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LAS CHICAS SON GUERRERAS, por José Biedma López

 Anya Taylor-Joy en la serie Gambito de Dama y Alexandra Botez, prometedora jugadora americana de origen rumano.
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Anya Taylor-Joy en la serie Gambito de Dama y Alexandra Botez, prometedora jugadora americana de origen rumano.
miércoles 09 de diciembre de 2020, 09:51h
LAS CHICAS SON GUERRERAS, por José Biedma López

A muchas personas les ha encantado la miniserie Gambito de Dama, dirigida por Scott Frank y Allan Scott e interpretada por la argentina Anya Taylor-Joy, cuyo rostro nació para el mimo. En verdad resulta hipnótica, con un valor añadido para los aficionados al Juego de reyes que, como un servidor, no hemos pasado de algún galardón provinciano y un ELO de 2000, y eso cuando competía federado con el equipo de mi localidad, el Club Santa Juana de Arco y a las neuronas les sobraban juveniles neurotransmisores.

La protagonista de la serie, Beth Harmon, que se haría con el campeonato del mundo absoluto en los años sesenta, en plena guerra fría, es imaginaria, pero la escenografía, magníficamente retratada, es fiel al momento histórico. Algún crítico apunta que la personalidad de la jugadora combina los rasgos brillantes y desequilibrados del genial Bobby Fisher y el equilibrio competitivo de la húngara Judith Polgar, considerada la mejor jugadora de la historia y la única mujer que consiguió un puesto entre los diez mejores maestros del mundo en 1996. Su hermana mayor Susan Polgar rompió la barrera de género al clasificarse en 1986 para el campeonato mundial absoluto.

No obstante, mucho antes que ellas, poco después de la revolución de 1917 que obligó a su familia a escapar de la URSS y establecerse en Inglaterra, Vera Menchik, que había nacido en Moscú en 1906 de padre checo y madre inglesa, venció en el tablero a grandes maestros de los años treinta. Murió durante la segunda guerra mundial, al ser bombardeada su casa de Londres por una V1 alemana. Fue dominadora absoluta en categoría femenina. A pesar de las reticencias machistas de Albert Becker, al que venció, el Club Vera Menchik albergó a 41 hombres, entre ellos el campeón mundial Max Euwe.

El ajedrez es sin duda el rey de los juegos de mesa, aunque algunos consideran al go oriental más rico y complejo aún. Es un deporte mental que requiere talentos especiales y buena forma física. Hay jugadores que en una partida larga pueden perder hasta tres kilos, prueba de que el órgano que más energía gasta es el cerebro. El ajedrez es una guerra sublimada. Los que no lo han probado no saben hasta qué punto es violento un juego en el que los jugadores apenas se mueven pero tratan de comerse a la dama del adversario y asfixiar a su rey, símbolo del cerebro del enemigo. En ajedrez no hay motivo para la justificación ni pueden aducirse excusas. Si uno pierde, es que ha jugado mal y “la ha cagado”. Jugado a niveles de alta competición puede ser obsesivo y absorbente. Recuerdo el caso de un padre que tuvo que esconderles el tablero a sus hijos porque dejaban sus deberes escolares para estudiar aperturas, estrategias y finales de juego… Yo mismo estuve atrapado durante una época por su fascinación. Al fin decidí dedicar esas energías intelectuales a una tesis doctoral. Salí ganando. Unamuno decía que el ajedrez es demasiado poco para ser una ciencia y demasiado complicado para ser un simple juego. Tenía razón.

No obstante, sus valores educativos son innegables. El ajedrez requiere concentración, tenacidad, intuición, cálculo de posibilidades, aceptación de la derrota y capacidad para sobreponerse a ella (resiliencia), memoria, constancia… Los jugadores de ajedrez resuelven problemas (capacidad esencial de la inteligencia) y han de tomar decisiones contra reloj, a veces deben elegir el menor entre dos males, como en la vida. Puedes llevar ventaja con una pieza ganada y cometiendo un leve error perderlo todo, como en la vida. Es un buen espejo de las fuerzas reales con que uno cuenta. Por eso, como profesor, organicé un club de juegos y torneos de ajedrez en los institutos por los que pasé. Para alumnos y alumnas con problemas, como en la serie, puede ser un refugio seguro, un pequeño universo controlable.

Sin embargo, y afortunadamente, el mundo no es un tablero bicolor con 64 escaques en el que dos ejércitos se enfrentan a muerte. Aunque las posibilidades combinatorias son enormes, la IBM demostró al mundo en 1996 que la inteligencia que requiere el ajedrez puede ser computarizada. El 10 de febrero de 1996 y con un ritmo de juego lento Deep Blue, una supercomputadora, venció al campeón del mundo Gary Kaspárov; aunque Kaspárov ganó tres partidas y empató dos, el dominio exclusivamente humano del tablero había concluido.

