por parte de los gobiernos de España, ni por nadie, de conservar los autógrafos, libros, memorias y reflexiones del Descubridor, llevándolo todo al abandono. La mayoría de los países guardan en sus museos como reliquias los objetos usados por sus grandes hombres, pero del primer Almirante de la Mar océano de España casi todo ha desaparecido o se ha falsificado. A Colón no se le memorizó con estatuas o retratos ni se le escribió ningún poema.

El nombre de América

La gloria de su descubrimiento declina y su nombre deja de asociarse con el Nuevo Mundo. Mientras, Américo Vespuccio había enviado un escrito a Lorenzo Popalano, jefe de la rama de los Médicis opuesta a Lorenzo “el Magnífico”, detallándole sus viajes y las pruebas de la existencia del Nuevo Mundo. De este escrito se hicieron varias copias manuscritas que se distribuyeron por las cortes europeas, despertando un aluvión de comentarios. Una de estas copias fue a parar a manos de fray Giovanni del Giocondo, un conocido arquitecto de Venecia, que la traduce al latín y la imprime, y así el escrito del florentino es leído en universidades, academias y colegios famosos de Europa. Y aparecen otras reimpresiones hechas en París, en Florencia y en Augsburgo. Se traduce al alemán, al holandés, al checo, alcanzando una difusión inesperada. Eran tiempos de gran entusiasmo por los relatos de los viajes.

En Lorena, junto a los Vosgos, existía el Monasterio de Saint-Dié que albergaba un grupo de selectos sabios protegidos por el Duque de Lorena Renato II. El monasterio contaba con su propia imprenta y algunos de estos monjes eran doctos en Geografía. De este grupo partió la idea de publicar los ocho libros de la geografía de Ptolomeo. Mientras les llegaba el original griego de Ptolomeo, Martin Waldeemüller redacta, a modo de prólogo a la geografía tolemaica, una Cosmographiae introductio, donde aparecen los nuevos descubrimientos. A manos del director de la obra, Mathias Ringmann, le llega el escrito en latín de Américo Vespuccio, donde dice que las tierras descubiertas por Colón no son del continente asiático, sino un mundo nuevo, una vasta región oculta hasta entonces a los ojos de Europa, que transforma por completo las concepciones geográficas ptolomaicas. Y se la pasa a Martín Waldeemüller, el cual piensa que si esa parte del mundo ha sido revelada por Americus justo es bautizarla como la tierra de Americus. Y escribe sobre el mapamundi América. Se imprime y se reparte por las universidades y cortes europeas. Florencia se dio prisa en aceptar esa nueva denominación que los enorgullece porque Américo era florentino. Toda Italia siguió el ejemplo. Y la prensa protestante de Alemania multiplica a porfía esta usurpación. No hubo reclamación porque no se tenía conciencia de esa enorme profanación.

El mito de Columbus

Tras varias centurias de olvido la figura de Cristóbal Colón resurge con fuerza. Su reconocimiento internacional nace con la independencia de los Estado Unidos. Los colonos norteamericanos fueron los principales valederos de su estudio y conmemoración. Es que la joven república estadounidense necesitaba desarrollar una historia nacional sin conexión con Gran Bretaña y escritores como Robertson, Barlow, Philips Morrín encuentran en Colón un héroe del pasado lejano, libre de asociación con los poderes coloniales europeos, con el deseo de establecer su propio rumbo. Fue la revolución americana la que creó el mito de “Columbus”. O sea, a Colón lo recuperan del olvido los escritores de la modernidad ilustrada de finales del siglo XVIII y principios del XIX frente a la intolerancia española. Hacen de Colón una alternativa al Antiguo Régimen.

El estadounidense Washington Irving, que vivía en Madrid y bien relacionado con los bibliotecarios, publica en 1828 una genial obra sobre la vida y viajes de Cristóbal Colón, “Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón”, que fue un éxito, se tradujo a todas las lenguas cultas, desencadenando gran fascinación por toda Europa y América del Norte. Esta obra se tradujo al italiano, y en Génova la agrandan con nuevas aportaciones.

La joven nación italiana necesita contar con mitos y héroes

Savona, Pradello, Nervi, Cugureo, Bugiasco empiezan a disputar la cuna de Colón. Génova reclama sus derechos identificando a Cristóforo Colombo con Cristóbal Colón y la Academia de Ciencias, Literatura y Bellas Artes de Génova nombra una comisión con el encargo de averiguar lo que había de cierto en lo concerniente a la patria del Almirante. En 1819 el bibliógrafo Spotorno publica en Génova su obra titulada Del origen y la patria de Cristóbal Colón. En 1823 en Génova se imprimen todos los documentos de Cristóforo Colombo en un volumen titulado Códice diplomático Colombo Americano. El Conde de Roselly de Lorgues en su obra “Historia de Colombo” y sus descubrimientos coloca al italiano Colombo como único protagonista del descubrimiento, relegando a España a un papel secundario, cuando no de estorbo. El último miembro que se cree de la familia Colombo, Monseñor Luigi Colombo, prelado doméstico del Papa Pio IX y secretario de la Congregación de Indulgencias, hizo en 1853 una biografía del que cree su inmortal predecesor y toda Italia lo recibió con aplauso.

