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El italiano Anthony Raimondi, ex integrante de la mafia Colombo, confesó haber ayudado a matar al Papa Juan Pablo I en 1978 para mantener encubierto un fraude financiero

El italiano Anthony Raimondi, ex integrante de la mafia Colombo, confesó haber ayudado a matar al Papa Juan Pablo I en 1978 para mantener encubierto un fraude financiero
miércoles 04 de diciembre de 2019, 18:04h
El italiano Anthony Raimondi, ex integrante de la mafia Colombo, confesó haber ayudado a matar al Papa Juan Pablo I en 1978 para mantener encubierto un fraude financiero

El pontífice fue envenenado con cianuro apenas 33 días después de ser proclamado pontífice, según contó Raimondi en una entrevista con la revista New York Post con motivo de la presentación de un libro

Cardenal Marcikus
Cardenal Marcikus

Durante el reportaje, Raimondi relató que a la edad de 28 años fue reclutado para cometer el crimen por su primo, el cardenal Paul Marcinkus, que en ese entonces dirigía el Banco Vaticano.

Su misión era memorizar los hábitos del Papa y drogarlo con valium a través de una taza de té.

Cuenta que la droga hizo efecto de inmediato y que su víctima cayó completamente inconsciente.

"Sabía que eso me compraría un boleto de ida al infierno", reconoció Raimondi.

Mientras esperaba fuera de la habitación, su primo preparaba una dosis de cianuro.

Añade que , "colocó el gotero en la boca del papa y lo apretó". Luego cerró la puerta y se alejó de allí.

Después de que un asistente papal se percatara de que "el Papa se estaba muriendo", Marcinkus y otros dos cardenales implicados en la trama corrieron a la habitación papal como si no supieran nada. Poco después, un médico del Vaticano dictaminó que Juan Pablo I había fallecido.

Cuenta el digital Perfil, que recogió las declaraciones, que el Papa que murió en pijama.

Así mismo Raimondi, relata en su libro titulado: "Cuando la bala golpea el hueso, que la mafia mató a Juan Pablo I porque había amenazado con exponer un fraude masivo de acciones dirigido por personas del Vaticano.

La estafa según él era de 1.000 millones de dólares e involucró a un experto en falsificación que fingió las posesiones de la Iglesia en compañías estadounidenses de primer orden como IBM, Sunoco y Coca-Cola. Cuenta también que los mafiosos vendieron los falsos certificados de acciones a compradores desprevenidos.

Juan Pablo I , cuyo nombre era Albino Luciani, prometió expulsar a los perpetradores, que incluían a Marcinkus y a “la mitad de los cardenales y obispos del Vaticano”, dijo Raimondi al New York Post. “Hubieran sido expulsados ​​y sujetos a las leyes de Estados Unidos e Italia”. "Si el Papa hubiera mantenido la boca cerrada, podría haber tenido un reinado largo”.

Recordemos que el papado de Juan Pablo I duró poco más de un mes: su cuerpo sin vida hallado en su cama, vestido con pijama, rodeado de documentos oficiales.

En EL libro "Albino Luciani. Un caso abierto", el sacerdote, filósofo y teólogo español Jesús López Saéz analiza "varios interrogantes", y pidió este año reabrir el caso y cancelar la beatificación de Juan Pablo I hasta que se esclarezcan las causas reales de su fallecimiento.

"Debía tomar decisiones importantes, con las cuales pensaba cortar los negocios económicos del Vaticano, fruto de acuerdos con la logia masónica P2, la mafia y la CIA". "Se expuso mucho contra enemigos muy fuertes, avezados en el mal, sin escrúpulos y más que nunca determinados a conservar su poder curial, político y financiero. Todo esto, junto a otras numerosas iniciativas de reforma radical de su Iglesia, que había programado con mente lúcida y ánimo firme, no encaja con la imagen que de él se fue dando después de su muerte…". Juan Pablo II también tenía que morir. Cuando apenas se había depositado el cuerpo de Juan Pablo I en las catacumbas papales, los mafiosos ya estaban planeando matar a su sucesor, el polaco Karol Wojtyla, que eligió el nombre de Juan Pablo II y que “parecía estar listo para tomar medidas contra los estafadores”, escribe Raimondi.

"Cuando fue convocado de regreso al Vaticano se le dijo que se preparara para un segundo asesinato". “'Este tipo también tiene que irse', dijeron. 'De ninguna manera', dije. '¿Qué vas a hacer? ¿Seguir matando papas? Finalmente, Juan Pablo II decidió no actuar porque sabía que él también moriría”, contó Raimondi.

Para finalizar, el QUE DIJO SER EL ASESINO DEL PAPA aseguró que había dejado la vida del crimen organizado, y que en la actualidad luchaba contra el cáncer, mientras que todos sus antiguos colaboradores fueron a prisión o murieron.

Marcinkus se llevó a la tumba muchísimos secretos financieros del Banco Vaticano, mientras Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, apareció ahorcado en un puente con los bolsillos llenos de piedras tras declarar, en 1982, que Marcinkus lo ayudó a realizar algunas transferencias irregulares.

“Fue una película terrible”, reflexiona ahora Raimondi. “A decir verdad, realmente no recuerdo todo, pero lo que dije en el libro lo mantengo hasta el día de mi muerte". "Si toman el cuerpo del Papa y hacen algún tipo de prueba, todavía encontrarán rastros del veneno en su sistema”.

(Fuente www.perfil.com).

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