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CRÓNICAS DEL CONFINAMIENTO, por Beatriz Rodríguez, Periodista

CRÓNICAS DEL CONFINAMIENTO, por Beatriz Rodríguez, Periodista
miércoles 29 de abril de 2020, 10:10h
CRÓNICAS DEL CONFINAMIENTO, por Beatriz Rodríguez, Periodista
Mientras estoy aquí sentada escribiendo sigo viendo, como cada mañana, a mi vecina de enfrente machacándose en la bici y es que da igual a la hora a la que me siente a escribir, ella siempre está allí y además no tiene cortinas así que, no es que yo peque de impertinente y cotilla, sino que ya empiezo a conocer a todo el que pasa por su casa, el ex, el actual, las niñas de uno y otro…no sé pero me daría para una novela. Hasta los aplausos de las 20’00 horas los hace desde la bici.

Y me parece importante aplaudir. Nos estamos cansando de todo y lo que al principio era divertido y se animaba con música desde los balcones, cada vez está más incorporado a nuestra rutina diaria y, observando a los vecinos, lo empiezo a notar como algo tedioso, casi una obligación. Cantábamos el ‘Resistiré’ los primeros días e incluso ha habido improvisados conciertos en azoteas, terrazas y balcones. Ha habido también mensajes en las redes para todos los gustos, que si no debíamos aplaudir por respeto a los muertos o que si los sanitarios preferían mascarillas pero los aplausos no dejan de ser un símbolo de apoyo a su labor. Al margen de eso, no a todo el mundo le llegan los mismos mensajes ni a la misma hora.

Nacieron como apoyo a los sanitarios en un principio, pero también a todos los que han estado y están trabajando en nuestras horas más bajas como país, cajeros, repartidores, farmacéuticos, policías, militares, camioneros, voluntarios y otros tantos servicios esenciales que me dejaré por el camino. Ellos también perciben y agradecen nuestro apoyo haciendo sonar las sirenas de los coches de policías y ambulancias o el claxon de sus vehículos. Somos un equipo, somos una Nación. Aplaudimos a los que trabajan como agradecimiento a su esfuerzo y dedicación y los creyentes rezamos por los fallecidos y sus familias.

Ponemos nuestra bandera como símbolo de unidad nacional y la completamos con un crespón negro en homenaje a los que esta maldita enfermedad se ha llevado. Parece que la curva se va aplanando pero no se trata de aplanarla sino de arrasarla completamente. Y la bandera es de todos, es de ESPAÑA, ni de derechas ni de izquierdas y actualmente deberíamos estar todos en el mismo barco y remar todos en la misma dirección pero con sentido común y sin tanta confianza en las ayudas que nos tienen que venir de fuera. Me duele que se critique a personas que han llevado orgullosos por el mundo nuestra bandera como es el caso de Rafa Nadal, por el mero hecho de criticar la gestión del gobierno, o de Amancio Ortega, quien ha internacionalizado la moda española y ha contribuido con eficacia, rapidez y garantías en esta crisis.

Pero también las caceroladas son una manera de expresarnos desde nuestras casas y forman parte de la democracia y de la poca libertad de expresión de la que ahora gozamos. A la mínima te censuran. Y me emocionó escuchar el Himno Nacional en el cierre de esa triste morgue que fue el Palacio de Hielo, porque aunque sin letra oficial, es mi Himno y es el de mi país, el de todas estas personas que seguimos luchando contra este virus, pequeñito pero matón, que nos está dando una gran lección de vida. Los símbolos tienen su sentido y no debemos olvidarlos ni politizarlos.

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