El Rey Carlos Alberto, gran entusiasta de Colombo, dispuso en 1847 que Génova levantara a costa del tesoro un monumento en su memoria. A partir de ahora surgen estatuas, retratos, pinturas dando rostro a Cristóbal Colón. En el año 1854 el Rey Víctor Manuel, con su augusta familia, los ministros, los embajadores y las comisiones de las Cámaras, inaugura el ferrocarril que une Génova con Turín y el Arzobispo de Génova. Andrea Charvaz, después de haber referido a la inmensa asamblea todos los antiguos títulos de gloria de la soberbia Génova, corona el trofeo de sus brillantes recuerdos con la imagen de Cristóforo Colombo como el navegante cristiano, el misionero del progreso que plantó el primero en el Nuevo Mundo la cruz, símbolo inmortal de civilización de los pueblos.

Coincidiendo con el proceso de unificación de Italia los investigadores italianos sitúan a Colón en la cabecera de los mitos patrios y compilan abundante documentación –La Raccolta Colombina- sobre su nacimiento en Génova, que publican para explicar al mundo que Italia tuvo un papel importante en el descubrimiento de América, pues un italiano, Américo Vespuccio dio nombre al Nuevo Mundo y otro Cristóforo Colombo, fue su descubridor. La ciudad de Génova encarga 14 volúmenes entre 1892 y 1896 para apuntalar la nacionalidad genovesa del Almirante. Más tarde Benito Mussolini ordenó a los historiadores italianos la patriótica tarea de añadir aún más aportaciones, buscando o desechando documentos que realicen la tesis prevista sobre el origen genovés del descubridor. Cualquier dato que no encajara con el objetivo de italianizar al Almirante fue rechazado.

En la II República española los libros escolares comienzan a recoger las teorías del peruano Ulloa de que Colón era catalán. Pero con la caída de la II República se olvida la catalanidad de Colom y se vuelve a reafirmar su italianidad, pues Franco, que impuso una dictadura durante 40 años, era amigo y deudor de Benito Mussolini.

Muchos documentos de la Raccolta Colombina son apócrifos

La mayoría de estos documentos se refieren a contratos referentes al taller de lana. Mas o menos a este tenor: “Dominicus Colombus lanerius habotator Saone et Cristoforus eius filius, reconocen una deuda” Un examen detenido de esa documentación pone de manifiesto que algunos de ellos, los referentes a su origen, son apócrifos. Por ejemplo, el único documento en que supuestamente Colón se reconoce genovés, es la Institución del Mayorazgo atribuida a Colón y fechada el 22 de Febrero de 1498. “Siendo yo nacido en Génoba vine a servir aquí en Castilla”; más adelante ordena que el poseedor del Mayorazgo “tenga y sostenga siempre en la ciudad de Génoba una persona de nuestro linage que tenga allí casa e muger e le ordene renta con que pueda vivir honestamente como persona tan llegada a nuestra linage y haga pie y raíz en la dicha ciudad como natural della porque podría haber de la dicha ciudad ayuda e favor en las cosas del menester suyo, pues de aí salí y en ella nací”.

Lo que nos hace sospechar es que ni Hernando Colón ni Bartolomé de las Casas, los primeros biógrafos de Cristóbal Colón, hacen ni la más mínima alusión de un documento que es tan importante para los herederos. Y vemos que quienes redactaron ese documento cometieron errores garrafales: “E ansí le suplico al Rey e a la Reina, Nuestros Señores, y al Príncipe Don Juan, su primogénito, Nuestro Señor, y a quien sucediere por los servicios que yo les he hecho, e por ser justo e le plega y no consientan ni consienta se deforme este mi compromiso de mayorazgo y testamento…”.Se menciona al príncipe Don Juan para velar por el cumplimiento del mayorazgo cuando el príncipe había muerto en Salamanca el 4 de Octubre de 1497, cuatro meses antes de la supuesta redacción de este manuscrito. Y Colón que tenía de pajes del príncipe a sus hijos, perfectamente sabía que había muerto. Además en ese mismo documento se dice: “hacer su Almirante en el dicho mar Océano, alende de una raya que marcaron sobre las islas de Cabo Verde y aquellas de las Azores, cien leguas que pase de polo a polo, que dende allí adelante al poniente fuese su almirante”.

Hemos de tener en cuenta que tras el Tratado de Tordesillas, que se firmó el 7 de Junio de 1494 (cuatro años antes de la escritura de este título) la línea de demarcación de 100 leguas que se había establecido con las Bulas alejandrinas, se traslada a 370 al oeste de las islas de Cabo Verde. Este error no lo podía cometer Colom de ninguna de las maneras, pues era un asunto que le competía. Este documento lo firma Fernando Álvarez de Toledo, cuando hacía cuatro años que no actuaba de secretario, pues su firma no aparece en ningún documento posterior a 1494.

Por otra parte, en el testamento que Colón hizo en Valladolid poco antes de morir fija la declaración de mayorazgo en fecha posterior. “El año de quinientos e dos yo fice una ordenanza y mayorazgo”. Además, este documento no está sellado ni elevado a escritura pública y presenta caligrafías y tintas diferentes.

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