Igual que confiesa el campeón español José Luis Fernández, y salvando las distancias, me enamoré del ajedrez cuando Bobby Fischer derrotó a Boris Spassky en Reykjavik, en el torneo mundial de 1972. Seguí y estudié aquellas partidas que simbolizaban y sublimaban la guerra fría: el genio individualista y brillante del usamericano (luego exiliado) contra el sólido burócrata asesorado por un equipo de grandes maestros… Esto es algo que recoge muy bien la miniserie de Netflix.

Aquellos tiempos del ajedrez romántico, intuitivo, con sacrificios de piezas a cambio de mates insólitos, o aquellos otros días felices de sorprendentes aperturas hipermodernas han pasado. Las inteligencias artificiales son más fiables, pueden calcular millones de combinaciones (variantes) en segundos, no se distraen ni tienen problemas de salud y, para colmo, aprenden de sus errores, de modo que los buenos software de ajedrez se mejoran a sí mismos. Son un buen ejemplo del avance exponencial de la Inteligencia artificial, de la que dependemos cada vez más en todos los ámbitos de nuestra vida. Los grandes maestros ya no viajan con una maleta repleta de libros porque cualquiera puede comprarse una tableta y entrenar contando con el consejo ejemplar de millones de partidas selectas.

Mi jugador favorito es Emanuel Lasker, nacido en la Prusia polaca, de origen judío como muchos de los grandes campeones, fue matemático y filósofo. Antes de 1895 ya había publicado dos artículos en Nature, la prestigiosa revista científica. Se doctoró con la tesis Philosophical Transactions y fue apreciado interlocutor y amigo de Einstein. Un teorema algebraico lleva su nombre: Teorema Lasker-Noether (teoría de ideales). Inventó un juego (el Lasca, 1911) y fue también un excelente jugador de bridge y de go. Sin embargo, su libro sobre ajedrez: Kampf (Lucha, 1907), fue un desastre comercial. Con veinticinco años derrotó a Steinitz. Lasker ha sido el gran maestro internacional que más años ha retenido el título de campeón mundial (1894-1921); lo perdió con Capablanca en el encuentro de La Habana, sin embargo volvió a vencer al cubano en torneos posteriores. Explotaba las debilidades psicológicas del adversario. En su primer torneo importante contra Bauer ganó con una combinación en que sacrificaba dos alfiles. Tras perder el título mundial siguió jugando a gran nivel. Con la “irresistible ascensión al poder” de Hitler (uso la expresión irónica de Brecht) Lasker perdió sus propiedades en Alemania y tuvo que exiliarse, primero en la URSS y por fin (1937) en EEUU al caer en desgracia su protector soviético, Krylenko, que un año después fue ejecutado.

“Gambito” es palabra de origen italiano que significa zancadilla. Con el gambito se entrega material, normalmente un peón, a cambio de ventaja posicional y un rápido despliegue de las piezas. Pues bien, contra el Gambito de dama, que da título a la famoso serie, Lasker ingenió una variante que lleva su nombre: “Defensa Lasker”. También sus propuestas contra el gambito Evans y la apertura Reti están en vigor. Lasker fue, como Capablanca, un excelente jugador de finales al que gustaban las complicaciones de alto riesgo.

El primer tratado de ajedrez moderno lo escribió un español, Ruy López, la Apertura española lleva todavía su nombre. España cuenta con 30.000 fichas federativas y 137 Maestros internacionales, de los cuales 56 son “Grandes Maestros”, categoría vitalicia que ostentan en el mundo 1500 jugadores. Los españoles más conocidos son Miguel Illescas, José Luis Fernández y Francisco Vallejo Pons, que ha vencido alguna vez a los últimos ocho campeones del mundo, excepto a Kaspárov. España ocupa el puesto 14 del ranking mundial. Al indio Anand, Vallejo le ganó jugando con negras (las blancas cuentan por ley con el privilegio de la iniciativa).

Aunque se trata de un deporte o pasatiempo mayoritariamente masculino, el éxito de Gambito de dama o la popularidad digital de jugadoras como Alexandra Botez (25 años) contribuirán a cambiar eso en el futuro. La pandemia también ayuda a un reverdecimiento del ajedrez, al que algunos consideran juego de solitarios. Gracias a Internet, uno puede enfrentar hoy a jugadores de su nivel y del resto del mundo, midiendo sus fuerzas o ensayando posiciones, gratis en plataformas digitales. Para quien quiera desafiarme y ganarme, juego en Queen Alice con el alias tartésico de Copelipon.

Del autor:

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