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RIESGOS, AMENAZAS Y DESAFIOS FUTUROS DE LA OTAN por Ricardo Martinez Isidoro, General de División en la reserva

RIESGOS, AMENAZAS Y DESAFIOS FUTUROS DE LA OTAN por Ricardo Martinez Isidoro, General de División en la reserva
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domingo 27 de octubre de 2019, 10:49h

Cada 10 años la OTAN evalúa su situación como organización político militar de defensa y establece las directrices para el próximo periodo; la Cumbre de Lisboa fue el marco de la aceptación del Concepto Estratégico anterior (SC.2010), y el siguiente (2020) dará lugar a una nueva visión de futuro que incluirá los riesgos, amenazas y desafíos a los que se enfrentará la Alianza en los próximos 10 años

El ambiente de seguridad que describía el SC2010 se refería a un entorno de paz en la zona de aplicación del Tratado, pero advertía que la amenaza convencional no podría nunca desterrarse, por las grandes capacidades militares que se estaban generando; también especificaba, sobre todo como amenaza, la proliferación de misiles balísticos, la de armas de destrucción masiva y la siempre latente posibilidad de que los que utilizan el terrorismo como arma se hicieran con capacidades nucleares, bacteriológicas, químicas y radiológicas.

También se refería a la posibilidad de utilizar el ciberespacio como nuevo espacio de batalla, para atacar los países miembros en sus infraestructuras críticas, en especial las que soportan los abastecimientos de energía.

Las tendencias tecnológicas mayores, la irrupción de las tecnologías emergentes de todo tipo aplicadas a la defensa y al ataque producirían, adelantaba el SC, disfunciones en la marcha de las posibles operaciones y procesos de decisión.

En aquel texto se apostaba por una intervención constante en los procesos de desarme, en especial nuclear, y se abogaba por un permanente impulso hacia la ampliación de la OTAN, para compartir valores, democracia, defensa de los derechos humanos, etc.

Es necesario asumir que muchos de estos aspectos descritos han tenido su realidad más o menos intensa, pero otros han surgido con personalidad propia rompiendo el” establishment” , como en la anexión de Crimea por Rusia, poniendo en alerta a países miembros con unas características similares al agredido, en este caso no miembro de la OTAN, Ucrania.

La evidente participación de la Federación Rusa, en apoyo de las milicias pro rusas de la región de Donetsk y Lugansk, ponen en evidencia una franja de inestabilidad a lo largo de las fronteras que delimitan repúblicas ex soviéticas con países que en muchos casos poseen minoría rusófonas, y que en la actualidad pertenecen a la OTAN o son candidatos a ser miembros de pleno derecho, rememorando crisis, aún no resueltas, como las de Georgia, con la anexión de Abjasia y Osetia del Sur.

Con ello se viene a concluir, que si bien la OTAN no se encuentra en un periodo de nueva Guerra Fría con Rusia, esta se opone con medios bélicos, aunque sean híbridos, a la expansión de aquella, marcando líneas rojas a la política atlántica.

En otro orden de cosas, la única intervención militar de la OTAN en el norte de Africa, con el liderazgo de Francia, se saldó con la desestabilización de Libia, la muerte de su Presidente, Gadafi, y la generación de una situación peligrosa para el flanco sur, caracterizada por la incertidumbre de futuro en la zona, que además es todavía origen de una fuerte migración hacia Europa, fomentando los tráficos ilegales de personas.

El abandono del Tratado ABM por Estados Unidos, apoyado por la OTAN, y la edificación de un “escudo antimisiles”, cuya génesis se relacionaba con la proliferación de este tipo de armas procedente de Corea del Norte e Irán, ha provocado la reacción de Rusia generando nuevos sistemas, sobre todo de misiles capaces de vulnerar dicho escudo, fomentando la carrera de armamentos.

La falta de entendimiento entre Rusia y Estados Unidos en el respeto al Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias, INF, en Europa, ha hecho realidad el abandono, en el verano del 2019 , de dicho tratado, aspecto en el que la seguridad de Europa sale especialmente perdedora, y la OTAN en particular, dando paso de nuevo a una nueva carrera de armamentos y la posibilidad de que China se adhiera a la misma ante la amenaza de despliegue en el Pacífico de dichas armas por Estados Unidos.

El terrorismo yihadista, en especial el del DAECH, ha hecho su aparición en diversos países de la OTAN, dejando como señales de su acción atentados y conflictos abiertos, como los de Afganistán, Irak y Siria, siendo el primero una responsabilidad de la Alianza que continúa anclada allí desde hace casi 20 años.

La utilización del ciberespacio como campo de batalla ha dejado de ser una ficción y ha sido utilizado para batir objetivos y neutralizar infraestructuras críticas, e incluso para confundir a la población en sus elecciones personales, a través de las “fake news”, evolución de la “langue de bois” o desinformación, frecuente y práctica habitual en el discurso soviético de la Guerra Fría, todo ello en una concepción estratégica híbrida de las operaciones.

Es evidente que muchos de los riesgos, amenazas y desafíos, incluidos en el pasado Concepto Estratégico, continuarán constando en el próximo, pero lo que es muy posible es que ciertas “políticas” atlánticas deban ser revisadas, en especial la actuación fuera de zona, después de los fiascos de Libia, de la retirada unilateral de Estados Unidos de Oriente Medio, principal valedor de la OTAN y conflicto a las puertas de la “zona de acción de la Alianza”, y también la de ampliación de la organización atlántica hacia el este, dada la posición enfrentada de Rusia al respecto y su tendencia a la recuperación de la influencia perdida en sus antiguas repúblicas, cuando no a la flagrante renuncia al respeto del orden internacional imperante recogido en el Acta Final de Helsinki y Acuerdos de Paris. El desinterés habitual de la OTAN por su Flanco Sur, dado el recrudecimiento de la amenaza del yihadismo radical en el Sahel y el acceso ruso al Mediterráneo, resuelto de momento por coaliciones occidentales, debería reequilibrarse con acciones concretas eficaces en este escenario de conflicto real, no solo disuasivo como en el norte.

El desarme se encuentra en una posición debilitada, después de la salida del Tratado INF por parte de los dos firmantes, Rusia y Estados Unidos, y Europa se encuentra a partir de esa renuncia de sujeto paciente de los despliegues nucleares de corto y medio alcance de Rusia, sin que los líderes europeos lo rechacen como lo hicieran en los ochenta en la Crisis de los Euromisiles, ahora agravada por el reducido tiempo de respuesta a los nuevos misiles hipersónicos rusos.

La política belicosa de Rusia, plasmada en su Doctrina de Seguridad Nacional, con la referencia a “la necesidad de acabar con el orden institucional occidental”, de su comprobada intromisión en los asuntos internos de sus ex repúblicas, de su decidido y progresivo acceso al Mediterráneo, del reforzamiento y modernización de sus Fuerzas Armadas, etc, son factores fehacientes para prever vulneraciones del Territorio Nacional de algún país miembro.

Los accesos a Europa, tanto por el norte, incluida la problemática del Artico, como por el sur, son susceptibles de desestabilizarse por problemas internos e inducidos, representando una amenaza inmediata para la OTAN, como lo es la desvinculación euroatlántica.

La intromisión, utilizando el ciberespacio, en los problemas internos de los países socios y en sus empresas críticas es una nueva amenaza tan crucial como las anteriores.

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